miércoles, 4 de septiembre de 2019

historias extrañas de personas que coquetearon con la muerte

La muerte viene en múltiples formas. A veces se presenta pacífica, otras es trágica, dramática y hasta violenta. Pero, están esos casos en los que la muerte se volvió rara, irónica y burlona. A continuación, te presentamos cinco casos en los que la muerte bailó un zapateado con unos pobres desgraciados.
the green mile

Muerto por la impresión de estar muerto.

Sucedió en India en el año 2010: un sujeto llamado Than Singh recibió correspondencia de un crematorio de la localidad. Inicialmente, la carta lo tomó por sorpresa pues, hasta donde sabía, ningún familiar cercano había muerto. Sin embargo, al abrir el sobre encontró que no se trataba de una carta sino de un recibo de cobro por un servicio de cremación. El nombre de la persona que supuestamente habían cremado era Than Singh.
La noticia sobre su propia muerte resultó tan fuerte para el hombre que sufrió un paro cardíaco. Sus familiares lo llevaron rápidamente al hospital, donde finalmente murió. Irónicamente, la familia de Singh solicitó los mismos servicios de la funeraria que lo había matado por una confusión. Y enviaron otro recibo de cobro con el mismo número de cliente que el primero.
hombre anciano sorprendido leyendo telefono celular

Muerto por cargar al muerto.

En 1872, en un cementerio se producía el sepelio de una persona muy cercana a un hombre de 60 años llamado Henry Taylor. Este sujeto era tan cercano al muerto que formaba parte del grupo que cargaba el ataúd hasta la tumba. Mientras avanzaban por los terrenos del cementerio cargando el féretro, los demás portadores perdieron el control al atravesar un camino estrecho.
El peso desequilibró a Taylor y provocó que tropezara con una lápida, mientras los demás cargadores dejaban caer el ataúd sobre el pobre anciano. El sepelio siguió adelante mientras Taylor era llevado al hospital, donde varios días después finalmente murió a causa de las heridas que le produjo el accidente.
cortejo funebre

Muerto por evitar la pena de muerte.

Michael Anderson Godwin era un asesino que cumplía muchos años de reclusión en una prisión de Carolina del Sur, Estados Unidos. Inicialmente fue condenado a morir en la silla eléctrica, pero apeló la decisión y le conmutaron la sentencia por determinada cantidad de años. En 1989, mientras un guardia realizaba un recorrido de rutina por la prisión encontró a Godwin sin vida al interior de su celda.
El cadáver quedó sentado sobre un inodoro metálico, con evidentes marcas de quemaduras en la boca. La investigación posterior reveló los irónicos detalles de la extraña muerte: mientras estaba en el inodoro, Godwin decidió aprovechar el tiempo para reparar unos auriculares que tenía conectados al televisor. En determinado momento, el recluso mordió un cable con corriente eléctrica.
inodoro metalico
El hecho de estar sentado sobre una superficie metálica contribuyó a la conducción de una carga mortal a través de su cuerpo. Después de todo, Godwin sí murió en una “silla eléctrica” como lo establecía la sentencia original. Sólo llegó a cumplir seis años en prisión.

Muerta en su propio velorio.

En 2012, una mujer de 49 años llamada Fagilu Mukhametzyanov ingresó a un hospital de Kazán, Rusia, tras experimentar fuertes dolores en el pecho y un desmayo en su casa. Los médicos no pudieron hacer nada para salvarle la vida y declararon su muerte clínica. La familia trasladó el cuerpo a su residencia y realizó el tradicional velorio con el féretro abierto para que sus conocidos pudieran verla por última ocasión.
Mientras escuchaba los lamentos y el murmullo incesante de los presentes, Mukhametzyanov resucitó o, mejor dicho, recuperó la conciencia pues jamás murió. Su esposo observó sus ojos moviéndose y la trasladó inmediatamente al hospital, donde vivió tan sólo 12 minutos antes de volver a morir, esta vez de forma definitiva.
velorio

Muerto por escapar de la muerte.

En 1973, Troy Leon Gregg fue sentenciado a muerte por el robo y asesinato de dos hombres. Atravesaba el corredor de la muerte en una prisión de Reidsville, Georgia, Estados Unidos. Sin embargo, en 1980 participó en una fuga con dos reclusos más y se convirtió en el primer hombre sentenciado a muerte que logró fugarse de una prisión estadunidense.
Algunas horas después ya se encontraba en Carolina del Norte y, para celebrar, decidió embriagarse en un bar. Creo que el pobre Troy hubiera preferido volver a prisión antes de morir a golpes cuando una pelea estalló en el establecimiento.

Troy