La tradición en torno a María Magdalena no está muy bien sustentada por la información bíblica. Sin embargo, su imagen como prostituta arrepentida que alcanzó la salvación al seguir a Jesús le valió que las damas “irreverentes” la convirtieran en santa patrona de los sitios a donde acudían para alcanzar la redención. Desde la Edad Media, por toda Europa, era posible encontrar estos “centros penitenciarios” que contaban con total respaldo de la Iglesia Católica.
Y es que la noción del pecado inherente a la mujer, así como la necesidad de expiar los comportamientos indebidos, apalancaron estos actos de penitencia extrema. Es importante aclarar que estos lugares, muchas veces anexos a los conventos, servían de refugio a mujeres que buscaban protección, ya fuera contra el acoso sexual o matrimonios no deseados. Sin embargo, acudir a uno de estos sitios frecuentemente implicaba el compromiso de quedarse definitivamente.
Prostitución desenfrenada en la Revolución Industrial.
En los albores del siglo XVIII, con el apogeo de la Revolución Industrial, el incremento en el número de hijos ilegítimos y la proliferación de la prostitución se convirtieron en alarma pública para los habitantes del Reino Unido. La prostitución en calles y burdeles era desenfrenada, pero las mujeres que trabajaban como sirvientas o cocineras a menudo enfrentaban abuso sexual de sus patrones y embarazos no deseados.
El fenómeno llevó a que reformadores sociales de la época propusieran la apertura de “casas” especiales destinadas a reformar a las mujeres que ejercían la prostitución por decisión propia, y las “mujeres caídas”. Organizaciones evangelistas, como la Society for the Suppression of Vice, ejercieron presión para que se clausuraran burdeles y fortalecieran las leyes contra la prostitución.
El origen de los asilos de Magdalena.
Como resultado de esta cruzada contra la prostitución, las mujeres que ejercían el oficio fueron reubicadas en refugios que, en honor a María Magdalena, llamaron “asilos de Magdalena”. A finales del siglo XIX, asilos de esta clase ya proliferaban por todas partes, incluso en otros continentes. Algunas estimaciones realizadas en 1900 señalan que, tan sólo en Reino Unido, existían 300 asilos de Magdalena que daban albergue a unas 6,000 mujeres cada año.
Se suponía que las casas de Magdalena fungían como alternativa a la prisión o situación de pobreza que a menudo debían soportar las mujeres que ejercían la prostitución; sin embargo, a nadie le quedaba duda de que fueran prisiones por derecho propio. Supuestamente, la estancia en estas casas era voluntaria, pero el hecho de que las mujeres vivieran permanentemente encerradas y que la policía regresara a cualquiera que pretendía huir, mostraban lo opuesto.
Solían capacitar a las reclusas para “trabajos inútiles”, principalmente en el servicio doméstico, pese a que muchas eran trabajadoras domésticas que se habían convertido en víctimas del abuso precisamente por su vulnerable situación.
Peor aún, cumplir la penitencia en estas casas implicaba someterse a diversas formas de “redención”: visitas estrictamente supervisadas, portar batas de la institución, pasar hambre, cabezas rapadas e incluso la flagelación. Además, la fuerza de trabajo de las mujeres se aprovechaba lavanderías y todo el dinero iba a las agencias sociales o religiosas que administraban los albergues.
Las lavanderías de Magdalena.
También sufrían un profundo adoctrinamiento religioso, enfocado principalmente en los pecados a los que se consideraban susceptibles. En aquellas regiones donde la Iglesia tenía gran poder, los asilos de Magdalena rápidamente quedaron bajo su control.
A medida que los asilos se iban transformando en cárceles, sobre todo aquellos a cargo de órdenes religiosas, las mujeres se desanimaban a irse y llegaron a permanecer recluidas durante décadas. Al interior de estos asilos la vida no era nada fácil. Las mujeres debían guardar silencio todo el tiempo y dirigirse a todas las monjas como “madre”, independientemente de la edad.
Las extensas jornadas laborales como lavanderas no les rendían ganancia alguna. Y es que el trabajo no sólo se veía como el principal sustento para los asilos de Magdalena, sino que se hizo creer a las “penitentes” que trabajando limpiarían sus pecados.
El destino de las “mujeres caídas”.
Aunque los asilos se concibieron originalmente para reformar a mujeres dedicadas a la prostitución, con el paso del tiempo los requisitos de admisión se hicieron más flexibles. Los líderes comunitarios y párrocos en las ciudades remitían a estos sitios a las madres solteras, niñas con padecimientos mentales o discapacidades físicas e incluso a las víctimas de abuso.
Era muy común que los bebés de las mujeres embarazadas que llegaban a las casas de Magdalena se entregaran para adopción en otros países, incluso sin consentimiento de la madre. Sin el respaldo de sus familias, muchas se veían obligadas a quedarse en los asilos para toda su vida.
El escándalo de los asilos de Magdalena en Irlanda.
Aunque el sistema que se implementó en Irlanda es uno de los más famosos en la actualidad por las acusaciones de abuso sistemático, estas prácticas no eran exclusivas de este país. Cuando los irlandeses atravesaron la triste hambruna de papas, el número de huérfanos en orfanatos se disparó y el tejido social quedó severamente roto. Los asilos de Magdalena fungieron como lugares ideales para reubicar a las jóvenes “problemáticas”.
En 1996, cuando el último asilo de esta clase cerró en Irlanda, al menos 30 mil mujeres y niñas cayeron en el sistema, según las estimaciones. Pero, el escándalo en torno a los asilos de Magdalena en Irlanda estalló en 1993, cuando un convento en Dublín vendió parte de su propiedad a un desarrollo inmobiliario.
En el terreno adquirido por la constructora se desenterraron 133 cuerpos de antiguas reclusas que fueron sepultadas en tumbas sin ningún tipo de identificación. Aunque es difícil estimar la cantidad de personas que fueron sepultadas de forma anónima en asilos de esta clase, cuando las antiguas “penitentes” empezaron a relatar lo que habían sufrido en estos lugares, las historias fueron suficientes para ponerles un alto.
Los relatos de las Magdalenas.
Entre los relatos, antiguas reclusas señalaron que las enviaron a estos asilos por la simple sospecha de actividad sexual. Les cambiaban el nombre y las obligaban a realizar extensas jornadas laborales en las lavanderías. Mientras lavaban ropa, debían hacer oración en voz alta solicitando perdón por sus pecados. Las reclusas no solicitadas por familiares estaban condenadas a quedarse allí de por vida.
Aunque muchas ex convictas se niegan a aparecer en público debido al estigma que les produce haber sido Magdalenas, muchas han hablado abiertamente sobre los abusos. Por increíble que parezca, ninguna ha recibido compensación alguna o disculpa formal.
Sex in a Cold Climate (1998) fue el primer documental irlandés que abordó el tema. En el Reino Unido generó un gran alboroto, pero en Irlanda ni se enteraron pues la Iglesia no permitió su difusión. La película The Magdalene Sisters (2002) es otra producción cinematográfica basada en los asilos de Magdalena.