Es un hecho que los polos magnéticos de la Tierra no son estáticos. Cada 200 o 300 mil años se invierten y las brújulas funcionan incorrectamente. Lo que antes señalaban como el norte del globo, ahora se muestra como el sur. Pero, una nueva investigación publicada a inicios de mes en Nature Communications argumenta que este proceso podría ser mucho más rápido de lo que se creía.
Por supuesto, esta conclusión no significa que esos cambios tan radicales sucedan en este preciso instante, pero es posible que acontecieran en el pasado. De esclarecer esta clase de cosas se encarga el paleomagnetismo, la disciplina científica que estudia el comportamiento del campo magnético de la Tierra a través de las eras geológicas.
El campo magnético de nuestro planeta se genera en el núcleo del mismo, a unos 2,800 kilómetros de profundidad. Allí, una mezcla de níquel y otros metales se mantienen en estado líquido a más de 3000 grados Celsius. Es el movimiento de estos metales lo que genera corrientes que producen el campo magnético terrestre.
Fósiles de roca.
Actualmente, los humanos tenemos la posibilidad de detectar hasta las más mínimas variaciones en el campo magnético a través de la tecnología satelital, pero desconocemos cómo se comportaba previo a la implementación de esta tecnología. Por eso, las hipótesis se generan a partir del análisis de rocas de diversas épocas.
Como las rocas guardan fragmentos de metales ferrosos influenciados por el campo magnético terrestre, son una especie de “fósil” que puede ser estudiado por los expertos.
Hace un par de años, un equipo de investigación de la Universidad de Harvard recopiló datos para elaborar una reconstrucción de los últimos 100 mil años de historia magnética en la Tierra. La investigación más reciente, producto de una colaboración entre la Universidad de Leeds y la Universidad de California, partió de estos resultados y empleó análisis computacional para obtener conclusiones más detalladas.
Por ejemplo, en el artículo mencionan que hace 39 mil años el campo magnético se desplazaba 2.5 grados por año. Algo así ya superaba por mucho el límite de un grado propuesto por estimaciones anteriores. El análisis también sugiere que estas variaciones podrían subir hasta los 10 grados por año.
Es muy importante entender cómo, con qué frecuencia y cuándo evoluciona el campo magnético de nuestro planeta. Esta información resultaría oportuna a la hora de reconfigurar satélites o predecir el momento en que los vientos solares puedan impactar con más intensidad ante una disminución en la intensidad del campo.
“Analizar estas simulaciones proporciona una estrategia útil para documentar cuán rápido suceden estos cambios y si son posibles en periodos de estabilidad magnética, como los que vivimos hoy”, señala la autora del estudio Catherine Constable.