¿Sabes de algún afortunado que con apenas seis horas de sueño parece tan repuesto como un oso recién salido de hibernación? Este “súper poder” podría ser resultado de una mutación relacionada con su cerebro. El humano promedio necesita dormir, al menos, una tercera parte de su vida para gozar de salud y alejarse de los terribles efectos de la privación del sueño. De las 24 horas que rigen nuestros días, lo ideal es que 8 se consuman durante el sueño.
El hábito del sueño en la actualidad.
Por supuesto, la rutina moderna ha provocado que muchas personas pasen por alto esta recomendación. De hecho, científicos y médicos vienen observando una tendencia sobre la reducción de nuestras horas de sueño. Los humanos dormimos cada vez menos, y es algo trágico para la gran mayoría. Se ha demostrado que cuando una persona normal adquiere el hábito de dormir menos de siete horas al día, literalmente se vuelve más tonta: el perjuicio cognitivo de esta rutina equivale a una noche de juerga.
Un sueño pobre desencadena un cuadro aterrador: afectaciones en la memoria y el aprendizaje, cambios de humor, debilitamiento del sistema inmunológico, reducción en la capacidad de atención e incluso se relaciona con un aumento en la probabilidad de desarrollar padecimientos psiquiátricos.
Es verdad que entre los médicos existe el consenso de que 8 horas son ideales. Pero, no es un tiempo “oficial” y mucho menos aplica para todos. Seguramente, conoces a alguien que con 6 horas de sueño por noche anda todo el día activo. Mientras tanto, tú duermes esas mismas 6 horas y sientes que estás muriendo.
Relación entre los genes y la cantidad de sueño requerida al día.
Un grupo de investigadores de la Universidad de California en San Francisco, realizó un hallazgo que podría explicar estas diferencias: los genes influyen de forma directa en el tiempo que necesitamos dormir. En 2009, encontraron que los individuos que heredaron una especifica mutación en el gen DEC2 debían dormir, en promedio, 6 horas con 15 minutos cada noche para mantenerse completamente activos y enfocados al día siguiente. Por otro lado, los individuos que no presentaban esta mutación requerían de poco más de 8 horas de sueño.
Aquel descubrimiento resultó interesante, y en esa época los investigadores creyeron que no pasaba de una simple casualidad. Sin embargo, su perspectiva cambió por completo cuando, hace poco, descubrieron un nuevo gen vinculado al sueño. Este nuevo hallazgo consolida la idea de que las mutaciones genéticas guardan un vínculo directo con la cantidad de horas que nuestro cuerpo necesita dormir diariamente. Además, sería la explicación a las radicales diferencias en el tiempo de sueño que se presentan entre un individuo y otro.
El gen mutante.
Publicado en la revista Neuron, el estudio se enfocó en un grupo familiar cuyo tiempo de sueño diario es particularmente bajo: todos los integrantes se muestran saludables y activos con 6 horas de sueño por noche. Lo interesante es que ninguno presenta la mutación en el gen DEC2.
Al buscar otra posible explicación, los investigadores descubrieron que toda la familia presenta una mutación en el gen ADRB1, encargado de regular los niveles de actividad en las neuronas alrededor del tronco del encéfalo, específicamente en la zona del núcleo dorsal del rafe, relacionada con la administración de las etapas del sueño.
Para determinar si la mutación presente en la familia analizada presentaba el mismo efecto en otros individuos, el equipo desarrolló pruebas en conejillos de Indias genéticamente modificados con la variante del ADRB1. Los resultados se tradujeron en un momento ¡eureka!: a diferencia de los conejillos de Indias normales, aquellos con la mutación dormían 55 minutos menos. Este resultado apuntaría a que, efectivamente, este gen está relacionado con la falta de sueño. La actividad de las neuronas en la región antes mencionada era más fuerte en los roedores con la mutación, lo que podría amortiguar el hábito de un sueño corto.
La complejidad del sueño en los humanos.
Pese a los interesantes hallazgos, los investigadores saben que están limitados empleando roedores para estudiar algo tan complejo como el sueño humano. Principalmente porque los patrones de sueño de los conejillos de Indias son totalmente distintos a los nuestros. Estos animales tienen un “patrón fragmentado” de sueño que reparten a lo largo del día, a diferencia de los humanos que descansamos de forma continua durante un largo periodo de tiempo. Sí, muchos humanos han intentado adaptarse a un sueño de patrón fragmentado, pero se ha demostrado que resulta perjudicial para la salud.
¿Cómo distinguir entre “necesidad natural” y hábito adquirido?
Otro aspecto que complica el estudio es la complejidad de los seres humanos. Después de todo, los seres humanos no sólo recurrimos al sueño como una necesidad fisiológica. También dormimos por placer, o cuando tenemos depresión. Hemos adaptado el sueño más allá de una necesidad puramente biológica, y de forma intencional manipulamos nuestro organismo. Uno de los pasatiempos favorito de todo niño es quedarse despierto hasta tarde. Beber café para “despertar” por las mañanas es una práctica generalizada en el mundo de los adultos.
¿Ya te das cuenta porqué resulta tan complicado distinguir un hábito reforzado durante años de aquello que nos resulta “biológicamente natural”? Gracias a esto, es posible suponer casi con seguridad que no todos aquellos que dicen funcionar bien con menos de ocho horas de sueño al día presentan una mutación que les induzca el hábito.
Independientemente de estos inconvenientes, los investigadores creen que su trabajo podría emplearse en el futuro para el desarrollo de nuevos fármacos en la administración del sueño y la vigilia.