En la década de 1880, el infame James Jameson compró una niña de color de apenas 10 años. Por repugnante que parezca, el magnate sólo quería observar a la esclava mientras era comida por caníbales. Esta atrocidad sucedió en una época donde floreció el espíritu aventurero de los grandes herederos europeos. Al igual que muchos otros ricachones, Jameson contrató talentosos exploradores para dirigir sus expediciones.
La expedición por África.
James S. Jameson heredó una gigantesca fortuna amasada por su tatarabuelo, John Jameson. Si te suena el nombre, es porque la familia Jameson fundó la empresa de whisky irlandés homónima. En el año de 1888, el magnate se integró a la Expedición en auxilio de Emin Pasha. Un emprendimiento liderado por el famoso explorador Henry Morton Stanley, quien buscaba adentrarse en África Central.
Supuestamente, el viaje buscaba llegar hasta Sudán para proveer suministros a Emin Pasha. Gobernante de una provincia otomana en la región que acababa de pasar por una revuelta. En realidad, la expedición pretendía anexar más territorios al Imperio colonial belga instaurado en el Congo.
Tal vez no lo sepas, pero la colonización belga se convirtió en un episodio particularmente traumático para los congoleños. El genocidio que aconteció en el Congo, especialmente durante el reinado de Leopoldo II, es uno de los episodios más indignantes de la humanidad. Se estima que, en ese “holocausto del Congo”, nueve millones de personas terminaron asesinadas o mutiladas. La ocupación belga en el Congo sólo buscaba la extracción de látex. Y es precisamente en esta época tan turbia que James Jameson perpetró el abominable crimen.
James Jameson y el episodio con los caníbales.
En su bitácora de viaje Jameson escribió un detallado relato del suceso. Sin embargo, su esposa también divulgó la historia, así como un intérprete llamado Assad Farran que formaba parte de la expedición. En junio de 1888, la última columna expedicionaria encabezada por Jameson se asentó en Ribakiba. Un puesto comercial en los márgenes del río Luluaba, famoso por la presencia de caníbales.
Según las fuentes antes mencionadas, en aquel remoto punto del Congo un curioso Jameson hacía negocios con Tippu Tip. Además de comerciar esclavos, este sujeto ganó fama en la región por “resolver problemas”. En el relato de Farran se dice que el magnate externó a Tippu sus deseos de presenciar un acto de canibalismo.
De hecho, el mismo intérprete comunicó a Morton Stanley los pormenores del evento cuando el explorador regresó para verificar la columna.
Tippu Tip habría hecho tratos con los líderes tribales de la aldea para conseguir una esclava de 10 años. Una pequeña que entregó a James Jameson por apenas media docena de bufandas. Según el intérprete, los líderes se habrían dirigido a los aldeanos con las siguientes palabras: “este es el obsequio a un hombre blanco que anhela ver que la coman”.
“Ataron a la pequeña a un árbol mientras los nativos afilaban los cuchillos. Entonces, uno de ellos la apuñaló un par de veces en el estómago”, describió Assad Farran. Sin aparente remordimiento, el propio Jameson escribió en su diario: “entonces, tres hombres se apresuraron a cortar el cuerpo de la niña. Finalmente, la decapitaron y no quedó una sola pieza. Cada hombre se llevó su trozo al río para lavarlo”.
En ambos relatos se hace énfasis en el hecho de que la niña no emitió un sólo grito durante el ataque. “Extraordinariamente la pequeña no emitió un solo sonido, ni siquiera peleó, hasta que se desplomó”, señaló Jameson.
La pintura de canibalismo por James Jameson.
Ninguno de los expedicionarios hizo el más mínimo esfuerzo por intervenir. “Jameson se dirigió a su tienda, donde detalló los esbozos en acuarela”, señaló Farrad. En el diario del magnate se lee lo siguiente sobre la pintura: “al llegar a la casa procuré dibujar pequeños esbozos de la escena mientras estaba fresca en la memoria”.
Pero la vergüenza no tardó en llegar. Tanto en ese diario como en el relato de su esposa intentaron sacudirse la culpa. Supuestamente, Jameson creía que todo era una broma y jamás pensó que los hombres matarían y comerían a una niña. Por supuesto, eso no explicaba el pago de las seis bufandas. En un lugar como ese, los artículos tenían un valor considerable como para entregarlos a cambio de algo que supuestamente no sucedería. Además, el hecho de que haya pintado la escena tampoco contribuye a la supuesta inocencia.
Justicia divina.
Aunque James Jameson pagó por que mataran a una niña de 10 años por morbo, jamás se le culpó de nada. Y es que tampoco vivió mucho para contarlo, pues poco después murió víctima de una enfermedad desconocida. En 1890, se promovió un juicio para esclarecer los hechos. Por un lado, Morton Stanley buscaba algo de justicia para evitar que asociaran su nombre con el infame acto. Por otro, la viuda de Jameson pretendía limpiar el nombre de su esposo.
El escándalo contribuyó a la suspensión de las expediciones civiles en África. Sin embargo, los gobernantes y sus ejércitos siguieron “civilizando” el continente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario