Pont-Saint-Esprit, al sudeste de Francia, figuraba como una ciudad apacible y orgullosa de su historia, que se remonta a los albores del siglo XVIII. Un pueblo de ensueño rodeado por bosques frondosos, arroyos encantadores y planicies extensas. Además, los habitantes mostraban una actitud amistosa y hospitalaria ante los viajeros. Sin embargo, todo cambió el 15 de agosto de 1951.
Los terribles acontecimientos de aquel día provocaron que la ciudad se convirtiera en sinónimo de locura y terror. Aquel caluroso verano de 1951, el infierno abrió una sucursal en Pont-Saint-Esprit y sus habitantes se transformaron en monstruos sedientes de sangre. La versión oficial de la historia señala que un hongo parásito llamado cornezuelo (Claviceps purpurea), que infesta al centeno almacenado de forma incorrecta, fue responsable de la tragedia.
El cornezuelo, hombres lobo y demonios.
La información médica señala que cuando se ingieren altas dosis del hongo (también conocido como ergot), los individuos manifiestan alucinaciones tan vívidas que resultan prácticamente imposibles de ignorar o diferenciar de la realidad. Cuando el cerebro se encuentra bajo los efectos del cornezuelo procesa información visual, auditiva y táctil que no existe. La severidad del cuadro alucinatorio se ve empeorada por un compuesto presente en el hongo que estimula regiones cerebrales vinculadas a la creatividad e imaginación, generando un efecto similar al del LSD.
Linda Godfrey, quien ha investigado extensamente la naturaleza de los hombres lobo, sugiere que el cornezuelo podría estar detrás de múltiples manifestaciones de licantropía. Más específicamente, con la manifestación de una furia animal en la que el ser humano pierde cualquier capacidad de raciocinio y atiende a sus instintos más primitivos. Además, la investigadora dice que muchos informes de posesión demoníaca surgieron por el consumo del hongo, sobre todo en la Edad Media que el centeno se consumía abundancia.
Una persona que ha consumido altas dosis de cornezuelo es incapaz de controlar sus emociones, actúa de forma particularmente violenta y se sumerge en un profundo estado de alucinación y disociación con la realidad. Para muchas personas, un comportamiento demencial tan grave sólo se explicaría a través de la posesión demoniaca.
El incidente del Pan Maldito en Pont-Saint-Esprit.
Aquel fatídico día en Pont-Saint-Esprit inició como cualquier otro: las personas se despertaron temprano para empezar su rutina y las cosas continuaron en perfecta normalidad hasta la tarde. Sigilosamente, el hongo se había esparcido por todo el pueblo enloqueciendo a gran parte de la población dando lugar a una pesadilla indescriptible.
Los habitantes no afectados por el cornezuelo se atrincheraron en sus viviendas, intentando proteger puertas y ventanas para salir bien librados de la ira de aquellos que, unas horas antes, fueran vecinos, amigos y familiares.
Pont-Saint-Esprit estaba sumergido en un torbellino de locura. En las calles, los pueblerinos se atacaban unos a otros escupiendo, arañando y mordiendo. Azotaban sus cabezas en las paredes hasta que perdían el conocimiento. Corrían completamente desnudos gritando toda clase de obscenidades. Algunos llegaron a cortarse y beber su propia sangre, mientras otros tomaban a las mascotas y las destrozaban para consumir la carne cruda.
Locura colectiva.
Para los testigos de aquellos terribles actos, estos individuos se habían transformado en bestias salvajes. Algunas personas llegaron a mencionar que a las víctimas les salieron garras y vello corporal. Múltiples casas fueron invadidas e incendiadas, mientras la iglesia local era vandalizada por un grupo que destrozó las imágenes, el altar y las bancas.
La ira se había apoderado de cientos de habitantes. Según algunas estimaciones, uno de cada tres pobladores en Pont-Saint-Esprit participó en aquel episodio de locura colectiva. Por la madrugada, el pueblo ya se había convertido en un escenario post-apocalíptico con plazas en ruinas, automóviles destruidos y numerosos heridos en todas partes.
La claridad del amanecer fue opacada por una nube negra del humo generado en los incendios. Sin embargo, esto no superaba a los ruidos combinados de carcajadas, gritos, lamentos, llanto y algarabía. Era la voz de la locura, de la sucursal del infierno en la Tierra.
La calma tras la tempestad.
