El ascenso de la fotografía como disciplina artística durante el siglo XIX, inspiró a múltiples generaciones de fotógrafos en la experimentación de diversas técnicas para mejorar los extensos tiempos de exposición y la calidad de las imágenes. Seguramente estos fueron los inicios de William Mumler, quien llegó a producir múltiples fotografías de espíritus a lo largo de su carrera y pasó a la historia como decano de las fotografías de fantasmas.
El gran negocio de las fotografías de espíritus.
Mumler nació en 1832 y empezó como grabador de ornamentos en Boston, Estados Unidos. Sin embargo, la verdadera pasión de este hombre fue la fotografía, que por esos tiempos empezaba a consolidarse. La primera fotografía de un fantasma que obtuvo, según sus propias palabras, resultó de un accidente mientras probaba nuevos químicos para desarrollar una placa fotográfica en un estudio de unos amigos.
Tras tomar una fotografía de sí mismo (¿acaso creías que la selfie era un invento moderno?), casi se va de espaldas al revelarla y encontrar a una mujer sentada junto a él. De acuerdo con la historia publicada en un periódico local el 21 de noviembre de 1862, donde se detallaba el extraño pasatiempo de Mumler, mencionó haber experimentado una “peculiar sensación de temblor en el brazo derecho” mientras sostenía la imagen que acababa de revelar. Después, lo invadió una intensa sensación de agotamiento. Al observar por primera vez la fotografía, no sólo concluyó que había captado a un fantasma, sino que lo identificó como el espíritu de una prima fallecida.
Al indagar su experiencia con algunos espiritistas de la ciudad, estos individuos aprovecharon el descubrimiento y solicitaron fotografías de ellos mismos. Entre varias decenas de fotografías que tomó Mumler, sólo unas cuantas revelaron imágenes adicionales de individuos que los espiritistas reconocieron como familiares o conocidos ya fallecidos. De forma general, la calidad de estas fotografías era mucho más precaria de lo que Mumler podía conseguir con modelos vivos. Es más, hubo personas que solicitaron varias fotografías, pero los personajes fantasmales revelados raramente eran los mismos.
Un engaño bien elaborado.
Para muchos, el descubrimiento de Mumler resultó una revelación. Los argumentos del espiritismo parecían consolidarse al encontrar una forma de comprobar la existencia más allá de la muerte. Imagina la emoción de las personas al saber que sus familiares, a quienes creían haber perdido para siempre, los rodeaban todo el tiempo en su forma fantasmal. Quedaron tan encantados con esta idea, que simplemente rechazaron cualquier sugerencia de que podría haber algún truco detrás.
El Dr. Ammi Brown, un partidario de William Mumler, aseguró ante diversos periodistas que había examinado personalmente el dispositivo del fotógrafo sin lograr encontrar indicio alguno que sugiriera la existencia de un fraude. Por si fuera poco, agregó: “si estas fotografías, supuestamente imágenes de espíritus, son una estafa, se trata de un engaño que supera el ingenio de todos los prestidigitadores y nigromantes del presente y pasado”.
Después que algunos escépticos acusaran a Mumler de generar sus fotografías de fantasmas mediante una doble exposición en placas fotográficas, éste los invitó a que llevaran sus propias placas a los experimentos y, efectivamente, los espíritus seguían apareciendo en las placas reveladas. Mientras algunos fotógrafos reproducían el efecto fantasmal sobreponiendo dos negativos y revelándolos en la misma fotografía, aparentemente nadie era capaz de explicar cómo Mumler lograba lo mismo con una sola placa.
Fotografías, fantasmas y arte.
Estas fotografías eran algo digno de admiración. Un hombre llamado Luther Parks solicitó una de estas fotografías de fantasmas, en el resultado aparecía él y otra imagen más tenue de un hermoso espíritu femenino con una corona de flores sobre la cabeza. En otro trabajo, una mujer identificada solamente como “Sra. Snow” aparece junto a una imagen fantasmagórica de su hermano fallecido, quien sostiene un instrumento musical en sus manos (el hombre se había dedicado a fabricar estos artículos toda su vida).
En otro pedido, el “Sr. Taylor” solicitó una fotografía en la que su hijo, fallecido recientemente, apareciera sentado sobre una de sus manos (que sostuvo en el aire mientras se tomaba la imagen). Evidentemente, en la fotografía que Mumler entregó aparecía el espectro de un pequeño tan como lo había solicitado el cliente.
