Mientras la emergente clase media en China impulsa la adquisición de mascotas, los comerciantes empezaron a hacer de las suyas. Es común que vendan perros “falsificados”: animales mestizos que son teñidos o sometidos a terribles cirugías para hacerlos pasar por perros de raza pura.
Sin embargo, una de las prácticas más indignantes es lo que llaman “perros de una semana”: cachorros enfermizos que reciben transfusiones sanguíneas, estimulantes y analgésicos. Desafortunadamente no lo hacen para salvarles la vida, sino para que sobrevivan el tiempo suficiente para su venta. Los llaman “perros de una semana”, precisamente porque es el tiempo que generalmente viven en manos del comprador.
Todos sabemos que el vínculo histórico entre los chinos y los perros es tormentoso, por decir lo menos. Aunque el consumo de estos animales se ha reducido con el paso de los años, la práctica todavía es común. Sin embargo, con el ascenso de la clase media china se ha disparado la demanda de perros no como aperitivos, sino como mascotas.
Desafortunadamente, a la par apareció un mercado negro donde la vida de estos animales inocentes se convierte en mercancía. Los comerciantes que se dedican a la venta de perros se valen de cualquier artimaña para sacar el máximo provecho económico a estos animales. Uno de los métodos más “inocentes” implica hacer pasar perros de la calle por animales de raza pura, mucho más costosos.
El engaño es relativamente fácil cuando los perros aún son cachorros, pero se vuelve más difícil a medida que envejecen. Por eso, los defraudadores han desarrollado muchos métodos para cambiar la apariencia natural de un perro. Pueden tomar un perro completamente blanco y teñir manchas sobre el pelo para hacerlo pasar por un Dálmata. O extraer un perro callejero para afeitarlo y estirar su piel cruelmente de manera que asemeje a un Shar Pei.
Perros que sólo viven una semana.
Sin embargo, la práctica más terrible de este mercado clandestino es lo que se conoce como “perro de una semana”. Generalmente, se trata cachorros endogámicos afectados por enfermedades como el parvovirus y el moquillo. Para mantenerlos vivos unos días, el comerciante le realiza una transfusión sanguínea, al mismo tiempo que suministra estimulantes y toda clase de analgésicos. En cuestión de días, generalmente una semana, estos animales siguen cursando la enfermedad y mueren inevitablemente.
Cuando el indignado comprador regresa a confrontar al comerciante que le vendió el perro, toda la culpa caen sobre él. Después de todo, el animal salió “sano” de la tienda y murió bajo su custodia. Otros vendedores se vuelven ambulantes y tras unos días estacionados en una ciudad pasan a la siguiente para seguir vendiendo perros enfermos.
La regulación sobre el comercio de mascotas en China es prácticamente inexistente. De hecho, lo máximo a lo que puede aspirar un cliente insatisfecho ante la justicia es a que se ordene un reemplazo gratuito del animal. Adquirir un perro en las calles es un riesgo para el comprador, pues suelen entregarlos sin registros veterinarios o de vacunas.
Nota Cortesia de Palurdo Jefe Cuernos Chuekos
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