El naturalista inglés Charles Darwin se empeñó en descifrar el camino evolutivo que siguieron las primeras plantas con flores. Este “misterio abominable”, que sigue sin respuesta, lo inquietaba constantemente pues echaría abajo sus teorías sobre la evolución de las especies. Hace poco Richard Buggs, biólogo evolucionista de la Queen Mary University of London, sacó a flote los orígenes del tema en un artículo publicado por la BBC.
En la época que Darwin estaba vivo, un colega intentó refutarlo postulando que la aparición de plantas con flores se dio por intervención divina. En una serie de documentos históricos consta que estos argumentos incomodaban mucho a Darwin, particularmente en sus últimos años de vida. “El misterio se volvió particularmente abominable para él [Darwin] tras la amplia cobertura que recibió el administrador de botánica del Museo Británico al mencionar la intervención divida en la historia de la vida”, señaló Buggs.
El misterio abominable de Darwin.
El propio Darwin acuñó el término “misterio abominable” en 1879. En la correspondencia que intercambió con Joseph Hooker, un botánico y explorador que se hizo muy cercano a Charles, escribió: “el acelerado desarrollo, hasta donde es posible suponer por las plantas superiores en tiempos geológicos recientes, es un misterio abominable”.
Como explicamos brevemente en el primer párrafo, el misterio abominable de Darwin gira en torno al surgimiento de las angiospermas. Es decir, la clase de planta que produce flores y carga semillas en sus frutos. Como señalan los expertos, estas plantas constituyen la mayor parte de todas las plantas vivas estudiadas por la humanidad, que van desde los enormes robles hasta los pequeños nenúfares.
Y es que, si tomamos en cuenta la escala geológica temporal, el surgimiento de estas plantas sucedió hace poco tiempo, relativamente hablando. El aspecto abominable del tema es que las mismas angiospermas, dentro de la misma escala geológica temporal, se diversificaron con mucha rapidez. Eso les permitió constituir una gigantesca familia de diversos tamaños, formas y colores.
“En el registro fósil surgieron hace aproximadamente 100 millones de años, en el periodo Cretácico. Y antes de eso no hay nada que pueda compararse con las angiospermas. Entonces, suponemos que aparecieron repentinamente y en considerable diversidad”, señala Buggs. Para este biólogo, todas esas incógnitas que surgieron en torno a la súbita aparición de las plantas con flores desembocan en el misterio abominable de Charles Darwin.
- ¿Por qué no logramos observar una evolución gradual de las angiospermas?
- ¿A que se debe que no hayamos encontrado formas intermedias entre gimnospermas y plantas con flores?
- ¿Por qué, tras su aparición, se diversificaron tanto?
El enigma de las plantas angiospermas.
A Darwin le intrigaba mucho entender las razones por las que las angiospermas se diversificaron por el planeta tan rápido. Y es que la lógica dicta que los grandes grupos de seres vivos, como los mamíferos, tienden a evolucionar gradualmente. Esa duda del naturalista sugiere que la evolución sucede rápidamente. En consecuencia, se contradice un principio que Darwin consideraba esencial en la selección natural: natura non facit saltum (la naturaleza no procede por saltos).
“No existe nada más extraordinario en la historia del reino vegetal, al menos para mí, que el repentino o abrupto desarrollo de las plantas superiores. Algunas veces especulé si no existieron en algún continente aislado, quizá en el Polo Sur”, escribió Darwin a Hooker.
La crítica de Carruthers.
Mientras laboraba en la biblioteca del Royal Botanic Gardens, Buggs encontró la reimpresión de una ponencia que el botánico escocés William Carruthers impartió en 1876. Carruthers, un archienemigo de Darwin, se valió del misterio abominable para denostar la teoría de la evolución postulada por su colega. “Creía que Dios creó a las angiospermas en el periodo Cretácico. Que estas plantas no evolucionaron”, menciona Buggs.
Darwin y compañía consideraron que la hipótesis de Carruthers era un anatema. Por ejemplo, buscaba sustituir los registros fósiles con una explicación sobrenatural. “En esencia, los puntos que Carruthers cuestionó sobre los registros fósiles eran muy difíciles de explicar en término evolutivos”, señala Buggs.
Buggs cree que esto orilló a Darwin a acuñar la frase “misterio abominable”. “El término transmite la idea de lo que sucedía en la mente de Darwin en la última etapa de su vida. En los últimos años de su vida nos heredó un misterio extra, casi como el Último Teorema de Fermat. El último misterio que atormentó a Darwin antes de apagarse”.
“Ciento cuarenta años después el misterio sigue sin resolverse”, advierte Buggs. “Por supuesto, progresamos mucho en la compresión de la evolución y en el conocimiento del registro fósil, pero el misterio continúa”.
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