Muchas personas viven constantemente atormentadas por su incapacidad para conciliar el sueño a determinado horario, lo que provoca un verdadero martirio cuando llega la hora de levantarse temprano. En el mundo moderno, la vida cotidiana suele arrancar a las 6:00 a.m., por lo que ajustarse a este ritmo no siempre es fácil. De hecho, el hábito de quedarse despierto a altas horas de la madrugada se ha asociado con una disminución en la capacidad para ejecutar tareas, cambios repentinos de humor y condiciones físicas poco deseables.
Como lo explica Andrew Bagshaw, un investigador de la Universidad de Birmingham, en el Reino Unido: “la costumbre de dormir muy tarde dificulta el seguimiento de las actividades en un horario estándar, pudiendo generar múltiples efectos secundarios que van desde la somnolencia diurna excesiva hasta el deterioro de la salud mental”. Bagshaw es el autor principal del estudio publicado este mes en la revista Sleep Medicine.
En colaboración con personal de la Universidad de Monash, en Australia, y compatriotas de la Universidad de Surrey, Bagshaw analizó algunos métodos no farmacológicos que podrían ayudar a quienes padecen insomnio en su titánica labor de dormir y despertar un poco más temprano.
Cambios en la rutina diaria.
La investigación contó con la colaboración de un grupo conformado por 22 mujeres y hombres, completamente saludables, que tenían la costumbre de ir a dormir a las 2:30 a.m. y despertar después de las 10:15 a.m. (en promedio). Según Bagshaw, el objetivo de la investigación era determinar si algunos cambios simples tendrían algún efecto en los hábitos de sueño de estas personas.
A lo largo de tres semanas, los participantes llevaron a cabo ciertos cambios en sus rutinas diarias. En resumen.
- Se acostaban a dormir entre dos y tres horas antes de su horario habitual, momento en que oscurecían su habitación en la medida de lo posible.
- Se despertaban entre dos y tres horas antes de su hora habitual, y todas las mañanas procuraban que ingresara la mayor cantidad de luz natural a la habitación.
- Desayunaban apenas se levantaban, almorzaban siempre a la misma hora y cenaban, como máximo, a las 7:00 p.m.
- Se acostaban y levantaban siempre a la misma hora, independientemente si eran días hábiles o fines de semana.
Una rutina así de simple generó efectos positivos notables. Los participantes informaron experimentar menos cansancio por las mañanas, además que percibieron una disminución en las sensaciones relacionadas con la depresión y el estrés.
Consecuencias de un mal sueño.
Debra Skene, otra autora de la investigación, asegura que cambios así de simples en la rutina de personas que suelen dormirse muy noche pueden ayudar a recalibrar su reloj biológico y propiciar una mejoría en su salud mental. Además, advierte que hay un vínculo directo entre hábitos como dormir poco o tener una mala calidad de sueño y enfermedades cardiovasculares, diabetes e incluso algunos tipos de cáncer.
El equipo planea profundizar en la investigación para tener una mejor comprensión de la relación que hay entre los hábitos del sueño y la actividad cerebral, así como el bienestar emocional, y también si estos cambios en la rutina tienen efectos a largo plazo.
Se espera que los hallazgos de la investigación contribuyan a mejorar la calidad de vida de los insomnes, ya sea implementando los cambios en su rutina diaria u orientando al personal médico y las empresas para que opten por alternativas no farmacológicas que permitan mejorar la productividad de estos individuos.