Eliza Margaret McNally, quien pasaría a la historia como “Lizzie Halliday”, nació en 1859 en Irlanda donde tuvo una infancia temprana completamente normal. Cuando aún era una niña, su familia emigró a los Estados Unidos y al cumplir veinte años de edad contrajo matrimonio. Sin embargo, como demostrarían los eventos posteriores, Lizzie no estaba hecha para la vida conyugal.
Pero tampoco le interesó la maternidad, pues al enterarse que su primer y único hijo (procreado con su primer esposo) era de “mente débil”, lo recluyó en una institución gubernamental tan pronto como su esposo perdió la vida por “causas naturales”.
Una viuda negra.
Se casó dos veces más, pero la historia de estos matrimonios ni siquiera fue relevante pues los esposos murieron o desaparecieron al poco tiempo de unir sus vidas a Lizzie. El hecho de que buscara hombres mayores con jugosas pensiones militares no parecía tan escandaloso como que se haya casado cinco veces antes de cumplir treinta años, llegando a estar en varios matrimonios al mismo tiempo.
Su habilidad para participar en tantos matrimonios era tan notable como su talento para conseguir maridos a pesar de su reputación de esposa violenta, respaldada por múltiples denuncias de abuso físico y verbal. Sus perversos hábitos quedaron al descubierto cuando George Smith, su cuarto esposo, logró sobrevivir a un intento de envenenamiento con arsénico.
Pese a la denuncia por intento de homicidio, Lizzie logró escapar a Vermont donde se casó por quinta ocasión, esta vez con un hombre de su misma edad. Independientemente de los motivos que la llevaron a contraer matrimonio con este sujeto, dos semas después del matrimonio la asesina desapareció sin dejar rastro.
El regreso de Lizzie.
En 1888, Lizzie reapareció acompañada de su hijo, quien salió de la institución. Pasó una época con Margaret McQuinlan, una amiga de la infancia que tenía una propiedad en Nueva York. Posteriormente, se trasladó a Filadelfia (sin su hijo) y decidió rentar una tienda que incluía un apartamento, hasta que un incendio redujo a cenizas el edificio y las construcciones aledañas. La policía llevó a cabo una investigación del incidente y determinó que Lizzie era culpable de fraude e incendio, condenándola a dos años de prisión en la Eastern State Penitentiary.
El matrimonio con Paul Halliday.
Recuperó su libertad en 1891, y rápidamente buscó a un almirante de avanzada edad para casarse. Paul Halliday figuró como el sexto esposo de Lizzie, un hombre que superaba los setenta años y tenía dos hijos cuando se unieron. En esa época, el hijo mayor de Paul ya era un adulto casado e independiente, pero el menor era un joven invalido que requería cuidados constantes por lo que se mantuvo al lado de su padre.
Lizzie jamás puso objeción alguna a convertirse en niñera del hijastro; sin embargo, poco después de la boda la casa de la familia se incendió y el joven discapacitado terminó pereciendo entre las llamas. Pese al colorido historial criminal de Lizzie, nadie sospechó de un asesinato. El matrimonio Halliday simplemente se mudó a otra propiedad. Pero, si el viejo Paul esperaba que su nueva esposa le sirviera de consuelo ante la pérdida de su hijo, estaba terriblemente equivocado.
Una asesina perversa en Nueva York.
En 1893, el señor Halliday fue reportado desaparecido. Sin embargo, en esta ocasión la policía sospechó de su cónyuge y registró la propiedad en la que habían vivido. Descubrieron el cadáver del pobre Paul Halliday sepultado entre los cimientos de la casa, y se llevaron una sorpresa al encontrar otros dos cuerpos. Se trataba de Margaret McQuinlan, la vieja amiga de Lizzie, y su hija, Sarah. La desaparición de ambas mujeres era reciente, y los investigadores aun se esforzaban por encontrarlas.
El forense encontró que el Sr. Halliday fue mutilado y que le había disparado al menos en dos ocasiones. Por otro lado, las McQuinlans también murieron de múltiples disparos. Las cosas se pusieron todavía más macabras cuando descubrieron un cuarto cadáver enterrado en la propiedad. Se trataba de un vendedor local que desapareció sin dejar rastro.
La policía acusó formalmente a Lizzie Halliday de cuatro homicidios; sin embargo, emprendió una investigación en torno a todas aquellas muertes del pasado que resultaron “convenientes” para la viuda negra.
Lizzie Halliday frente a la justicia.
Mientras esperaba juicio, Lizzie recibió vigilancia policial permanente ante la amenaza de linchamiento por parte de aquellos que habían conocido a las familias afectadas. Por otro lado, determinó que su única opción para salir bien librada de esto era hacerse pasar por loca. Así empezó a despotricar en su celda, se negaba a realizar cualquier procedimiento de higiene y dejó que el cabello le creciera enmarañado. Intentó suicidarse en dos ocasiones cortándose la garganta y colgándose.
