En un intento por trascender después de la muerte, algunos individuos encomiendan la creación de ciertos epitafios, frases que quedarán gravadas sobre el lugar de descanso eterno. Tradicionalmente, la costumbre dicta que los “muertos descansen en paz”, aunque algunos ven en los epitafios la oportunidad para extender su personalidad más allá de la muerte.
Claro, algunos muertos reciben lápidas muchos años después de su partida, por lo que ni siquiera tuvieron “vela en el entierro” respecto al eterno enigma en que se ha convertido su memoria.
Un terrible recuerdo del pasado.
Esta joven murió completamente abandonada por familia, en la pobreza y procurando un aborto tras quedar embarazada y con el estigma de convertirse en madre soltera. Aunque el trágico desenlace ocurrió en la remota década de 1870, donde la mujer prácticamente no tenía derechos, la muerte de Kate McCormick produjo culpa a quienes crearon su lápida. La terrible historia se resume en unas cuantas líneas:
Kate McCormick, seducida y embarazada por un amigo de su padre, soltera, pereció durante el aborto, la única opción que le quedaba. Abandonada en vida y muerte por su familia. Con una sola rosa de su madre. Sepultada gracias al buen corazón de benefactores desconocidos. Murió a los 21 años, en febrero de 1875.Víctima de una sociedad severa, ten piedad de nosotros.
La princesa que jamás regresó a casa.
En 1982, localizaron el cuerpo de una adolescente en las inmediaciones del cementerio Cedar Ridge, en el condado de Warren, Nueva Jersey. La golpearon hasta dejarla sin vida, y se deshicieron del cadáver arrojándolo a un barranco adyacente al cementerio. Aunque aparentemente gozaba de buena salud y vestía ropa de marca, jamás la reclamaron y sus asesinos tampoco recibieron un castigo.
Por eso, en su lápida la refieren como “Princesa Doe” (Jane Doe es el nombre de uso múltiple que se otorga en Estados Unidos a una mujer cuando se desconoce su verdadero nombre. El de los hombres es John Doe).
El enano que viajó dentro de un pastel para Carlos I de Inglaterra.
Jeffery Hudson, apodado el Enano del Rey, fue uno de los bufones predilectos del rey Carlos I y su esposa, Enriqueta María de Francia. Llegó a convertirse en un respetable narrador de historias en la corte inglesa, aunque se especula que antes fue esclavo y espía. Una de sus más grandes hazañas fue ocultarse al interior de un pastel, desde donde saltó para sorprender al rey. Eventualmente, se ganaría el mote de Lord Minimus. Murió sin pena ni gloria a finales del siglo XVII, exiliado y sepultado en una fosa común.
La joven asesinada por “lobos humanos”.
Esta historia no es sobre hombres lobo y, precisamente, es lo que la vuelve más triste que aterradora. En 1917, el Dr. A.H. Yates terminó en prisión tras realizar un procedimiento abominable que terminó con la muerte de la paciente. Aunque la negligencia médica no es ajena a nuestros tiempos, en este caso hablamos de un aborto: actividad que en la época era extremadamente ilegal y totalmente riesgosa.
Por eso, cuando Katherine Cross decidió practicarse uno, terminó muerta junto con el feto. Al final, el médico fue puesto en libertad y se desestimaron todos los cargos en su contra. La única satisfacción que recibió la familia Cross fue el epitafio que permanece sobre la tumba de la joven.
El bebé monstruo.
En esa época, hablamos del siglo XIX, no era común ver el término “Monstruo” como apellido, y mucho menos sobre una lápida. Solía utilizarse para referir algo o alguien con una grave deformidad física. Lo que significa que este pequeño de cuatro meses fue víctima de una seria deformidad que probablemente le costó la vida.
Pese a esto, resulta un poco inquietante que durante esos casi cinco meses de vida no le hayan dado un nombre. Por algún motivo, fue sepultado como “Bebé monstruo”.
Eugene: el negro cuyo cadáver estuvo expuesto tres décadas.
En 1929, el cuerpo de un hombre de raza negra fue encontrado al costado de una carretera en el estado de Ohio, Estados Unidos. Jamás lo reclamaron y las autoridades no pudieron averiguar su procedencia. Llevaba una pequeña nota con una dirección, pero daba a un lote baldío. Como el vecino más cercano a este lugar se llamaba Eugene, las autoridades decidieron llamarlo así.
Por inaudito parezca, omitieron el paso donde lo arrojaban en una fosa común y lo pusieron en exhibición en la carretera. Le cambiaban el traje cada año, y la momia de Eugene sirvió como atracción turística durante 35 años. Finalmente, en 1964 lo dejaron descansar en paz y le obsequiaron una lápida.
Los “especímenes” en el cementerio de un manicomio.
En el cementerio del Athens Lunatic Asylum, localizado en Ohio, Estados Unidos, es posible encontrar numerosas lápidas, pero hay dos que destacan de una forma inquietante. En lugar de gravar un nombre o fecha, estas lápidas solamente especifican “Especímenes”.
Tomando en cuenta la macabra reputación de este asilo, han surgido numerosas teorías y una señala que podría tratarse de niños que murieron durante experimentos con fármacos no aprobados, pero no hay nada que corrobore la identidad de esta tumba.