Aunque se extinguió hace varios siglos, el dodo sigue presente en la cultura popular. “Tonto como un dodo” o “el último de los dodos”, son algunos de los dichos que mantienen viva la memoria de este peculiar pájaro. Hoy, “dodo” suele emplearse para referir a cualquier cosa obsoleta, torpe e ineficiente. Este legado, en gran parte, se lo debemos a Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, novela que Lewis Carroll publicara en 1865; sin embargo, el Raphus cucullatus estaba lejos de ser un animal torpe, y su lamentable extinción se debió al impacto ambiental que el hombre produjo en su hábitat.
De hecho, el dodo es uno de los casos de extinción más estudiados hasta la fecha. Muchos creen que el dodo es producto de la imaginación humana, pero alguna vez fue real. Eran aves rechonchas e incapaces de volar, primas de las palomas modernas. En el pasado, su hábitat comprendía el actual territorio de la República de Mauricio, un país insular ubicado en el Océano Índico, al este de Madagascar.
El primer avistamiento del dodo.
Basados en los registros fósiles y algunas ilustraciones tempranas, los expertos estiman que el dodo medía 90 centímetros de altura y pesaba entre 15 y 18 kg. Las pinturas y dibujos realizados a partir de ejemplares vivos sugieren que los pájaros presentaban un plumaje marrón-grisáceo, cabeza calva y patas amarillas, al igual que el pico. En algunas de las primeras observaciones del ave, señalaban que los nidos únicamente albergaban un huevo, y su dieta probablemente dependía de las frutas nativas que se encuentran en la isla.
El registro más antiguo sobre un avistamiento de pájaros dodo proviene de 1598, hecho por un grupo de marineros holandeses. El encuentro entre los europeos y el dodo sucedió cuando la embarcación recorría el Océano Índico en busca de sedas y especies. Rápidamente lo consideraron una fuente viable de carne que podía alimentar a varios hombres, y es que el pájaro además de enorme, era lento y dócil.
La aniquilación de la especie en Mauricio.
Con el tiempo, Mauricio se convirtió en una parada casi obligatoria para todo aquel que recorría las rutas comerciales de la zona. Atracar en esta isla les garantizaba algo de carne fresca, un auténtico manjar que los marineros no podían ignorar tras pasar meses en el mar alimentándose con raciones poco apetecibles.
La población de dodos en Mauricio se fue a pique velozmente. Como los pájaros sólo podían mantener una sola cría a la vez, era imposible que la especie se recuperara de la caza excesiva de los marineros europeos. Peor aún, estos mismos marineros introdujeron nuevas especies en la isla que empezaron a depredar a los dodos, como perros y cerdos.
Al mismo tiempo, diseminaban enfermedades en este ecosistema provocando la irremediable extinción de la especie. En 1662, tan sólo 64 años después que fueran descubiertos por marineros holandeses, se produjo el último avistamiento de un dodo.
El mito del dodo.
A finales del siglo XVII, cuando los marineros arribaban a Mauricio ansiosos por conocer (y comer) al ave enorme de la que tanto hablaban sus colegas, no encontraban nada. De hecho, ni siquiera llegaron a comprender que sus cacerías terminaron por extinguir al dodo, sobre todo porque el concepto de extinción era una idea nueva y poco aceptada. Creyeron que las historias sobre el dodo eran sólo eso… historias. Durante más de cien años, el dodo navegó en el mundo de los mitos y las leyendas.
Una extinción mal comprendida.
Sin embargo, durante los primeros años del siglo XVII varios ejemplares fueron enviados a Europa para su estudio. Con el inicio de la ciencia, en el siglo XIX, estos especímenes conservados fueron recuperados de almacenes, sótanos, áticos y museos para un nuevo análisis. Por aquella época, la comunidad científica tenía un profundo interés en el estudio de la evolución y extinción de las especies, pues el trabajo de Charles Darwin aún estaba vigente. Irónicamente, concluyeron que el dodo se extinguió por no ser el más apto.
Desde entonces, el pájaro dodo fue visto como un animal torpe, lento e incapaz de sobrevivir al entorno. Sin embargo, los estudios más recientes sobre el ave concluyen que estaba perfectamente adaptada al entorno.
Aunque desapareció para siempre, el dodo sigue presente en nuestros recuerdos. Hoy, el dodo es un símbolo de la extinción pero, incluso antes, llegó a maravillar a los lectores de la literatura europea. Fue un ejemplo de las especies exóticas que habitaban las tierras lejanas. Lewis Carroll conoció al dodo mientras visitaba el Museo de Oxford, y por eso lo incluyó en su obra. El ave también figura como símbolo de la República de Mauricio, suele aparecer en el escudo de armas y en las monedas.