Independientemente de la doctrina religiosa que se profese, “Jesús” es un nombre reconocido en prácticamente todo el planeta. Sin embargo, muchos cristianos se sorprenderían al saber que el nombre del personaje al que veneran e imploran, de hecho, ni siquiera era “Jesús”. Aunque una afirmación como esta parezca tierra fértil para la controversia, en realidad es un problema de traducción. Y es que Yeshua, el auténtico nombre de Jesús, evolucionó durante miles de años en un caso de transliteración.
Los orígenes del nombre “Jesús”.
Obviamente, en la época que Jesús existió el español aún estaba muy lejos de aparecer, de igual forma cuando se escribió el Nuevo Testamento. Recordemos que Jesús era judío, al igual que todos sus seguidores, por lo que probablemente tenían nombres hebreos, aunque su lengua era el arameo. Una de las evidencias más sólidas de que Jesús era llamado de forma completamente distinta por sus contemporáneos es que el sonido de la “J” no existe en hebreo ni arameo.
Por eso, muchos eruditos creen que el verdadero nombre del mesías cristiano fue “Yeshua”, nombre muy común entre los judíos que vivieron en la misma época que Jesús. De hecho, los arqueólogos han encontrado el nombre grabado en decenas de cuevas funerarias en Israel, mismas que habrían sido construidas en la época histórica que Jesús habría estado con vida. ¿Entonces, por qué si había tantos “Yeshuas” en aquel entonces, el nombre de Jesús se convirtió en algo tan especial?
Transformado en las traducciones.
Adaptar los nombres era una práctica común en el área de la traducción, y es que muchas veces los sonidos de idiomas antiguos no resultaban compatibles con los presentes en idiomas modernos. Incluso en nuestros días, la pronunciación de “Jesús” difiere mucho entre un idioma y otro. Por ejemplo, Jesús tiene los mismos caracteres en español e inglés pero, mientras nosotros pronunciamos la “J” con un tono intermedio entre G y H, la pronunciación en inglés es fuerte con la misma “J” y parecida a una “Y” en español.
Fue precisamente a causa de una transliteración parecida que “Yeshua” terminó convirtiéndose en “Jesus”. El alfabeto griego, idioma original en que fue escrito el Nuevo Testamento, es radicalmente distinto al hebreo y, por si fuera poco, no cuenta con el “sh” requerido en la pronunciación de “Yeshua”. Así, optaron por reemplazar “sh” por “s” en Yeshua y agregar una “s” al último para definir el género masculino del idioma. Pero, cuando la Biblia fue traducida del griego original al latín, el nombre sufrió una nueva alteración y lo convirtieron en “Iesus”.
En Juan 19:19-20 puede leerse: “Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”. Juan después señala que la inscripción se encontraba escrita en hebreo, griego y latín. De hecho, la inscripción se ha vuelto estándar en las representaciones occidentales sobre la crucifixión de Jesucristo mediante la abreviatura “INRI”, siglas que provienen de la oración en latín Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, o “Jesús el Nazareno Rey de los Judíos”.
¿Cómo Yeshua se convirtió en Jesús?
Como la Iglesia adoptó el latín como idioma oficial, la versión latinizada de “Yeshua” se popularizó como el nombre de Cristo por todo el continente europeo. De hecho, en la publicación original de la Biblia del rey Jacobo, en 1611, aparecía el nombre “Iesus”.
No está del todo claro en qué momento de la historia aconteció la transformación final del nombre a “Jesús”, aunque entre los historiadores hay cierto conceso sobre la influencia suiza en el término.
En Suiza, la pronunciación de la “J” es más próxima a la “Y” del español, o al latín “Ie” presente en “Iesus”. Cuando María I de Inglaterra ascendió al trono en 1553, muchos eruditos protestantes huyeron de los dominios de la Corona inglesa y terminaron refugiados en Ginebra. Fue precisamente en esta ciudad donde algunas de las mentes más brillantes de Inglaterra redactaron la Biblia de Ginebra, donde ya se emplea el término “Jesús”.
Esta obra gozó de mucha popularidad y, de hecho, de la Biblia de Ginebra surgieron las citas de poetas importantes como John Milton y William Shakespeare. Así, el nombre que utilizamos hoy para referir a Jesús es una adaptación en español de una transcripción alemana que provenía de una transcripción del latín cuyo origen partió de una transcripción griega a un nombre originalmente hebreo.