Los Caballeros Templarios destacaron, durante siglos, entre las organizaciones más ricas y poderosas de Europa. Lo curioso es que todo empezó con un pequeño grupo de caballeros que se aliaron para ofrecer protección a los peregrinos cristianos tras la primera cruzada a Tierra Santa. Eventualmente se convertirían en la primera organización multinacional de la historia.
La cartera de servicios que ofrecían los Caballeros Templarios era amplia. Incursionaron en la banca internacional, emitiendo cheques de viajero para que los peregrinos europeos pudieran canjearlos en Jerusalén. Era un viaje largo y peligroso, por lo que se trataba de una forma mucho más segura de transportar dinero.
También prepararon y mantuvieron un ejército enorme. En su mejor momento, los Caballeros Templarios tenían presencia en Europa, Medio Oriente y África. Llegaron a poseer una armada particular. Durante más de 100 años, entre los siglos XII y XIII, se convirtieron en la principal potencia militar y financiera de toda Europa.
La debacle de los Caballeros Templarios.
El gran fracaso de los Caballeros Templarios empezó a gestarse en 1187, en los Cuernos de Hattin. Saladino, el primer sultán de Egipto y Siria, diezmó a las fuerzas templarias y arrebató a los cristianos el control de Jerusalén. La organización pasaría más de un siglo intentando recuperar Tierra Santa. Hicieron pequeños avances durante las incursiones, pero jamás llegaron al control permanente. En consecuencia, muchos consideraban que no había razón de su existencia.
Obviamente, no faltaron aquellos que empezaron a preguntarse porque aquella organización tan rica y poderosa gozaba de tantos privilegios. Los Caballeros Templarios no sólo operaban la banca, viñedos y otras empresas libres de impuestos. También podían mover sus ejércitos sin restricciones por los territorios gobernados por el cristianismo.
De hecho, a comienzos del siglo XIV los Caballeros Templarios conformaron un estado monástico, similar a lo que sucedió con Prusia. Aunque muchos externaban su molestia por el poder y la riqueza de la que gozaba esta organización, pasaría mucho tiempo antes de que sucediera el cambio. La organización sólo sería derrotada por un enemigo igual de poderoso.
Sucedió que los banqueros europeos administraban el dinero de múltiples clientes descontentos que se volvieron contra los Caballeros Templarios. Felipe IV de Francia estaba completamente embaucado con los templarios. Tras solicitar múltiples préstamos para mantener su guerra contra los ingleses, empezaban a molestarlo e ideó una forma para deshacerse de ellos.
La profecía de Jacques de Molay.
Afortunadamente para el rey, todo estaba a su favor pues mantenía al Papa en Aviñón junto con toda su corte. Por si fuera poco, el Papa Clemente V era su pariente. Felipe presionó lo suficiente al pontífice para que lo apoyara, y después empezó a diseminar rumores sobre los Templarios. En los albores del siglo XIV, corría el chisme de que estos caballeros perpetraban actos atroces durante sus ceremonias.
El 13 de octubre de 1307, un viernes, Felipe desplegó un ataque masivo contra los Templarios. Decenas de caballeros fueron arrestados por el gobierno francés. El 22 de noviembre, el Papa instituyó una bula papal que otorgaba a cada rey autoridad total para arrestar a los Templarios y confiscar todos sus bienes.
Durante los próximos años, los templarios que se resistieron eran quemados en hogueras acusados de cosas sin fundamento. Finalmente, la organización se disolvió por completo. Cuando el Gran Maestre Jacques de Molay se enfrentó a su destino en 1314 con las manos atadas en oración, los registros contemporáneos guardaron sus últimas palabras como una profecía.
“Dios sabe quien está equivocado y ha pecado. Pronto, una calamidad caerá sobre aquellos que nos condenaron a muerte”.
Curiosamente, un mes después el Papa Clemente perdió la vida y al poco tiempo le siguió Felipe, el rey de Francia.
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