En julio de 2015, la atmósfera de los suburbios de San Petersburgo, Rusia, se llenó con un hedor macabro proveniente de un terreno baldío en un barrio apacible. Los animales se comportaban de forma inusual al pasar frente al lugar y, eventualmente, los bomberos intervinieron sospechando que algún animal había muerto. Al ingresar, se toparon con siete bolsas negras para basura esparcidas en el área. La pestilencia era insoportable, y cuando uno de los bomberos abrió una de las bolsas reculó al instante. Se trataba de restos humanos.
La abuela asesina de Rusia.
Cuando rebobinaron las grabaciones, observaron a una mujer (también de la tercera edad) transportando aquellas bolsas de basura una a una, haciendo siete viajes en total. En otra toma observaron la dirección que siguió la mujer al retirarse. Al analizar la escena, los oficiales encontraron un rastro de sangre (supuestamente una de las bolsas goteaba) que los condujo hasta un modesto condominio.
Abordaron a los residentes preguntando por mujeres de la tercera edad, y solamente encontraron dos: una mujer de 79 años llamada Valentina Ulanova y su acompañante Tamara Samsonova, de 68 años.
Los agentes tocaron la puerta del apartamento donde vivían las ancianas y Samsonova les abrió. Antes que los policías tuvieran oportunidad de exclamar algo, la mujer asintió con la cabeza y dijo “¡Fui yo!”. La confesión tomó por sorpresa a los agentes, sobre todo porque esta asesina confesa no parecía el tipo de persona capaz de cometer un acto tan terrible.
Los invitó a entrar a su departamento y les soltó otra confesión todavía más escalofriante: “no es mi primer asesinato, he matado a otras personas”. Esa misma noche, en una delegación de policía de San Petersburgo, una historia llena de locura y perversidad por fin empezaba a ver la luz. Mientras tanto, los policías seguían escudriñando la residencia de las ancianas y descubriendo toda clase de artículos macabros que solo una mente retorcida y enferma puede llegar a coleccionar.
La casa de los horrores.
En el baño encontraron la evidencia irrefutable de que allí tuvo lugar el descuartizamiento del cuerpo. Al interior de la bañera todavía se observaban sierras y cuchillos con costras de sangre sobre el filo. Algunos trozos del cuerpo fueron envueltos en aluminio y cuidadosamente almacenados en el refrigerador.
Pero, la peor parte la encontraron sobre la estufa: la cabeza de Valentina había sido cocinada dentro de una olla de presión para facilitar su manejo. Aquel sitio tenía la apariencia de una carnicería descuidada, empeorada por un hedor insoportable a putrefacción.
Se solicitó la presencia del Comité de Investigación de Rusia (la “FBI rusa”) para evaluar la situación y corroborar qué tanto tenía de cierto la historia de Samsonova. Le hicieron un interrogatorio preliminar y los detectives no podían creer lo que aquella anciana empezó a contar.
La anciana de apariencia dócil y maternal confesó sentir una profunda fascinación por Andrei Chikatilo, uno de los peores asesinos en serie que vio la antigua Unión Soviética. Samsonova vivía tan fascinada por los crímenes del “Carnicero de Rostov” que conocía toda clase de detalles sobre su historia y coleccionaba recortes sobre él. “Algo en él me atrajo, su historia y las cosas que hizo”, confesó la mujer.
Tamara Samsonova: pasión por el mal.
Tamara Samsonova nació en 1947 en el Krai de Krasnoyarsk, en el seno una familia que tenía conexiones con el gobierno comunista y disponía de un estilo de vida relajado. Su infancia fue completamente normal y viajó a Moscú para terminar una licenciatura en letras, después estudió idiomas y dominó muy bien el inglés y alemán. En 1971, tras contraer matrimonio con Alexei Samsonov terminó mudándose a San Petersburgo.
El asesinato de Valentina Ulanova.
Su habilidad como traductora le permitió desempeñarse en una conocida agencia de viajes. En el año 2000, supuestamente el esposo la abandonó y su vida empezó a complicarse. Por eso, desde hacía varios años vivía (y trabajaba) con Valentina Ulanova. En el interrogatorio confesó haber privado de la vida a su patrona tras una discusión en la que esta le dijo estar cansada de su presencia. Samsonova temía que la corriera y entró en pánico.
