La idea de que el peso del alma equivale a 21 gramos ha sido empleada diversas ocasiones en la cultura pop: en 2003, Alejandro González Iñárritu dirigió una producción cinematográfica homónima, título inspirado en los experimentos que el médico estadounidense Duncan MacDougall realizó a principios del siglo pasado. En la serie Breaking Bad también hicieron un guiño a la teoría en una escena cargada de simbolismos, metáforas y presagios.
Gretchen Schwartz, la ex de Walter y también estudiante de química en esa época, está de pie frente a la pizarra dictando los porcentajes. Cuando la lista de elementos termina, Walt hace una suma mental y dice: “Entonces, la suma es… 99.888042%. Falta el 0.111958%. Tiene que haber algo más en el ser humano”. “¿Y qué pasa con el alma?”, cuestiona Gretchen.
“No somos nada más que química (There’s nothing but chemistry here)”, responde Walt.
Los experimentos de Duncan MacDougall.
Al igual que Gretchen, en 1907 el médico estadounidense Duncan MacDougall concluyó que si el alma de los seres humanos existía, debía tener propiedades físicas sujetas a medición. MacDougall supuso que el alma, al “dejar el cuerpo”, terminaría restando peso al cadáver por lo que ideó un experimento con seis enfermos terminales que dispuso sobre camas equipadas con un complejo sistema de balanzas. Los pesaría en el momento exacto de la muerte, y para evitar cualquier falso positivo consideró la liberación de fluidos y gases en los cadáveres.
De seis muertos que procesó, solamente uno manifestó una diferencia estable y medible por su sistema. El hombre había perdido 21 gramos justo después de la muerte clínica. Evidentemente, los experimentos no eran concluyentes pero el tema provocó un revuelo mediático en la época. Varias semanas después, el 10 de marzo de 1907, The New York Timespublica una nota con el titular “El alma pesa, cree médico”. Desde Haverhill, Massachusetts, el Dr. MacDougall ofreció detalles sobre sus experimentos con los muertos. Afirmó registrar una pérdida de 21 gramos en al menos un cadáver.
¿Realmente el alma pesa 21 gramos?
Los resultados de MacDougall carecen de solidez por diversos motivos. El principal es que la muestra con la que experimentó es diminuta, seis muertos no son suficientes para emitir alguna conclusión de tipo estadístico. De hecho, aunque hubiera empleado una muestra razonable lo más honesto por parte de MacDougall era declarar que sus experimentos no fueron conclusivos. Y es que de los seis muertos que analizó, sólo uno manifestó la pérdida de 21 gramos, según el propio MacDougall.
Los primeros dos cadáveres fueron excluidos en el análisis por una serie de “problemas técnicos”. En el tercer muerto observaron una pérdida momentánea de los dichosos 21 gramos, pero rápidamente los recuperó. Peor aún: en el cuarto y quinto experimento los cuerpos manifestaron dos descensos consecutivos en el peso de cada uno, como si el alma se hubiera escapado en partes.
Finalmente, tenemos el inconveniente de que no es posible determinar el momento exacto en que sucede la muerte. Se habla del instante en que el corazón deja de latir o cuando cesa laactividad electroquímica en el cerebro, sin embargo, hay numerosos casos de personas que volvieron a la vida una vez manifestadas estas condiciones. Si la medicina moderna no es capaz de determinar el momento exacto en que un humano muere, ciertamente McDougal no pudo hacerlo hace más de un siglo.
El sensacionalismo oportunista de McDougal no pasó desapercibido por sus colegas. Varias semanas después, en un artículo de opinión el Dr. Augustus P. Clarke señaló que la diferencia de 21 gramos se explicaría por la evaporación de la sangre ante el incremento en la temperatura interna que acontece dentro de los pulmones una vez que el corazón se detiene y el aire exterior deja de enfriar el líquido a su paso por estos órganos. El argumento tampoco parece muy convincente, pero resultó suficiente para que el par se enfrascara en una serie de dimes y diretes que se extendió por semanas.
El alma y la energía.
Desde el punto de vista de la fe, la existencia del alma es completamente ajena a una medición física. De hecho, las religiones la consideran un concepto metafísico, y algunos la definen como una “energía” desconocida más allá de los límites de la ciencia. Por supuesto, hablar de energía es contraproducente pues la materia está íntimamente ligada a esta. De hecho, por aquella época en que MacDougall intentaba pesar el alma, Einstein ya había publicado la teoría de la relatividad especial en la revista científica Annalen der Physik.
Entre las conclusiones del físico alemán destacaba una donde argumentaba que la energía de un objeto era equivalente a su masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz (la célebre fórmula E=mc2). Por eso, si el alma fuera energía sería completamente posible medirla. Este es un punto a favor de la teoría propuesta por MacDougall, aunque no existe evidencia de que haya fundado sus sospechas en el análisis publicado por Einstein dos años antes.
El alma según la filosofía de la mente.
Nuevamente, desde el punto de vista de la fe la filosofía del dualismo interaccionista propone que nuestra alma no está hecha ni de materia ni de energía. De hecho, estaría conformada por algo completamente distinto, más allá de lo que los instrumentos científicos o nuestros sentidos pueden detectar. Esta perspectiva enfrenta un problema grave: ¿qué mecanismo permite a nuestra alma, mente o conciencia (que no está hecha de materia ni energía) controlar un cuerpo que, precisamente, es materia y energía? Algo así arrojaría por el caño la ley de conservación de la energía.
Al respecto, el filósofo Owen Flanagan hace un comentario revelador: “si es plausible que una mente no física pueda hacer que un cuerpo se desplace; por ejemplo, cuando vamos a un concierto, entonces el cuerpo requiere de energía, pues nos desplazamos para asistir a dicho espectáculo. Sin embargo, para que la energía incremente en cualquier sistema, debe proporcionarse por otro sistema. Si la mente no fuera un sistema físico, no tendría energía que transferir. Entonces, la mente no podría explicar el hecho de que nuestro cuerpo terminó en el concierto”.
Entonces, no hay nada en la ciencia que sugiera la existencia del alma. Pero, si existiera seguramente pesaría algo, aunque fuera una cantidad ridículamente pequeña.