Desde tiempos inmemoriales, los estrategas militares han visto en los animales la oportunidad de obtener ciertas ventajas en el campo de batalla. Una de las fuerzas más letales de las que dispuso la guerra antes de la incursión de las armas de fuego fue la caballería, estrategia que consistía en entrenar caballos para transportar soldados al fragor de la batalla. Durante las guerras púnicas, Aníbal Barca desplegó elefantes de guerra sobre los Alpes y su historia se volvió una leyenda.
Sin embargo, en la antigüedad diversas especies fueron empleadas con fines bélicos: gatos, perros, rinocerontes, monos, etc. Entre todos estos, los enormes elefantes mostraron una formidable capacidad para la batalla. Claro, hasta que el ingenio de los comandantes los llevó a organizar su propio ejército de cuatro patas para hacer frente a estos gigantes. Esta es la curiosa historia de cómo se emplearon cerdos para combatir a los elefantes durante la guerra en la Antigua Roma.
Elefantes al combate.
A pesar de su imponente apariencia, los elefantes son animales inteligentes y relativamente fáciles de entrenar. La captura y entrenamiento de elefantes como técnica de guerra empezó en la India. Como se trata de animales longevos, era mucho más fácil tomar elefantes salvajes adultos de la naturaleza que criarlos en cautiverio. Resultaba muy costoso y tardado esperar a que un elefante superara la adolescencia para enviarlo al campo de batalla. En lugar de eso, tomaban elefantes viejos de aproximadamente 60 años, pues consideraban que estaban en su mejor momento.
De la misma forma que se respetaba a un general experimentado con el pelo canoso, los elefantes ancianos se consideraban animales experimentados, inteligentes y disciplinados en la guerra. En las batallas se empleaban exclusivamente elefantes machos, y no porque las hembras fueran menos capaces, sino por que solían huir especialmente durante el must.
La guerra con elefantes en el continente europeo.
Alrededor del 328 a.C., el general Poliperconte empleó un grupo de 60 elefantes para irrumpir en la ciudad de Megalópolis bajo las órdenes de Alejandro Magno. Desafortunadamente, Poliperconte fue derrotado, los elefantes capturados y empleados en posteriores batallas. Aquella fue la primera ocasión en que se utilizaron elefantes de guerra en Europa.
Un siglo después, en el marco de la Segunda Guerra Púnica, Aníbal condujo a sus hombres y elefantes sobre los Alpes y hasta Italia en una demostración sin precedentes de poderío y fuerza. Desde entonces, los elefantes fueron un elemento común en las batallas libradas en territorio europeo.
Cerdos vs elefantes.
Existía la creencia de que los ejércitos con elefantes entre sus filas eran prácticamente invencibles. Debía hacerse algo para cambiar las reglas del juego y superar a estos animales. Gracias a los registros que hacían los líderes militares indios, los antiguos romanos y griegos tuvieron la oportunidad de enfrentar a una temible bestia con otra bestia no tan impresionante.
Se enteraron que los cerdos emitían un chillido tan fuerte y molesto que asustaba a los elefantes, al punto que huían despavoridos.
Cerdos incendiarios.
Evidentemente, había que encontrar una forma de que los cerdos se dirigieran a líneas enemigas chillando lo más fuerte posible para generar un caos infernal. La forma más simple, cruel e inhumana que encontraron fue untar el trasero de los cerdos con brea, alquitrán o cualquier otra sustancia inflamable. Los aproximaban a las líneas enemigas, les prendían fuego y los dejaban chillando de dolor y agonía.
¿Puedes imaginar la escena tan horrorosa? El dramatismo de esta táctica de guerra produjo múltiples registros históricos sobre los cerdos incendiarios. Plinio el Viejo llegó a escribir que “los elefantes se aterraban por el chillido de un cerdo mucho más pequeño”.
Polieno y Claudio Eliano también escribieron sobre los cerdos de guerra de Antígono II Gónatas, que logró frenar el asedio a Megara cuando dio la orden de que rociaran con aceite a todos cerdos del pueblo y les prendieran fuego. Los pobladores de Megara llevaron sus cerdos a la impenetrable línea de elefantes de guerra, quienes huyeron despavoridos pisoteando a sus entrenadores.
El cerdo chillón que salvó a una ciudad.
Otro episodio interesante entre elefantes y cerdos tuvo lugar en el 544 d.C., cuando el rey persa Cosroes I intentó apoderarse de la ciudad de Édesa en Mesopotamia. Los habitantes de la ciudad no pudieron hacer nada más que observar mientras un elefante de guerra de Cosroes I destruía todo a su paso.
De repente, a alguien se le ocurrió la brillante idea de tomar un cerdo por la patas y colgarlo de una torre. Obviamente, el animal empezó a chillar y a revolcarse. El sonido terminó por aterrorizar al elefante, que emprendió la retirada y no se detuvo hasta superar las murallas de la ciudad.
El retiro de elefantes y cerdos de la guerra.
A medida que la utilización de elefantes para la guerra entró en desuso también lo hicieron los cerdos de guerra. Durante este lapso, algunas especies de elefante fueron capturadas al punto que su población disminuyó peligrosamente. Incluso en aquellas épocas, la destrucción del hábitat llevó a una disminución en la población de estos animales.
Como los elefantes dejaron de proporcionar una ventaja estratégica en el campo de batalla, los generales dejaron de emplearlos. Y tampoco se necesitaban cerdos para derrotar elefantes. Afortunadamente, el uso de los cerdos incendiarios quedó relegado a un simple registro histórico.