Algunos son recordados por la forma en que vivieron, mientras otros por la forma en que se fueron. La historia ha documentado la muerte en sus manifestaciones más diversas, algunas tan inusuales que resultan difíciles de creer. Échale un vistazo al desafortunado desenlace de estos nueve personajes, que serán recordados por figurar entre las muertes más extrañas de la historia.
1 – Sigurd el Poderoso.
En el año 892, Sigurd Eysteinsson, el vikingo que conquistó Escocia, decidió exhibir a manera de trofeo los restos de su adversario Máel Brigte, rey celta de Moray. Le cortó la cabeza, la ató a su silla de montar y salió a realizar la marcha del triunfo montado en su corcel. Con el vaivén de la cabalgata, el cráneo de Brigte alcanzó a cortar con los dientes la pierna de Sigurd.
La herida se infectó lentamente hasta cobrar la vida de “el Poderoso”. Esto ha sido lo más cercano a un ataque zombi que ha visto nuestra historia.
2 – Langley y Homer Collyer.
Langley Collyer fue uno de los peores acumuladores de los que se tiene registro en la historia. Este hombre pasó 19 años de su vida recogiendo toda clase de basura en las calles para almacenarla en su residencia. Homer, su hermano, era ciego y vivía confinado entre pilas de basura que se acumulaban desde el piso al techo en una construcción de cuatro pisos en Nueva York.
Ante el temor de que alguien intentara apoderarse de sus tesoros, Langley diseñó diversas trampas y, por ironías del destino, terminó cayendo en una de ellas en 1947. Homer, completamente dependiente y preso entre la basura, murió varios días después.
3 – Truls Hellevik.
El trágico accidente de 1983 en Byford Dolphin, una plataforma marina de exploración petrolera, empezó tras el proceso de descompresión en una cámara hiperbárica con nueve veces la presión atmosférica terrestre. Accidentalmente, uno de los operadores abrió una válvula y la presión salió de una sola vez. Truls Hellevik, quien se encontraba más cerca de la válvula, estalló en varios pedazos y sus restos terminaron matando al operador.
4 – Alejandro I de Grecia.
Cierto día de 1920, durante un recorrido en el Palacio de Tatoi, el rey Alejandro I observó a un macaco de Berbería atacar a su pastor alemán. Al intentar separar a los animales, el monarca sufrió múltiples mordidas y arañazos del primate, lesiones que se infectaron y terminaron matándolo de sepsis. Los siervos de la corona acudieron a Tatoi y cazaron a todos los macacos del lugar pero, curiosamente, estos animales no son nativos de Grecia ni eran del agrado del rey. De hecho, el primate regicida pertenecía al administrador del lugar.
5 – Clement Vallandigham.
En 1871, Clement Vallandigham llevaba la defensa de un cliente que había sido acusado de homicidio durante un altercado en un bar de Lebanon, Ohio, Estados Unidos. Argumentaba que se trató de un accidente, que el revolver de la víctima se accionó solo cuando intentó levantarse para participar en la confusión. Para demostrar su hipótesis, reprodujo la escena con un revolver cargado que sí, terminó disparándose, y lesionado al abogado. Ganó el caso, pero perdió la vida al día siguiente.
6 – Federico I Barbarroja.
El más grande emperador del glorioso Sacro Imperio Romano Germánico se mostraba imparable en su objetivo de recuperar Tierra Santa del dominio islámico durante la Cruzada de los Reyes en 1190. En el camino se atravesó un río, pero la batalla no podía esperar. Federico I Barbarroja encabezó el avance entrando al agua, con armadura y armas a cuestas. Tuvo tan mala fortuna que la fuerte corriente del río tiró al caballo y el emperador terminó hundiéndose y ahogándose.
7 – Tycho Brahe.
El astrónomo danés Tycho Brahe figuró entre los más grandes de su época, y entre sus pupilos se encontraba el mismísimo Johannes Kepler. En 1601 lo invitaron a un banquete y sintió unas ganas tremendas de orinar, pero rehusó a dejar el lugar pues aquello se consideraba una falta de respeto y descortesía. No se sabe a ciencia cierta si la vejiga le explotó en el evento o se le dañó de forma severa, pero 11 días después estaba muerto. En su epitafio, que él mismo solicitó, podía leerse: “vivió como un sabio, murió como un tonto”.
8 – Adolfo Federico de Suecia.
Tras retacarse con grandes platillos de langosta, caviar, chucrut, arenques y beber hasta el hartazgo champaña, el rey de Suecia decidió que para el postre comería semlas, un pastel tradicional parecido a las conchas. Se comió catorce piezas que acompañó con crema de leche. Esa misma noche de 1771 perdió la vida a causa de una obstrucción intestinal o quizá de intoxicación alimentaria. La verdad es que nadie se animó a practicarle una autopsia.
9 – Esquilo.
Es irónico que el primer gran representante de la tragedia griega haya muerto de una forma tan cómica. Mientras disfrutaba del paisaje en la ciudad de Gela, Sicilia, la cabeza del dramaturgo recibió el impacto letal de una “tortuga voladora”. Sucedió que una de las águilas de la isla, que solía matar a sus presas dejándolas caer desde las alturas, confundió la calva de Esquilo con una roca.