Casi veinte años han pasado desde que culminó la Guerra Fría y las espectaculares pruebas nucleares en el Pacífico. Sin embargo, aquella época de tensión promovió acciones con consecuencias que seguirán acompañándonos durante mucho tiempo. Por ejemplo, uno de los remanentes de aquella carrera nuclear es un domo de concreto situado en las Islas Marshall que, según información de la agencia AFP, podría estar filtrando lodo radiactivo directamente al océano Pacífico.
Consecuencias de las pruebas nucleares.
Y es que el fondo de esta estructura de hormigón no se construyó para resistir el paso del tiempo. La semana pasada António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), externó su preocupación sobre el tema a un grupo de estudiantes en Fiyi. Tras describir la construcción como “una especie de ataúd”, Guterres señaló que hoy debemos afrontar las consecuencias de las pruebas con bombas atómicas realizadas en el siglo XX.
“Como todos sabemos, en el pasado el Pacífico se convirtió en una víctima”, mencionó haciendo referencia a las pruebas de armamento nuclear que realizaron Francia y Estados Unidos en estas aguas. “Estas acciones han tenido consecuencias dramáticas, en relación a la salud, y en relación a la contaminación del agua en algunas zonas”.
Recordemos que entre 1946 y 1958, miles de habitantes en el Pacífico estuvieron expuestos a niveles peligrosos de radiactividad durante las 67 pruebas nucleares que desplegaron los estadounidenses en los atolones de Bikini y Enewetak. En la época, fue necesario evacuar a miles de personas de sus hogares ancestrales para reubicarlas en zonas más seguras.
Sin embargo, el daño al medio ambiente fue inevitable. En 1954, Estados Unidos llegó a detonar una poderosa bomba de hidrógeno, la “Castle Bravo”, con un poder de destrucción que superó mil veces a la detonada sobre Hiroshima.
La Cúpula de Runit: un desastre que se puede prevenir.
“Acabo de tener una reunión con Hilda Heine, presidenta de las Islas Marshall, quien me externó su preocupación ante el riesgo de que pudiera existir una filtración del material radiactivo contenido en una especie de ataúd en la zona”, comentó Guterres.
El “ataúd” al que hace referencia el secretario general de la ONU es un domo de hormigón construido en los años 70 sobre una isla del atolón Enewetak llamada Runit, cuya resistencia no ha sido la estimada originalmente. Durante la década de 1980, la ceniza y el suelo radiactivo que resultaron de decenas de pruebas nucleares fueron arrojados en este pozo cavernoso de concreto y sellados con una cúpula de 45 centímetros de espesor.
El proyecto de disposición de estos residuos radiactivos tuvo un costo de US$ 128 millones; sin embargo, los responsables no hicieron una planificación a largo plazo y tampoco recubrieron el fondo con los materiales pertinentes, según información del Washington Post.
“El fondo del domo es precisamente lo que resultó de una explosión nuclear”, explica Michael Gerrard, presidente del Instituto de la Tierra. “Es un suelo poroso. No procuraron sellarlo. Por eso, el agua de mar terminó ingresando al domo”.
Por si fuera poco, las décadas de exposición al material radiactivo han barrido con la integridad estructural del “ataúd”, como le llaman algunos, y hay un riesgo latente de que un huracán o un tsunami terminen por derribar completamente la estructura. Al interior de este domo hay residuos del plutonio-239, un isótopo que figura entre las sustancias más tóxicas con una vida promedio en el ambiente de 24,100 años.
Campaña de concientización.
Por eso, Guterres ha emprendido una campaña de concientización por el Pacífico Sur pues le preocupa que el fondo en la Cúpula de Runit tenga contacto directo con el agua circundante. En las acciones contra el cambio climático que despliega la ONU también figura la problemática estructura del atolón Enewetak, pues el concreto ha empezado a mostrar signos visibles de daño. Aunque la ONU no ha hecho pública estrategia alguna para abordar el problema, ciertamente crear conciencia sobre el problema es un buen comienzo.
“Tenemos mucho por hacer respecto a las explosiones que acontecieron en la Polinesia Francesa y las Islas Marshall”, señaló Guterres. “Esto se vincula a las afectaciones en la salud, el impacto en las comunidades y otros aspectos. Evidentemente, hay mecanismos para compensar y minimizar estos impactos”, agregó.
Si tenemos suerte, los países interesados se dedicarán a planear un enfoque efectivo que permita neutralizar esta bomba de tiempo tan aterradora. Claro, lo ideal sería que empezara cuanto antes pues la temporada de huracanes en el Pacífico ya ha empezado.