jueves, 20 de diciembre de 2018

¿Matar una vaca es diferente a matar un perro?

Desde mi particular punto de vista, perros y vacas no son iguales. Pese a que las dos especies tienen algo muy en común: ambos figuran como seres vivos artificiales. Es decir, ni uno ni otro existía en la naturaleza (al menos no de la forma en que los conocemos). Tanto los perros como las vacas son producto de la selección artificial, en un proceso que ha venido desarrollándose desde hace más de 15,000 años y que ha acelerado de forma brutal en los últimos dos siglos.
perro paseando en el parque

La principal diferencia es que las vacas se “construyeron” para la producción de altos volúmenes de carne y leche. Por otro lado, los perros fueron seleccionados para emular a los bebés humanos. Determinadas razas de perro asemejan muñecos porque, en el fondo, es lo que son. Los humanos empezamos a alimentar y cuidar de los lobos más dóciles porque nos ofrecían cierta protección contra otros animales salvajes. Sin embargo, en el proceso también fuimos eligiendo a aquellos más cariñosos y dependientes para reproducirlos, y matamos a los más bravos, que todavía conservaban su comportamiento salvaje.
A través de los últimos 15,000 años, estos descendientes de lobos domesticados empezaron a sufrir mutaciones genéticas lo suficientemente importantes como para ponerles un collar y convertirlos en “peludos llenos de amor” incapaces de sobrevivir en estado salvaje. Si pones a un chihuahua en la casa de cualquier persona, probablemente pase una década haciendo toda clase de cosas tiernas, y es que genéticamente lo programamos para que se comportara como un cachorro eterno. Pero, si dejas a un chihuahua en la naturaleza, lo más seguro es que termine devorado por los mosquitos.
Algo muy interesante sobre las vacas es el tamaño de su población. Algunas estimaciones sugieren que en el mundo existen alrededor de 1,000 millones de cabezas de ganado. En México hay más de 31 millones de reses: una cabeza de ganado por cada cuatro mexicanos. En estado salvaje, estos números harían figurar a las vacas entre las especies más exitosas de la historia. 

La psicología evolutiva.

Pero no es así. Existen mil millones de vacas solamente porque hay más de 7,000 millones de humanos que las comen. Si no hubiera demanda de carne, su número sería extraordinariamente inferior, cientos de millones de cabezas de ganado simplemente dejarían de existir. Y la actividad humana respecto a las vacas no es un asunto de depredación, sino de la ingeniería biológica.
vaca con etiqueta en la oreja
Evidentemente que está el tema de la ética en el ámbito de la ingeniería biológica, algo que también se extrapola al mundo de los perros. Por ejemplo, los perros de la raza pug suelen nacer con una enfermedad respiratoria grave, una condición que solamente les produce sufrimiento a lo largo de su vida, y únicamente para que conserven esas facciones redondas tan parecidas a las de un humano recién nacido, situación que a las personas de esta época les parece “tierna”.
El punto es que no podemos defender o acusar a los que se dedican a la crianza de animales, a los que comen animales, o a quienes procuran su defensa. Lo que si podemos hacer es entender que no existe un debate integral y completo, sobre ningún tema, si no volteamos a ver el aspecto de la psicología evolutiva.
Desde el punto de vista de esta psicología evolutiva los perros forman parte de eso que llámanos “humanidad”. Para cualquier efecto, el conjunto de los humanos está integrados por dos especies: Homo Sapiens y Canis Familiaris (o Felis Catus que también pelea por ese lugar, pero estos no han pedido ese aire de salvajes). Las vacas no. No forman parte de nuestro círculo más íntimo. Como tampoco lo hacen las lechugas (que tampoco son menos seres vivos que las vacas, los perros o los bebés). Si pudieras preguntarle a una lechuga si desea ser comida en la etapa más esplendorosa de su vida, probablemente te respondería que esperaba terminar su breve existencia de otra forma, aunque de todas formas le vas a clavar el tenedor y la llevarás a tu boca.