Hace más de 170 años inició una expedición que culminaría en una terrible catástrofe cuando el comandante inglés John Franklin se disponía a localizar el mítico paso del Noroeste. La mañana del 19 de mayo de 1845, la tripulación zarpó de Greenhithe, Inglaterra, en una misión que parecía destinada a la gloria. Quizá fue una simple coincidencia, pero los nombres de las embarcaciones resultaron proféticos: HMS Terror y HMS Erebus (este último nombrado en honor a la personificación de la oscuridad en la mitología griega y nombre de un recinto en el Hades).
En el siglo XIX, uno de los objetivos más importantes para la navegación era descubrir un camino que permitiera ir del Atlántico al Pacífico sin tener que rodear por Sudamérica. Recordemos que el canal de Panamá se inauguró oficialmente hasta 1914. El paso del Noreste representaba una enorme ventaja estratégica y comercial para el país que lograra dominar la ruta. Este camino se ubicaría cerca del círculo polar ártico y conectaría al estrecho de Davis con el estrecho de Bering mediante una serie de canales que atravesaban el hielo.
Una expedición ideal.
Descifrar el paso del Noreste requería de hombres capaces, por lo que el Almirantazgo británico organizó la expedición de la mejor forma posible, poniendo a la cabeza del emprendimiento al experimentado Franklin que ya había realizado dos exploraciones exitosas en el Ártico, una de 1819 a 1822 y la otra entre 1825 y 1827, por aquel entonces bajo las órdenes del Almirante Nelson.
El Terror y el Erebus eran embarcaciones resistentes equipadas con tecnología de navegación moderna, además que transportaban suministros suficientes para aguantar hasta cinco años de expedición. El Almirantazgo estaba consciente de que la tripulación podía quedar estancada en pleno Ártico durante el invierno, y consideró un plan de acción. Durante una entrevista, el arqueólogo Simon Mays apuntó que “ser un explorador polar de la Marina británica en el siglo XIX era un trabajo increíblemente seguro. El índice de mortalidad era de apenas el 1%”.
Durante el viaje por el Atlántico, la expedición hizo dos escalas: una en las Islas Orcadas, en Escocia, y otra en la bahía de la Isla Disko, en Groenlandia. En esta última escala enviaron correspondencia a Gran Bretaña y de los 134 marineros que integraban la tripulación, 5 regresaron.
A finales de julio, dos balleneros avistaron al HMS Terror y HMS Erebus en la bahía de Baffin, en las proximidades del estrecho de Lancaster. Supuestamente, se dirigían a las islas del Ártico canadiense. Aquella fue la última vez que se les vio.
Pesadilla en el Ártico.
Pasaron tres años y no se tuvo noticia alguna de la expedición, por lo que Lady Jane, esposa de John Franklin, exigió al Almirantazgo que organizara una misión de búsqueda de las embarcaciones desaparecidas. Finalmente, en 1850 un grupo de embarcaciones británicas y estadunidenses encontraron los primeros indicios de la expedición: las tumbas de tres tripulantes en la Isla Beechey.
En años posteriores, los exploradores siguieron encontrando pertenencias de los prisioneros y escucharon algunos relatos de los inuit que aseguraban haber divisado a una de las embarcaciones hundirse. En 1859, otra expedición logró dar con un mensaje donde se decía que Franklin y otros 27 tripulantes habían perecido un año antes.
Hasta hoy, la hipótesis más aceptada es que, tras la muerte de los primeros hombres, la tripulación decidió abandonar las embarcaciones y recorrer 1,600 kilómetros hasta el puesto comercial más cercano. Obviamente, el plan salió mal. Incluso los inuit suelen evitar esta zona debido a la escasez de comida. Todos morirían a casi 300 kilómetros de distancia.
Misterio sin resolver.
Durante más de un siglo y medio se enviaron alrededor de 90 expediciones para descubrir lo que había sucedido con la tripulación de Franklin. En 1980, un grupo de arqueología de la Universidad de Alberta, en Canadá, descubrió los cadáveres de tres marineros. En el año 2014, los restos del HMS Erebus fueron localizados cerca de la Isla del Rey Guillermo, y dos años después serían descubiertos los del HMS Terror.
Además, los arqueólogos descubrieron señales de cortes en los huesos de los tripulantes. Probablemente, cuando los suministros se agotaron los marineros empezaron a alimentarse con carne de sus colegas muertos. Los hallazgos corroboran los antiguos relatos de los inuit, que aseguraban haber presenciado actos de canibalismo.
Durante todos estos años el destino de la tripulación que comandaba John Franklin sigue siendo un misterio. Se desconocen las condiciones que propiciaron la muerte de los hombres o porque decidieron abandonar las embarcaciones. Mays supone que enfermaron de escorbuto o se contaminaron con plomo, lo que habría terminado con la vida de los primeros hombres y afectado la capacidad de pensar del resto.
Tras servir de inspiración para diversas producciones literarias y cinematográficas, la catástrofe en el Ártico también sirvió como trama para la serie The Terror, de AMC. En este caso, el desastre se explica por una serie de eventos sobrenaturales. Una versión más próxima a la realidad puede verse en Passage, una película canadiense de 2008.