Sin embargo, en las fotografías de fantasmas no sólo aparecían familiares. En una de las fotografías de un “conocido ciudadano de Boston”, se manifestó la inconfundible imagen del recién fallecido estadista Daniel Webster. Y, aunque muchas de las imágenes fantasmales no eran fáciles de identificar, la mayoría se convencía de que en las fotografías aparecían familiares muertos.
Nadie sabía la técnica empleada por Mumler para lograr aquellas impresionantes fotografías. De hecho, otros fotógrafos de Boston buscaron la forma de reproducir la técnica empleando el mismo equipo, pero los resultados ni se aproximaban. Un reportero llegó a escribir un artículo desde que proporcionó su propia placa fotográfica a Mumler, pasando por la captura de la imagen, hasta la revelación de la misma. Al final, el resultado fue otra fotografía de fantasma. El reportero concluyó que la producción de estas imágenes de espíritus era un misterio, y que su realización era algo que ni la investigación del engaño o la filosofía tenían capacidad de responder.
Una mina de oro sobrenatural.
Sin embargo, Mumler no era el único de la familia que lucraba con lo paranormal. Hannah, su cónyuge, ofrecía sus propios servicios como médium y toda clase de curas para el cliente que lo solicitara. Esta mujer aseguraba haber canalizado en múltiples ocasiones al famoso médico Benjamin Rush, quien supuestamente le proporcionó diversas curas para una variedad de enfermedades. Por su puesto, el espectro de Rush junto a ella en las múltiples fotografías que le tomó su esposo consolidó su popularidad como psíquica.
A principios de 1863, las fotografías de fantasmas de Mumler ya eran famosas en América y Europa. El Photographic News, un popular periódico con sede en Londres que publicaba novedades sobre el mundo de la fotografía, llegó a reseñar el trabajo de Mumler. Advirtiendo el “considerable interés” que tenían con los fotógrafos, el editor agregó una nota con la posibilidad de que fuera un fraude.
Es cierto que Mumler se había formado una sólida base de seguidores, pero la Photographic Society of America rápidamente tomó una postura declarando que “los parecidos con espíritus son un fraude y un engaño grosero”. La contraparte británica respaldó esta decisión. En contra de Mumler también estaban escépticos prominentes, como P.T. Barnum (un artista circense recordado por sus célebres engaños en el mundo del entretenimiento). En 1866, Barnum publicó un libro titulado Humbugs of the World donde acusaba a Mumler de ser “puro humo”.
William Mumler va a Nueva York.
Sin embargo, el negocio de las fotografías fantasmagóricas de Mumler siguió creciendo y con el tiempo se mudó a Nueva York, donde los más prominentes expertos en fotografía no pudieron encontrar indicio alguno de fraude en el trabajo de este sujeto. William Mumler no pudo haber trabajado en una época más propicia para el éxito de su negocio. Estados Unidos se había sumergido en una atroz guerra civil resultando en miles de muertos y, en consecuencia, familiares desesperados por encontrar alguna prueba de que había vida después de la muerte.
La gran industria que creció en torno a las fotografías de espíritus como consecuencia de la guerra no sólo hizo que muchos dejaran de lado su incredulidad. Otros fotógrafos también empezaron a producir sus propias fotografías de fantasmas al ver las jugosas ganancias que obtenía Mumler. Esto ni siquiera afectó al negocio del fotógrafo, pues la demanda era mayúscula y se daba el lujo de cobrar tarifas mucho más altas que la competencia “no espiritual”.
Aunque, no todo es para siempre. Cuando el mayor de Nueva York, A. Oakley Hall, escuchó los rumores sobre el trabajo de Mumler inmediatamente encomendó una investigación. El mariscal principal, Joseph Tooker, acudió encubierto al negocio de Mumler y solicitó una de sus fotografías de fantasmas. El resultado: una imagen del propio Tooker con una figura que habría sido su suegro, según el propio Mumler. Tooker le dijo que la fotografía “no mostraba a nadie que hubiera visto o conocido” y lo arrestó acusándolo de fraude y engaño público.
El polémico juicio de William Mumler.
