Indudablemente, Sherlock Holmes y el doctor John H. Watson figuran como las creaciones más famosas del escritor británico Arthur Conan Doyle (1859-1930). En 1887, con la publicación de la novela Estudio en escarlata el famoso detective de Baker Street hacía su primera aparición en las decenas de historias que protagonizaría con el paso del tiempo. De hecho, Conan Doyle llegó a escribir alrededor de 60 historias centradas apenas en estos personajes, aún vigentes en la cultura popular tras más de un siglo.
El lado oscuro de Arthur Conan Doyle.
Sin embargo, el escritor británico de ascendencia escocesa tuvo un lado oscuro que muy pocos conocen. Sí, es verdad que Conan Doyle llegó a publicar diversas obras en torno a la doctrina espiritista, religión que siguió hasta los últimos días de su vida. Por ejemplo, en 1918 publicó La Nueva Revelación. El Espiritismo y un año después El mensaje vital. Sin embargo, hoy abordaremos sus relatos de horror: textos en los que el escritor daba rienda suelta a su fascinación por los fenómenos que están más allá de la lógica científica. Conan Doyle llegó a escribir algunas historias cortas sobre terror psicológico, paranormal y grotesco, entre otras vertientes en las que parecía interesado. Y no todos los fanáticos de este tipo de literatura conocen las obras.
Comúnmente, estos relatos de horror pueden encontrarse en recopilaciones, y la mayoría habrían sido escritos entre finales del siglo XIX y principios del XX. De hecho, por aquellos tiempos escribir literatura de horror era toda una tradición que se consolidaba y diversificaba en múltiples vertientes. Y el movimiento precursor de estas ramificaciones sería la literatura de terror gótico que inició en el siglo XVIII, con obras como El castillo de Otranto de Horace Walpole. Actualmente, se reconoce a estas obras como las fundadoras de la popular literatura fantástica, un género narrativo donde se confrontan elementos de la realidad con elementos de la fantasía, lo natural y sobrenatural. Estos textos son famosos por provocar inquietud, asombro y duda en los lectores.
La influencia de Alan Poe.
Aunque la literatura de terror como tal se formuló a mediados del siglo XX, su desarrollo inició en esta época como una derivación del género gótico-fantástico. De hecho, la consolidación de este género literario, tanto en forma como en temáticas, en gran parte se debió al trabajo aportado por el escritor estadounidense Edgar Alan Poe.
Poe revolucionó las vertientes sombrías de la literatura que existían hasta entonces. Conan Doyle sabía perfectamente esto, y llegó a reconocer la influencia que tuvo el autor de El cuervo en su trabajo. Respecto a la creación del legendario Sherlock Holmes, el británico no dejó lugar a dudas: “¿Dónde estaban las historias de detectives hasta que Poe apareció y les dio un soplo de vida?”, comentó en cierta ocasión. En otro momento llegó a decir que “cada uno de los cuentos […] de Poe es una raíz de la que brota un estilo de literatura entero”.
Esta influencia resulta más que evidente en varias de las historias de terror y misterio escritas por Conan Doyle. En varios de los cuentos del británico se abordan áreas temáticas que, incluso hoy, son bastante socorridas en la literatura de terror. Por ejemplo, la venganza y la desmedida perversidad humana que hacen acto de presencia en relatos como La catacumba nueva y El caso de Lady Sannox.
El sublime horror.
La fascinación de Conan Doyle por lo desconocido y sobrenatural fue explorada en muchos de sus relatos. Este procedimiento está vinculado a lo sublime, motivo presente en el trabajo de Poe y consolidado por H.P. Lovecraft, otra eminencia de la literatura de terror. Esto puede corroborarse en El horror de las alturas, que nos presenta la historia de un aviador decidido a romper una marca de altitud, pero que al intentarlo termina atestiguando una serie de “manifestaciones aterradoras”.
Lo monstruoso, un tema tan presente en las historias de terror de todos los tiempos, no podía faltar aquí. En El Espanto de la cueva de Juan Azul, seguimos las aventuras de un hombre que recorre las cavernas en busca de un ser “como ninguna pesadilla jamás trajo a mi imaginación”. De igual forma, el fundamento de El gato del Brasil es el enfrentamiento entre la humanidad y las fieras, un cuento donde el autor trabaja de forma hábil el suspense y la tensión.
Pero también exploró el terror psicológico. En esta categoría literaria, el núcleo de la historia está dominado por la sugestión. Son textos donde el lector debe echar a volar su imaginación para explorar los amenazantes territorios de la ficción. Por ejemplo, en El embudo de cuero el personaje principal pasa la noche en la casa de un amigo interesado por el ocultismo y las misas negras. Su estadía en este lugar lo llevará a experimentar cosas aterradoras.
De la mano de los góticos.
Por supuesto, es inevitable negar los elementos del estilo gótico que permean en las historias. En mayor o menor medida, los relatos de terror que escribió Arthur Conan Doyle hacen honor a la vertiente fundadora de las historias de terror. Esto es evidente en la composición de ambientes y espacios: si la trama se desenvuelve en catacumbas, criptas, regiones aisladas de la civilización o zonas pobladas por entes espectrales, se lo debemos a la literatura gótica.
Si las historias suelen desarrollarse en la oscuridad de la noche, también. Lo mismo si aparecen personajes de esencia puramente perversa, pero fascinantes. Todo esto se lo debemos a Ann Radcliffe, Horace Walpole y tantos otros autores de los siglos XVIII y XIX que impulsaron el estilo.
Ni siquiera Sherlock Holmes lo puede resolver.
Por estos motivos, las historias de terror de Arthur Conan Doyle figuran como evidencia sobre la consagración de uno de los autores más importantes en la literatura inglesa. La diversidad de temas y formas explora las posibilidades de una tradición literaria que se fue enriqueciendo al paso del tiempo, incorporando trasformaciones sociales, eventos relevantes y traumas de las generaciones siguientes.
Estos cuentos exploran regiones menos conocidas en la producción de Conan Doyle. Sin embargo, son dignos de todo el reconocimiento como obras en las que predomina la fascinación por lo desconocido. Como decía el propio autor en su biografía: el universo guarda misterios que ni las mentes más brillantes son capaces de develar.