La Luna creciente tallada en la puerta de una letrina externa (en inglés, outhouse) es un clásico en la cultura estadunidense y una regla de oro en los dibujos animados. Sin embargo, es algo complicado definir el origen de esta tradición.
La teoría de los géneros.
La hipótesis más aceptada sobre la elección de este símbolo es que la Luna sirvió para distinguir los baños masculinos de los femeninos. En los albores del siglo XIX el analfabetismo estaba generalizado, y los símbolos formaban parte importante de la mecánica social: un Sol o estrella para hombres y la Luna (vinculada a la diosa romana Diana) para mujeres.
Al paso del tiempo sólo quedaron letrinas para mujeres. Como los baños masculinos casi siempre estaban sucios y mal cuidados, poco a poco los hombres se acostumbraron a utilizar las letrinas con la Luna en la puerta. Y de esta forma el símbolo de la Luna superó al Sol.
Esa es la versión «oficial» de la historia, aunque probablemente es un mito inventado después que las lunas se popularizaran para explicar su origen. La lógica contradice esta historia pues, hasta el siglo XX, quienes afrontaban una vida difícil (con pocos recursos económicos) y tenían la oportunidad de construir una vivienda jamás considerarían prioritario un baño para cada género.
Simple tradición.
Otro aspecto que contradice esta versión es que, para diversas culturas, el Sol es de naturaleza femenina y la Luna masculina. Lo más probable es que la Luna, además de servir como decoración, también se empleara como manija. Y es que su formato cóncavo resulta ideal para encajar la mano y desplazar la puerta. Y la idea se popularizó entre los constructores de letrinas.
Aquí prevaleció la tradición: cuando un aprendiz observaba que las letrinas se construían con una luna creciente en la puerta, transmitía el mismo conocimiento a sus sucesores. En otras latitudes, los símbolos cambian: por ejemplo, los alemanes tallan un corazón (quizá para lograr que la visita al baño fuera un poco más amena) y los polacos un diamante.