El alguacil se cansó de la actitud de Lizzie y ordenó que la encadenaran al piso de la celda, por lo que se negó a comer para morir de hambre. La justicia quería enjuiciarla a como diera lugar, y ordenaron que se alimentara a la fuerza.
El vínculo con Jack el Destripador.
En esta época se supo que la ocasión en que desapareció antes de 1888, Lizzie estuvo viajando por Europa. Curiosamente, en esa época sucedieron los Asesinatos de Whitechapel y se dijo que llegó a mencionarlos durante sus delirios en prisión, por lo que la prensa empezó a especular que Lizzie podría haber sido Jack el Destripador. El alguacil llegó a preguntar a la propia Lizzie si era responsable de estos homicidios, a lo que ésta respondió que los crímenes fueron perpetrados por un hombre, y allí terminó la cosa.
Juicio escandaloso.
El 18 de junio de 1894 empezó el juicio de Lizzie Halliday en medio de un escándalo mediático. Lizzie se declaró inocente y culpó de los crímenes a una supuesta “banda de gitanos” que se aprovechaba de vendedores y viajeros para robar sus pertenencias. Además, inventó que estos criminales la drogaron y obligaron a atestiguar el asesinato de su último esposo. Sin embargo, toda la evidencia recopilada indicaba que había actuado sola.
Se supo que Margaret McQuinlan fue atraída por Lizzie con la excusa de que limpiarían una casa de huéspedes que pretendía rentar. El esposo de Margaret reveló que Lizzie se presentó en la casa de los McQuinlan diciendo que su amiga había enfermado y necesitaba que Sarah fuera a cuidarla. Jamás las volvió a ver. La evidencia en contra de Lizzie era contundente, y el 27 de junio la sentenciaron a muerte por su culpabilidad en los homicidios.
La asesina se tomó muy mal esta sentencia y, mientras la sacaban de la sala, logró morder al alguacil que terminó desarrollando una grave infección en la herida. Algunos dicen que perdió el brazo, y otros que murió a causa de la mordedura; sin embargo, Lizzie jamás fue juzgada por este crimen.
Lizzie Halliday en el Matteawan State Hospital.
La condena original implicaba que fuera ejecutada en la silla eléctrica, lo que la habría convertido en la primera mujer de la historia en morir de esta forma. Sin embargo, en el último momento el gobernador Roswell Flower le otorgó clemencia y la envió a una prisión para criminales dementes. En este lugar, Lizzie siguió haciendo de las suyas y sus compañeros de prisión la consideraban tan peligrosa que preferían evitarla.
Algunos años después de ser internada, Lizzie atacó a una asistente llamada Catherine Ward que supuestamente la había tratado mal. Pero, en 1906 protagonizó un incidente aun más sombrío: una enfermera de 24 años llamada Nellie Wicks fue transferida como jefa de la unidad donde estaba recluida Lizzie. Esta enfermera fue excepcionalmente amable con la asesina y, de hecho, llegó a otorgarle ciertos privilegios. En respuesta, Lizzie desarrolló una especie de afecto maternal por Wicks.
Sin embargo, sus sentimientos cambiaron drásticamente cuando la enfermera anunció que dejaría la prisión y a sus pacientes. Lizzie le insistió para que se quedara, y la enfermera le dijo que planeaba regresar a la escuela para seguir con sus estudios. La negativa de Nellie Wicks terminó por molestar demasiado a Lizzie, quien empezó a divulgar amenazas que los otros reclusos terminaron filtrando al personal de la prisión. Hasta el superintendente supo de las amenazas, pero, como la reclusa no tenía problemas desde hacía años, no le dieron importancia.
El asesinato de Nellie Wicks.
El 21 de octubre de 1906, Lizzie abordó a la enfermera Wicks y le quitó las llaves para encerrarla en uno de los baños. Una vez a solas, Lizzie sacó unas tijeras y apuñaló en múltiples ocasiones a Wicks. Cuando el personal de la prisión logró derribar la puerta, Lizzie había apuñalado a la pobre enfermera más de doscientas veces. También atacó al personal que intentó alejarla de la víctima, y su violento frenesí terminó una vez que la noquearon.
A pesar de la oportuna intervención médica, Nellie Wicks terminó perdiendo la vida poco después. Lizzie regresó a un régimen de aislamiento donde permaneció hasta el día de su muerte, el 28 de junio de 1918.
La peor mujer del mundo.
El obituario de Lizzie Halliday la refería como “la peor mujer de la Tierra”, y mencionaba que asesinó al menos a cinco individuos, aunque probablemente quitó la vida a muchos más, incluidos varios esposos.
Es tentador clasificarla como una asesina en serie; sin embargo, todos sus crímenes fueron motivados por el lucro, con excepción de la muerte de Nellie Wicks, además que no presentaba las características psicosexuales comúnmente observadas en los asesinos en serie masculinos. Quizá sólo nació con el deseo de matar.