A medida que la mañana avanzaba el torbellino de locura perdía intensidad. Tras una frenética noche de muerte y destrucción, los cansados perpetradores se echaron a dormir en el primer lugar que encontraron. Por todo el pueblo se observaban personas con ropa desgarrada (algunos completamente desnudos), y ensangrentadas de pies a cabeza durmiendo plácidamente. En medio de la confusión y el miedo, los sobrevivientes solicitaron ayuda.
El conteo oficial señaló que siete personas perdieron la vida, pero se sospecha que fueron más. Las autoridades habrían ocultado deliberadamente el número de muertos para no generar pánico en las poblaciones vecinas, además que no tenían idea de a quién imputar los homicidios o si había algún tipo de responsabilidad.
Los cadáveres de las víctimas fueron recuperados en condiciones indescriptibles de las calles y el interior de las viviendas invadidas. El “Pan Maldito” (Le pain maudit), como se conocería a la tragedia, habría costado la vida a treinta personas, según los rumores.
Pero, además de las vidas perdidas estaban las graves marcas psicológicas tanto en los testigos del Pan Maldito como en los perpetradores. Alrededor de cien personas tuvieron que internarse en asilos de la región. Al final, la justicia francesa decidió que procesaría el incidente como una fatalidad.
Frank Olson y las teorías de conspiración.
¿Fue el cornezuelo responsable por estos actos de locura? La respuesta a esta pregunta es tan complicada como controversial. Si bien es cierto que las autoridades culparon al hongo por la tragedia, otros consideran que el Pan Maldito fue motivado por algo mucho más oscuro. En 2009, el escritor H.P. Albarelli Jr. publicó un libro titulado “A Terrible Mistake”: un documento con casi 900 páginas donde sintetiza los hallazgos que hizo en torno al suceso tras varios años de investigación.
En esencia, el horror que vivió Pont-Saint-Esprit estaría vinculado a la muerte de Frank Olson, un químico que colaboraba con la División de Actividades Especiales (SAD, por sus siglas en inglés) de la CIA.
Su trabajo para Estados Unidos lo habría llevado a liderar un centro de investigación donde se desarrollaban tecnologías para la alteración de la mente. Sin embargo, su puesto en esta organización, al igual que su vida, terminó pronto. En noviembre de 1953, Olson “se suicidó” al saltar del décimo piso del Hotel Statler, en Nueva York.
Frank Olson llegó a escribir una serie de cartas donde mostraba su arrepentimiento por colaborar en proyectos poco éticos del gobierno estadounidense. Evidentemente, esto provocó que varios teóricos de la conspiración acusaran al gobierno por el asesinato del químico para evitar que revelara información delicada.
Hoy, para nadie es un secreto que la SAD incursionó ampliamente en proyectos que buscaban la aplicación de drogas psicodélicas con fines miliares: sueros de la verdad, inductores del comportamiento, drogas súper adictivas, anuladores del sueño, etc. Todas estas sustancias eran desarrolladas y probadas por el equipo que comandó Olson.
Experimentos de control mental en Francia.
Se cree que The Army Mad Chemists, como también se conoció a esta división, adquirió mucha importancia durante la Guerra de corea (1950-1953), cuando las fuerzas armadas estadounidenses emplearon una serie de drogas experimentales en el conflicto. En 2016, tras la liberación de documentos clasificados se supo que drogas como el mercurio, las micotoxinas y tricloroamina fueron probadas durante el conflicto.
Sin embargo, un dato que pasó desapercibido para muchos es que Frank Olson también colaboró con la inteligencia francesa. Según Albarelli, el químico habría realizado varios viajes a Francia entre 1950 y 1951, antes y después del episodio en Pont-Saint-Esprit. Supuestamente, los militares franceses tenían interés en desarrollar sustancias químicas para la inducción mental. Por eso, no es ninguna sorpresa que Olson haya figurado en documentos secretos emitidos por la CIA sobre el evento en Pont-Saint-Esprit.
Curiosamente, el documento que acabas de ver desapareció. Resulta posible que Frank Olson haya viajado a Francia para estudiar los efectos de la contaminación con cornezuelo, pero otros creen que los habitantes de aquel apacible pueblo francés fueron utilizados como ratones de laboratorio para estudiar los efectos de la manipulación mental mediante la ingesta de sustancias químicas.
Evidentemente, las acusaciones de Albarelli parecen sensacionalistas y un tanto oportunistas. Sin embargo, la teoría no está completamente infundada. De hecho, un evento similar se produjo en territorio estadounidense cuando el gobierno inoculó sífilis a los ciudadanos mediante un falso programa de vacunación. El abominable acto sería conocido como el experimento de Tuskegee.