Aunque miles de genes intervienen cuando hablamos de comportamiento sexual, ninguno es capaz de “predecir” la naturaleza sexual del individuo. Así lo concluyó una extensa investigación científica que escudriñó el ADN de 500 mil personas, la más grande sobre genética y sexualidad nunca antes realizada. Esto significa que nuestra sexualidad no está determinada por un único gen y tampoco se trata de una “opción” del individuo. Existen miles de genes que influencian nuestro comportamiento sexual produciendo pequeños efectos y colaborando en las diversas formas que tenemos de relacionarnos.
El estudio, publicado en la revista Science, logró dimensionar la influencia genética en el comportamiento sexual: al determinar la orientación sexual de una persona, los genes tienen un 25% de responsabilidad. Sin embargo, los investigadores hacen énfasis en que la genética, por sí sola, no puede justificar un comportamiento tan complejo. Esto significa que ningún tipo de orientación sexual (heterosexualidad, bisexualidad, homosexualidad, etc.) es identificable a través de nuestro ADN. El meollo del asunto es que, definitivamente, no existe un “gen gay”.
El origen de la homosexualidad.
Durante la década de 1990, múltiples investigaciones procuraban dar con un factor determinante de la homosexualidad en nuestros genes. Esta especie de cruzada llevó a que, en 1993, uno de los estudios anunciara el descubrimiento del famoso “gen gay” en el cromosoma X; sin embargo, investigaciones posteriores refutaron esta conclusión. Desde entonces, esta clase de estudios empleaban muestras pequeñas y, generalmente, se hacían en hombres. Precisamente, esta nueva investigación se diferencia del resto con una muestra que asciende a medio millón de individuos y una metodología distinta.
Para empezar, los participantes fueron asignados a dos grupos: en uno estaban los que habían tenido experiencias íntimas con personas de su mismo sexo. El otro grupo estaba compuesto por individuos cuyas relaciones sexuales habían sucedido exclusivamente con personas del sexo opuesto. En primera instancia, los investigadores procesaron más de un millón de marcadores genéticos de diferencias para corroborar si los individuos que los poseían presentaban comportamientos afines. Al final, los resultados sólo pudieron comprobar entre el 8% y 25% de las diferencias entre el comportamiento sexual.
En una segunda etapa, los científicos se enfocaron en determinar si algún gen específico resultaba más influyente en esta situación. Observaron la aparición de cinco marcadores comunes entre aquellos individuos que se relacionan con personas de su mismo sexo: dos en ambos sexos, dos sólo en hombres y uno exclusivo de las mujeres. Al agrupar estas diferencias, los marcadores no llegaban a justificar ni siquiera el 1% del comportamiento sexual para cada individuo.
Pistas genéticas del comportamiento sexual.
Quizá por sí solas las variaciones genéticas no puedan explicar determinada orientación sexual, pero proporcionan pistas sobre el origen de las diferencias. En el estudio se encontró que uno de estos marcadores estaba próximo a los genes determinantes de la alopecia, lo que podría ser una señal de que tengan algún vinculo con la testosterona. Otro marcador fue ubicado en una región asociada con el olfato, sentido ampliamente relacionado con la atracción sexual.
Y, aunque no logró encontrar un gen específico y determinante, esta investigación revela de forma contundente que la sexualidad tiene una base genética. “Por primera vez estamos en disposición de afirmar que sabemos de algunos genes que influencian la propensión a buscar parejas del mismo sexo”, apuntó el psicólogo Michael Bailey.
Otro punto que debemos aclarar es que en el estudio no se incluyeron todas las letras del movimiento LGBT+. Si ya es complicado determinar la existencia de marcadores genéticos que influyen en la decisión de los individuos por buscar parejas del mismo sexo, imagina incluir otra variante del género. Por eso, para que los resultados fueran lo más preciso posible, los investigadores se limitaron a escudriñar el ADN de personas cuyo sexo biológico coincide con el género que los identifica. Es decir, los transexuales y no-binarios fueron excluidos del estudio.
ADN y sexualidad.
La mayor limitación del estudio fueron los datos. Gran parte de la información genética procesada fue proporcionada por el UK Biobank, un programa que da seguimiento a la salud de miles de personas en Gran Bretaña. En el cuestionario que se hizo a los voluntarios sólo se les preguntó si habían tenido contacto sexual con personas del mismo sexo, y no sobre aspectos más específicos de su sexualidad.
Y es que, las relaciones íntimas con personas del mismo sexo podrían ser motivadas por la curiosidad o el deseo de experimentar algo nuevo, y no necesariamente deben considerarse indicador de homosexualidad. Como siempre, se necesitan más estudios de esta clase para llegar a un resultado definitivo.
La sexualidad humana es mucho más compleja de lo que se creía hace apenas unas décadas. Por ello, el estudio contó con la participación de grupos LGBT+, quienes aconsejaron la forma ideal de comunicar los resultados al público. En el sitio de la investigación hay un video didáctico y también se le asigna cierta puntuación a las limitaciones de la metodología.