La evolución proporcionó a las serpientes dos formas principales de aniquilar presas. Algunas terminan con la vida de sus víctimas inyectando veneno a través de afilados colmillos. Mientras otras recurren a la constricción para estrangular hasta la muerte. Frecuentemente, el veneno de las serpientes es paralizante. Esto significa que inmoviliza a la víctima facilitando el proceso de deglución. Sin embargo, algunas serpientes venenosas poseen un tipo especial de toxinas que empiezan a digerir la presa incluso antes de engullirla.
Hasta hace poco, el consenso general entre los expertos era que todas las serpientes venenosas empleaban ese veneno exclusivamente para cazar. Sin embargo, a últimas fechas surgieron indicios de que algunas especies emplean este recurso como defensa. Un fenómeno promovido por las presiones de la selección natural.
Cobras escupidoras y evolución convergente.
El 22 de enero, en la revista Science apareció un artículo donde se describe a tres especies de serpientes venenosas que perfeccionaron venenos idénticos en épocas y lugares distintos. En biología se conoce a este fenómeno como evolución convergente. Gracias al proceso de selección natural, aparecen soluciones de supervivencia semejantes para solucionar necesidades parecidas.
Las tres especies citadas en el artículo, cobra escupidora de Mozambique (Naja mossambica), cobra escupidora de Nubia (Naja nubiae) y la rinkhals (Hemachatus haemachatus), escupen veneno. Todas son capaces de lanzar la sustancia hasta los 2.5 metros de distancia, alcanzando los ojos de la víctima y causando un dolor instantáneo.
Defensa contra los homínidos.
Curiosamente, dos de estas especies desarrollaron la habilidad de escupir veneno en la misma época que los seres humanos u otros homínidos del género Homo se introdujeron en sus hábitats. Es probable que la capacidad de escupir veneno apareciera como respuesta a la amenaza que representa nuestra especie.
A diferencia de otras serpientes venenosas, las cobras escupidoras agregan una toxina adicional a su veneno: fosfolipasa A2. Además de cegar a los que se aproximan sin protección a la serpiente, la enzima funciona como amplificador del dolor. Hace 7 millones de años, la Naja mossambica desarrolló por primera vez esta habilidad en África. En esa misma época sucedió el linaje evolutivo que llevó a los humanos a separarse del que resultaría en los actuales chimpancés.
Aquellos primates que adoptaron una postura erecta y bipedestación dejaron los bosques para vivir en la sabana, un territorio de paisaje abierto. Entonces, las serpientes tuvieron que adaptarse a la nueva amenaza que representaban aquellos monos caminando sobre dos patas y armados con piedras y palos.
Venenos y serpientes.
Cuando el Homo erectus salió de África, 4.5 millones de años después, en Asia las cobras escupidoras hicieron lo mismo. Era la primera vez que un homínido africano salía del continente que lo vio nacer. La situación de la Hemachatus haemachatus es un misterio, pues no se sabe con precisión en qué momento desarrolló el escupitajo de veneno.
Los científicos sólo saben qué hace 17 millones de años no existía. Entonces, existe cierta posibilidad de que la especie sea lo suficientemente joven como para coincidir con el ascenso de la humanidad. Toda esta información se hace posible gracias al análisis del ADN de las serpientes. Pues partiendo de esos datos se puede crear un árbol filogenético.
Wolfgang Wüster, colaborador del estudio, señaló que las tres serpientes involucradas en la investigación prácticamente presentaban los mismos venenos. Aunque observaron ligeras diferencias en las toxinas individuales, la mezcla de citotoxinas y PLA2 en las tres especies de cobras escupidoras produce inmediatamente el mismo dolor intenso, lo que hace su ataque mucho más eficaz.
Esta información ayuda a aclarar porque algunas serpientes venenosas desarrollaron la capacidad de escupir. Además, explica la existencia de las serpientes no venenosas. “Las estrategias varían entre una especie y otra. El veneno apareció al comienzo de la evolución de las serpientes, algunas lo conservaron e incluso lo potenciaron. Sin embargo, otras lo perdieron porque emplearon estrategias depredadoras alternativas, como la constricción o alimentarse de presas indefensas”, señala Wüster.
El investigador dice que es como preguntar porque todos los depredadores mamíferos no tienen la misma velocidad que los guepardos. “A través de la evolución optaron por estrategias alternativas como la caza por emboscada, sacar las presas de madrigueras o la persecución a larga distancia”, finaliza.
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