En diversas partes del mundo, la cucaracha alemana o rubia (Blattella germanica) se considera una verdadera plaga. Se trata de un insecto muy peculiar pues sólo habita lugares ocupados por humanos, convivencia que resulta poco favorable para las personas. La cucaracha representa un riesgo para la salud humana pues suele producir alérgenos que desencadenan episodios de asma y rinitis.
Además, se le considera vector de microorganismos resistentes a los antibióticos tradicionales por lo que contribuye a generar ambientes insalubres. Según un artículo publicado en el periódico Scientific Reports, entre los patógenos entéricos que portan estas cucarachas está la Escherichia coli y Salmonella.
Cucarachas invencibles.
Gracias a esto, los insecticidas se han convertido en el arma principal de la guerra que libran los humanos contra las cucarachas. Pero, desde la década de 1950 la resistencia de estos insectos a las sustancias de estos productos ha dificultado un correcto control de la población. Este fenómeno se promueve por el hábito que tienen las cucarachas alemanas de vivir en poblaciones relativamente restringidas, lo que hace mucho más sencillo la selección de los elementos más resistentes.
Según los autores del artículo, una de las alternativas más socorridas entre la población tanto para reducir las poblaciones de cucarachas, como para evitar el uso de insecticidas en zonas urbanas, es el empleo de trampas. Sin embargo, ni siquiera esta técnica queda exenta al tema de la resistencia.
La resistencia múltiple a los pesticidas es un fenómeno generalizado entre las cucarachas; sin embargo, es mucho más complicado discernir la resistencia cruzada que surge de un único mecanismo. En el estudio, encabezado por Michael Scharf de la Universidad Purdue, se encontró que las cucarachas han estado desarrollando resistencia cruzada a los insecticidas más eficientes, situación que las vuelve muy difíciles de erradicar.
El control y la solución.
Controlar las poblaciones de cucarachas se está haciendo una tarea casi imposible empleando solamente productos químicos, pues desarrollan resistencia a múltiples clases de insecticidas de una sola vez. En apenas tres meses, una sola cucaracha alemana puede generar hasta 50 descendientes. Por eso, aunque una mínima parte de esta población presente resistencia a un insecticida y adquiera resistencia cruzada, una vez que se logre exterminar a la población no pasará mucho antes de que aumente nuevamente.
Ante la amenaza latente de diseminación de enfermedades por estas cucarachas resistentes, la opción más viable es atacar por diversos flancos. Scharf sugiere que combinemos insecticidas y trampas, se mejore la limpieza del hogar y empleemos aspiradoras capaces de succionar a las cucarachas y sus huevecillos.
“Emplear estos métodos implica una mayor inversión que solamente recurrir a los insecticidas, pero si esos productos no controlan o eliminan a la población, están tirando dinero a la basura”, señala Scharf. Quizá deberíamos hacer caso a su consejo y empezar a combinar métodos para controlar las poblaciones de estos molestos y peligrosos insectos.