El resultado del experimento está sacudiendo a la comunidad científica, pues la semana pasada se supo que investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, lograron que las células cerebrales volvieran a funcionar varias horas después de la muerte. La técnica aplicada permitió reanudar la actividad en neuronas de animales cuya muerte cerebral aconteció hasta cuatro horas antes. Un hito importantísimo para la ciencia.
BrainEx y las neuronas que regresaron de la muerte.
En el experimento se emplearon 32 cerebros provenientes de cerdos sacrificados varias horas antes para consumo humano. La figura principal es BrainEx, el sistema que se encargó de bombear un fluido artificial en el cerebro de los cerdos. Este fluido abastecía los vasos sanguíneos del órgano con oxígeno, glucosa y otros componentes esenciales, haciendo las veces de sangre artificial.
Tras un periodo de seis horas continuas de irrigación con este fluido, el tejido cerebral empezó a funcionar parcialmente. De hecho, las células reanudaron funciones como el consumo de glucosa para la producción energía y descartaron residuos, como el dióxido de carbono. Por si fuera poco, reaccionaron a las sustancias suministradas por los investigadores.
Cuando las células nerviosas de la corteza prefrontal fueron puestas bajo el microscopio, aparentemente funcionaban con normalidad. Mientras uno de los cerebros conectados a BrainEx logró mantener su funcionamiento durante tres días, aquellos que no recibieron la sangre artificial empezaron a deteriorarse inmediatamente, como se esperaría en un cerebro sin vida.
Un órgano resistente a la muerte.
Para comprender el significado de este experimento en la ciencia, entendamos que estos resultados comprueban que el cerebro de los mamíferos es mucho más resistente de lo que suponíamos. Sí, desde hace mucho sabemos que la muerte no se produce al instante. Por ejemplo, abundan los relatos de personas que “regresaron” de la muerte o individuos resucitados mucho tiempo después que se les declarara clínicamente muertos. Sin embargo, este vínculo siempre nos pareció más definitivo a nivel celular.
Cuando el cerebro deja de recibir flujo sanguíneo, en cuestión de segundos las células cesan funciones y las conexiones entre neuronas se interrumpen. Aparece una pérdida de conciencia y posteriormente se desata una reacción en cadena, donde el Sistema Nervioso Central (SNC) termina desconectando todo el cuerpo. Si el flujo sanguíneo no se restablece, en cuestión de minutos la muerte sucede.
La “muerte encefálica” es el criterio fundamental al que se remiten los médicos para declarar muerta a una persona. Por ejemplo, solamente cuando ésta se confirma es que se autoriza la donación de órganos del fallecido.
Ahora, date cuenta que la técnica que emplearon los científicos se aplicó a cerebros cuya actividad había parado cuatro horas antes, en el preciso instante que los cerdos perdieron la cabeza y les retiraron el cerebro del cráneo. Esto es revelador pues va contra lo establecido en los criterios médicos.
¿Por qué habría de declararse muerta a una persona si aún es posible recuperar su actividad cerebral? ¿Qué significa la muerte de un cuerpo si, como constataron, las células todavía son capaces de reanudar su actividad vital?
No es lo mismo un cerebro vivo que uno activo.
Katharina Busl, profesora de neurología en la Universidad de la Florida, dice: “está cada vez más claro que la muerte abarca una amplia gama de tonos de gris, y lo más lógico es esperar que dicha gama crezca todavía más con los avances de la ciencia”.
¿Entonces, sería posible mantener al cerebro “vivo” indefinidamente con BrainEx? Por ahora no, y es que los científicos no han logrado determinar la durabilidad de la sangre artificial. Además, mantener un órgano vivo no necesariamente impide o retrasa el proceso natural de envejecimiento.
Los investigadores aclaran que todavía no es posible poner a prueba la técnica en el cerebro de una persona recién fallecida. El fluido que emplean para “revivir” al cerebro no incluye diversos componentes que se encuentran en la sangre humana, como las células inmunes, por lo que el experimento tendría que adaptarse. “Desde el punto de vista clínico, no es un cerebro vivo, sino un cerebro con células activas”, explica Zvonimir Vrselja, colaborador del estudio.
Estudiando el cerebro directamente.
Pero, lo que sí se hace posible con BrainEx es mantener un cerebro vivo lejos del cuerpo durante una mayor cantidad de tiempo. Esto podría resultar útil para estudiar la forma en que las enfermedades vasculares, como los infartos, terminan comprometiendo el suministro de sangre al órgano. De hecho, una vez aislado el cerebro incluso se pueden probar fármacos que actúen directamente sobre el órgano sin tener que lidiar con el resto del organismo.
Precisamente, debido a que BrainEx fue puesto a prueba fuera del cuerpo es que la idea de un trasplante de cerebro, o incluso una reversión en caso de muerte encefálica, se mantiene distante. Uno de los mayores retos que implica retirar el órgano del cuerpo y recuperar sus funciones es la reconexión a la columna vertebral. Esta es la única forma de garantizar que los estímulos del SNC viajen por todo el cuerpo. El mismo problema aparece cuando se piensa en un cerebro criogenizado que pretende se resucitado años después.
Otra cosa muy distinta es la capacidad de retornar la conciencia a un cerebro. Para lograr algo así, primero debemos entender cómo funciona y qué tanto depende de las conexiones en el sistema neuronal. Los resultados se hicieron públicos en la revista Nature.