Tras suministrar Fenazepam en altas dosis a Ulanova, terminó el trabajo sofocándola con una bolsa de plástico. La idea de descuartizar el cuerpo vino después, cuando empezó a descomponerse. Pero, antes de tomar la decisión final de deshacerse del cuerpo, la anciana confesó a los atónitos detectives que procuró deshacerse de la mayor cantidad de restos posibles, cocinando y comiendo a su víctima. Había logrado deshacerse de al menos medio kilogramo de su compañera de esta forma.
Cuando parecía que la confesión no podía empeorar, los detectives le preguntaron sobre las otras víctimas. La anciana asintió con la cabeza y dijo: “preparen algo de café, esta historia es larga”.
“Baba Yaga” de la vida real.
En la vida cotidiana rusa, la prensa ya apodaba a Samsonova la “abuela destripadora” y Baba Yaga, una mítica bruja que el folclore ruso recuerda por sus hábitos de matar y cocinar a sus víctimas. Sin embargo, ni siquiera sospechaban lo que estaba por suceder.
Al principio, la anciana confesó que antes de ir a vivir con Ulanova había asesinado a un hombre que le alquilaba una habitación. También señaló que se deshizo del cuerpo descuartizándolo, comiendo algunas partes y tirando el resto en diversos puntos de la ciudad. “Maté a mi inquilino, un hombre llamado Volodya. Corté su cuerpo en pedazos en el baño usando un cuchillo de cocina, lo puse en bolsas de plástico y las tiré en alcantarillas del distrito de Frunzensky”. Cuando le preguntaron por la fecha, mencionó que habría sucedido en 2006.
La abuela asesina les dijo que como el plan le había funcionado, pretendía repetirlo. Pero debido a su edad le resultó difícil cargar las bolsas y por eso decidió arrojarlas al terreno baldío.
Viuda negra.
Evidentemente, los agentes del Comité de Investigación la cuestionaron sobre la desaparición de su esposo Andrei Samsonov. Tomó algo de tiempo, intentó negarlo varias veces, pero al final confesó que también lo había asesinado y dispuesto de su cadáver con el mismo modus operandi.
Los diarios de crímenes de Tamara Samsonova.
En el apartamento de Samsonova los oficiales encontraron objetos extraños que llamaron su atención de inmediato. Entre los numerosos libros sobre el caso Chikatilo, también descubrieron volúmenes sobre hechicería, satanismo y ocultismo. Sin embargo, la pieza clave fue una colección de diarios que escribió la mujer durante más de quince años en cuyas páginas se detallaban no uno o dos asesinatos, sino decenas de homicidios.
Escritos en ruso, inglés y alemán, estos diarios proporcionaron a los oficiales información detallada sobre las víctimas y las circunstancias que llevaron a cada crimen. Se hacía mención de la forma en que Samsonova desechaba los cadáveres, frecuentemente recurriendo a la estrategia de descuartizarlos y comerlos. En un párrafo de 2002, la mujer escribió: “estoy harta de comer ese cadáver, no aguanto más ni un pedazo, me voy a deshacer de los restos de una vez por todas”.
Tuvieron que designar a un equipo especial de agentes para dar lectura a cada uno de los escritos que redactó la anciana. Las partes escritas en alemán e inglés generalmente hacían referencia a los crímenes cometidos, probablemente con la intención despistar a las personas que pudieran tener acceso a los diarios. La policía estimó que la anciana llegó a describir 11 asesinatos en un periodo de 15 años. Entre las víctimas se encontraban vecinos, inquilinos, el esposo y hasta la suegra. Ningún cadáver fue recuperado y creen que hoy es imposible hacerlo.
Cuando la confrontaron con esta evidencia, la mujer no reaccionó. En lugar de corroborar la veracidad de los diarios, se limitó a decir que prefería no hablar más pues en los diarios tenían todos los detalles.
Juicio y sentencia.
Cuando la presentaron en la corte, “Baba Yaga” se mostró sonriente y lanzando besos a los medios de comunicación que se dieron cita en el lugar. Cuando el juez determinó mantenerla en custodia, la mujer le agradeció diciendo que temía no tener un lugar donde pasar la noche. El fiscal alegó que la anciana representaba un peligro para la sociedad y un psiquiatra atestiguó que existía el riesgo de que volvieran a matar pues no mostraba signo alguno de arrepentimiento o comprensión sobre la gravedad de sus actos.
Al terminar el juicio, Tamara Samsonova fue recluida en un hospital mental en la ciudad de Kazan, especializado en la custodia de criminales dementes. La policía continúa investigando su participación en al menos 14 homicidios, pero algunos sospechan que pudo haber matado al menos a 21 personas. Si no se hubiera descuidado, aquella abuela sonriente de apetito voraz habría muerto en la total impunidad.