En el otoño de 1957, tres elementos de la Marina Real Británica ejecutaban un ejercicio de rutina dando lectura a un mapa. Se suponía que Michael Crowley, William Laing y Ray Baker debían recorrer algunos kilómetros de campo abierto y reportar a sus superiores las observaciones. Mientras transitaban por Suffolk, en Inglaterra, a la distancia divisaron la pintoresca villa de Kersey y lograron escuchar las campanas de la iglesia haciendo el llamado a misa.
Sin embargo, a medida que los cadetes se dirigían al pueblo una atmósfera de inusual quietud los engulló. Repentinamente las campanas dejaron de sonar. De hecho, no lograron divisar señal alguna de los pobladores de Kersey. Según los cadetes, no había personas en este lugar y la única señal de vida provenía de unos patos que chapoteaban en un arroyo cercano.
Por si fuera poco, encontraron que todos los árboles en el pueblo lucían un verde frondoso, como si estuvieran en primavera. Además, informaron que el pueblo tenía un «aspecto casi medieval».
Visitando Kersey del pasado.
El tendido eléctrico que colgaba sobre las calles había desaparecido, y no observaron rastro alguno de automóviles. Hablamos de 1957, una época en que esta localidad ya gozaba de energía eléctrica y transporte automotor. A los cadetes también les resultó extraño que todas las casas parecían construidas con marcos de madera, y lo más moderno de estas construcciones eran las ventanas de cristal.
Sin embargo, lo más inquietante es que no lograban observar la torre de la iglesia. Incluso en nuestros días esta torre es un punto distintivo en la localidad de Kersey. A medida que recorrían las silenciosas calles del pueblo, los cadetes se encontraron con lo que parecía el mostrador de una carnicería. En el interior pudieron observar un par de cadáveres de bueyes colgando despellejados.
La carne presentaba un tono verdoso, y el olor no dejó lugar a dudas sobre la putrefacción. Esto, hizo suponer a los cadetes que los propietarios del lugar abandonaron el pueblo hacía algún tiempo. La tranquilidad antinatural de ese lugar hizo sentir incómodos a estos hombres, por lo que se apresuraron a retirarse.
Volviendo al presente.
Una vez que salieron del pueblo todo regresó a la normalidad. William Laing explicó la forma en que «de repente escuchamos las campanas nuevamente y observamos el humo saliendo de las chimeneas, ninguna de las chimeneas humeó mientras estábamos en el pueblo». Invadidos por lo que refirieron como una «sensación extraña», los hombres se echaron a correr algunos cientos de metros para intentar liberarse del sentimiento.
Aquel evento en Kersey marcó tan profundamente a los cadetes que varias décadas después, en 1990, Laing voló desde Australia hasta Inglaterra para conocer a Andrew Mackenzie, un investigador psíquico que se mostró interesado por los hechos. Además de registrar detalladamente el testimonio de Laing, Mackenzie lo acompañó al pueblo de Kersey para reconstruir los hechos.
La investigación que confirmaría el viaje de los cadetes al pasado.
La investigación de Mackenzie reveló que la carnicería que observaron los tres cadetes no se encontraba en ese lugar durante el viaje de 1957. Sin embargo, algunos registros señalaban que en el mismo sitio existió una carnicería entre 1790 y 1905, época en que se convirtió en un almacén general. Y, aunque no existen registros, Mackenzie señaló que esta construcción estuvo dedicada a la venta de carne desde mucho antes, tal vez desde que fue construida en 1350.
¿De qué manera los cadetes podrían disponer de una información tan irrelevante? Se podría decir que la revelación del investigador sustenta la posibilidad de que Crowley, Laing y Baker hayan ingresado a un portal del tiempo y visitado el Kersey del pasado.
Desde que reportaron el incidente, muchos los han acusado de mentirosos y de tener una imaginación exagerada. Otros se burlaron diciendo que los cadetes simplemente malinterpretaron la apariencia del pueblo confundiéndolo con otro lugar. Después de todo, era domingo por la mañana y los residentes de Kersey podrían haber estado en sus casas o reunidos en la iglesia, lo que explicaría que no los vieran en las calles del pueblo. Sin embargo, nadie pudo explicar por qué observaron una carnicería en un edificio que no había vendido carne en las últimas cinco décadas.
El enigma de la torre perdida en Kersey.
Otro aspecto que no logran explicar los escépticos es el hecho de que los cadetes no hayan divisado la torre de la iglesia al estar en el pueblo. Las partes más antiguas del templo de St. Mary datan del siglo XII, y la torre fue construida en 1481. Según Mackenzie, la ausencia de esta torre es la evidencia más sólida de que los cadetes visitaron una versión del pasado de Kersey.
Algunos registros indican que la construcción de esta torre se detuvo a mediados del siglo XIV, cuando una gran parte de la población fue aniquilada por la peste negra. Esto podría ofrecernos una pista sobre la época a la que llegaron los cadetes, según Mackenzie. Además, el investigador supone que las ventanas de cristal que observaron en la ciudad indicaban cierto grado de opulencia en la localidad.
Se sabe que, en la década de 1420, el comercio de lana trajo mucha prosperidad a Kersey. Y como en esa época todavía no se terminaba de construir la torre, Mackenzie supone que es uno de los periodos más probables en que los cadetes visitaron el pueblo. Independientemente de las supuestas pruebas, los críticos han refutado tanto el evento original como las explicaciones del investigador.
Misterio sin resolver.
Los escépticos mencionan que resulta muy poco probable que un pueblo como Kersey haya contado con una carnicería en el siglo XV, pues en esa época la carne era un producto de lujo y se comerciaba principalmente en grandes ciudades o por mercaderes ambulantes. Obviamente, esta clase de argumentos resultan tan especulativos como los de Mackenzie.
Hasta nuestros días, el caso de Kersey es un misterio que perdura, sin explicación que aclare definitivamente lo que sucedió aquel día de 1957.