En abril de 1869, Mumler se presentó ante el juez Joseph Dowling con dos cargos de fraude y uno de robo menor. Según el fiscal, Mumler defraudó a sus clientes “mediante triquiñuelas y aparatos con falsas pretensiones, proporcionando ciertas tarjetas que aseguraba se produjeron por medios espirituales y sobrenaturales, aunque las generó con medios científicos y químicos de uso común por individuos dedicados al arte fotográfico”.
La parte conflictiva para el fiscal fue determinar si Mumler había cometido el fraude a propósito, aunque no quedaba duda alguna de que era responsable por inflar los precios de su trabajo. Sin embargo, aquel juicio se convirtió en una batalla de dos bandos: los que creían en el espiritismo y los escépticos. Y en medio de toda la polémica estaban las célebres fotografías de Mumler.
Ese era el primer juicio penal en el que unas “fotografías de fantasmas” se presentaban como evidencia. Así, los expertos en fotografía analizarían la forma en que Mumler las había creado para determinar si realmente tenía la habilidad de fotografiar el más allá. A lo largo de dos semanas, más de veinte imágenes pasaron por un riguroso análisis.
El testimonio de P.T. Barnum.
Resulta complicado resaltar los momentos más álgidos del juicio, pero sin lugar a dudas, el testimonio de P.T. Barnum figura entre estos. El consumado hombre de espectáculos era extremadamente hábil cautivando a la audiencia, incluso en un tribunal, y aprovechó esto para convencerlos de que las fotografías de Mumler eran un engaño.
Además, señaló que ninguno de los clientes de Mumler parecía haber manifestado curiosidad con que los fantasmas pudieran vestirse con la misma ropa que estaba de moda en la Tierra. Y es que, curiosamente, las prendas que portaban los supuestos muertos evolucionaban con las tendencias de los vivos, aunque llevaran muchos años bajo tierra. También hizo un recuento de su experiencia con Mumler y la facilidad con que podían falsificarse las imágenes.
El testimonio de Barnum cautivó a todos los presentes, incluida la prensa, por lo que el abogado defensor intentó restarle autoridad cuestionándolo sobre el tiempo que llevaba ganándose la vida con engaños. Barnum esquivó la pregunta hábilmente, y entonces lo cuestionaron sobre sus numerosos fraudes. Sin embargo, nada de esto tuvo efecto y Barnum bajó triunfante del estrado.
La conclusión del juicio.
Tras la exposición de toda la evidencia disponible, tanto la defensa como el fiscal cerraron con extensos argumentos que cubrían los pormenores de todas las cuestiones que surgieron durante el juicio. La culpabilidad de Mumler sobre el fraude ya había pasado a segundo término, y el debate parecía centrarse en el espiritismo, la libertad de religión, el beneficio que habían traído las fotografías de Mumler a los desconsolados clientes y la distinción entre creencia y verdad.
Al final, el juez Dowling concluyó que, si bien cabía la posibilidad de que Mumler hubiera engañado a sus clientes, no estaba en disposición de adjudicarle responsabilidad alguna con la evidencia proporcionada por los testigos. Así, determinó que no lo enviaría al Gran Jurado y lo dejó en libertad.
Los últimos años de William Mumler.
Aunque Mumler siguió en el negocio de las fotografías de espíritus, la prensa no dejaba de llamarlo “estafador”. Regresó a Boston profundamente endeudado pues casi nadie solicitaba sus servicios. Aunque esta clase de fotografía gozó de popularidad durante las próximas décadas, el estigma en torno al nombre de Mumler casi lo lleva a la completa ruina. Incluso aquellas fotografías antiguas, adquiridas a precios exorbitantes, se remataron por centavos de dólar. Sobrevivió gracias a la fotografía ordinaria y llegó a inventar un proceso para producir placas de fotoelectrotipo.
Sin embargo, siguió haciendo algunas fotografías de fantasmas. Una de sus clientas más célebres en sus últimos años de vida fue Mary Todd Lincoln, la viuda del presidente estadunidense que se presentó como la Sra. Lindall. Aunque el hombre que aparece en la fotografía guarda poco parecido con Lincoln, la intervención psíquica de Hannah ayudó a que Mary se convenciera de que era su esposo. Esta imagen proporcionó un respiro a Mumler y le trajo nuevos clientes.
En mayo de 1885, el fotógrafo de fantasmas William H. Mumler murió. Sus fotografías de espíritus fueron se distribuyeron ampliamante en los círculos espiritistas después de su partida, aunque la mayoría de expertos en fotografía moderna desmintió estas obras como falsificaciones.