A últimas fechas, los comportamientos de índole racial han incrementado de forma preocupante en países como Estados Unidos, India, Alemania y Hungría, sin hacer mención de las terribles masacres en Sri Lanka y Nueva Zelanda promovidas por diferencias ideológicas que subyacen en el extremismo racial. Algunos de los casos más polémicos han tenido lugar entre la ciudadanía estadounidense que en 2017, durante tercer año consecutivo, registró un incremento en los crímenes de odio.
Al hacer frente a esta situación en aumento, deberíamos considerar dos aspectos relevantes sobre el tema: uno, que la propia idea de “raza” es una mentira. Y otro, que emplear el término, incluso para hacer una crítica, refuerza la falacia de que los humanos estamos clasificados en grupos fundamentalmente diferentes. Según el científico cognitivo George Lakoff, esto se debe a que entre más empleamos una palabra, mayor es la cantidad de circuitos cerebrales que activamos reforzando la metáfora en el proceso.
La gran mentira sobre las “razas”.
La Sociedad Americana de Genética Humana señala que “la ciencia genética ha demostrado que es imposible subdividir a los seres humanos en subcategorías biológicamente distintas”. Esto contraría el tradicional concepto sobre la existencia de razas humanas biológicamente separadas y distintas. Es decir, el concepto de raza no es más que una construcción social sin respaldo biológico.
En nuestros días, los científicos poseen un amplio consenso sobre la diversidad de los genes tanto al interior de los grupos étnicos como entre ellos. En 2014, más de un centenar de genetistas rechazaron de forma contundente la hipótesis de que los genes son responsables por la diversidad de situaciones económicas, políticas, sociales y de comportamiento que prevalece en el mundo.
El Proyecto Genoma Humano, una investigación científica que se extendió durante 13 años, confirmó que los genomas encontrados en todo el planeta comparten un 99.9% de similitudes. Por esto, la simple idea de que existan “razas” es un gran disparate.
Diferencias culturales.
Evidentemente, la afirmación anterior no significa que entre los grupos étnicos que habitan la Tierra no se manifiesten diferencias físicas, lingüísticas, del comportamiento, etc. Sin embargo, estas diferencias surgen a partir de la cultura y experiencia personal de cada individuo, no a causa de la deferencia genética.
La personalidad de cada persona está influenciada principalmente por el ambiente donde se desarrolla, por la estructura social que prevalece en su entorno, las tradiciones que conserva esta sociedad y la evaluación que hace de los tipos particulares de comportamiento. Esto es tan cierto, que la idea de que los humanos podrían dividirse en algunos cuantos grupos es un concepto relativamente moderno.
¿Cuándo surgió el concepto de raza entre los humanos?
Los habitantes de la antigua Grecia jamás se vieron a sí mismos como “blancos”. Las líneas raciales en las que subdividió a los humanos, desde el “blanco” al “negro”, fueron impulsadas por diversas fuerzas históricas, particularmente el tráfico de esclavos por el Atlántico y algunos de los aspectos más crueles de la teoría racial que se diseminó en el siglo XIX. Por eso, muchos consideran que el concepto de raza es una aberración del mundo occidental moderno.
La mitología griega retrató a sus héroes con orígenes multiétnicos. Por ejemplo, el egipcio Dánao llegó a convertirse en rey de Argos, y su hija, Hipermnestra, figura como ancestro del más grande de todos los héroes griegos: Hércules. El propio Perseo, que mató a la temible Medusa, se casó con Andrómeda, originaria de Etiopia. Otro ejemplo sobre la inexistencia de una perspectiva racial se encuentra en Las Historias de Heródoto de Halicarnaso. En el 440 a.C. se afirmaba que dicha obra tenía como propósito “conservar la fama de realizaciones notables e importantes que produjeron los griegos y no griegos”.
El “padre de la historia” llegó a escribir que los etíopes se “consideraban los más altos y bellos entre todos los pueblos”. La imagen que los griegos tenían de los africanos no es algo excepcional. En el libro Humankind, el historiador Peter Farb destacó que “el arte, literatura y mitología griega frecuentemente retrataba a individuos de piel oscura con respeto”.
De África venimos.
En este punto, parece importante resaltar que los humanos modernos nos originamos en África. La evidencia más fuerte hasta ahora es que nuestra especie evolucionó en este continente y posteriormente se diseminó alrededor del mundo. Somos tan cercanos entre nosotros que Joseph Chang, un científico estadista de la Universidad de Yale, determinó que el ancestro más común entre todos los humanos que se encuentran con vida actualmente caminó por la Tierra hace tan solo 3,600 años.
“Nuestros hallazgos apuntan a una propuesta sorprendente: no importa tu color de piel o idioma, compartes ancestros que plantaron arroz en los márgenes del Yangtzé, quienes primero domesticaron caballos en las estepas de Ucrania, que cazaron perezosos gigantes en los bosques de Norteamérica, que trabajaron para construir la Gran Pirámide de Guiza”, resume Chang.
Si te niegas a aceptarlo…
Toda la evidencia está contra aquellos que se aferran a defender la idea sobre la existencia de “razas”. En primer lugar, tendrían que proporcionar una definición científica sobre el significado del término “raza”. A continuación, tendrían que demostrar la existencia de diferencias entre los grupos étnicos que justifiquen la división de los humanos en “razas” diferentes. Hasta ahora, esto es imposible.
La mayoría de nuestras diferencias residen en nuestra cultura, las experiencias personales, no en nuestro ADN. Por eso, deberíamos dejar de enfocarnos en esas insignificantes diferencias individuales y concentrarnos en algo mucho más importante que todos tenemos en común: nuestro planeta y la destrucción que le estamos provocando.