Tomás Mejía procede de una familia de origen humilde otomí, a temprana edad se enroló en el ejército.
Combatió contra los apaches entre 1842-1845, posteriormente participó en la defensa de Monterrey del invasor yanqui en 1846 y posteriormente encabezó cargas de caballería en la batalla de la Angostura en febrero de 1847.
Fue sumamente respetado por sus hombres debido a su temeridad, valor y desprecio hacia la muerte durante el combate.
Cuando encabezaba una carga daba gritos, alaridos, que aprendió al combatir apaches.
Al iniciar un combate le decía a su hombres “vamos muchachos, en nombre de mi madre santísima del Pueblito,adentro!Vamos muchachos, así muere un hombre! Y se lanzaba al combate sable en mano. Hombre devoto hasta la médula,fue un cruzado,defensor de la fe católica de estas tierras.
En junio de 1867 Mariano Escobedo le dió la oportunidad de escapar, pero el dijo que eso sería indigno.
Murió fusilado en el Cerro de las Campanas. Le heredó a su viuda todo su haber: un jacal y una pequeña piara. No hubo ni dinero para sepultarlo.
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