El origen de este tan popular refresco no es muy conocido por todos, pero la historia de la creación de esta emblemática bebida remonta a la Segunda guerra mundial.
Entre las varias compañías estadounidenses que jugaron a dos bandas durante la guerra destaca Coca-Cola, que aun siendo la bebida estadounidense por antonomasia no renunció a su privilegiada posición en Alemania cuando se desataron las hostilidades entre los dos países.
El universal refresco vendía unos cinco millones de botellas al año en el país teutón, donde existían hasta 43 fábricas, y gozaba de una popularidad extraordinaria, hasta el punto de que muchos alemanes pensaban que se trataba de una bebida local.
A fines de los años 40’, en pleno eclosión de poder del Tercer Reich y antes del estadillo de la Segunda Guerra Mundial, los habitantes de la Alemania Nazi no sólo eran consumidores habituales de strudels, kuchens, salchichas y cervezas. También eran grandes consumidores de la bebida Coca Cola.
Hermann Goering, el obeso comandante de la Luftwaffe y mano derecha de Adolf Hitler, por cierto, había favorecido la expansión de esa compañía con un curioso propósito: nacionalizar la empresa y apropiarse de la fórmula que posibilitaba su fabricación.
Después de la invasión a Polonia, Francia y los Países Bajos, en 1942, los ejércitos de Adolf Hitler comenzaron a ejecutar la denominada “Operación Barbarroja»”, el plan mediante el cual la Alemania Nazi pretendía conquistar la Unión Soviética. Por la misma época, la marca Coca-Cola, presionada por el gobierno de Estados Unidos (que había entrado en guerra en diciembre de 1941, después del ataque japonés a Pearl Harbor), decidió dejar de enviar a los germanos el jarabe con el que se fabricaba su famosa bebida.
Así las cosas, con los consumidores alemanes exigiendo el regreso de la bebida Coca Cola a las estanterías de los comercios alemanes, el director de Coca-Cola GmbH, Max Keith, quien ocupaba el cargo desde 1938, decidió crear una nueva bebida que permitiera rentabilizar las costosas instalaciones y continuar así con el lucrativo negocio de bebidas de fantasía. Luego de que se realizaran varias pruebas para crear un nuevo refresco que, al menos, alcanzara unas ventas similares a las de Coca-Cola, se consiguió finalmente obtener una bebida con sabor a fruta creada con los siguientes productos: fruta, pulpa de manzana (empleada en la fabricación de sidra), subproductos de la industria del queso, sacarina y un pequeño porcentaje de azúcar.
Una vez creado el nuevo brebaje, sólo faltaba una cosa: ponerle un nombre enganchador, que fuera impactante y fácil de recordar a la vez.
El director Max Keith propuso entonces un concurso entre sus empleados para buscar un nombre con el cual bautizar al producto, y fue un funcionario llamado Joe Knipp el que propuso el nombre de “Fanta”, derivándolo de la palabra “Fantasie” (“fantasía” en alemán). Luego que se lanzara el producto al mercado (cuya botella incluía la frase “es un producto de Coca-Cola GmbH”, como garantía de calidad), la nueva bebida se convirtió en un éxito total entre los consumidores alemanes y para el año 1943 ya se habían vendido tres millones de unidades.
Fanta nació bajo el Tercer Reich, el director de la empresa, Max Keith, no puso a esa marca al servicio del nazismo; no hizo nada por identificarla simbólicamente con el régimen, algo que quizás le hubiera reportado más beneficios. El hecho de que no estuviera afiliado al partido nazi, y que superase las exhaustivas investigaciones a las que fue sometido tras la guerra, lleva a pensar que Keith tenía sentimientos antinazis; también hay indicios de que había llevado a cabo acciones encaminadas a proteger a algunos empleados que estaban en el punto de mira de la Gestapo. El objetivo principal cuando se creó la bebida Fanta era extraer un rendimiento económico de las plantas alemanas de Coca-Cola que ya no podían producir esta bebida tras la entrada en la guerra de Estados Unidos. Tampoco se explotó esa dicotomía, ya que, curiosamente, la marca Coca-Cola no era identificada por los alemanes como un símbolo norteamericano. Pero hubiera sido curioso haber presenciado esa rivalidad entre las dos bebidas, como representantes de los respectivos modos de vida”.
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