sábado, 15 de diciembre de 2018

La tragedia del ballenero Essex que inspiró “Moby-Dick”

Esta es la épica historia de una ballena que logró hundir una embarcación e inspirar uno de los grandes clásicos en la literatura. Sí, hablamos de “Moby-Dick”, una novela inspirada en acontecimientos reales del 20 de noviembre de 1820, cuando un ballenero llamado Essex fue víctima de un feroz ataque perpetrado por uno de estos gigantescos mamíferos. Los tripulantes de este barco habían navegado por el Océano Pacifico durante más de un año cazando ballenas para extraer el preciado aceite comercializado con diversos fines, desde la lubricación de maquinaria industrial hasta la iluminación pública.
Balenero Essex
Escena de la película En el corazón del mar (2015), otra obra basada en el naufragio del Essex.

Aquel día de noviembre, pasaría a la historia como el único registro confirmado de un ataque de ballena contra una embarcación. Como resultado, toda la tripulación quedó a la deriva durante varios meses, viéndose obligados a sobrevivir de formas inimaginables, como canibalizar a sus colegas muertos para soportar el hambre.

El ataque de una gran ballena.

Desde el comienzo del siglo XIX, la extracción de aceite de ballena figuraba como una actividad económica importante para diversos países. Nantucket, una isla al sur de Cape Cod, en Massachusetts, Estados Unidos, figuraba como uno de los más grandes centros balleneros del mundo. Decenas de embarcaciones zarpaban o anclaban en este punto todos los días. Los marineros conocían perfectamente las rutas, y generalmente se dirigían rumbo al sur, por el Atlántico. Estos balleneros no volvían a puerto hasta que sus bodegas estaban a tope, y lograr esto implicaba llegar al Océano Pacifico a través una extensa ruta alrededor de Latinoamérica.
puerto de Nantucket
Aquel trágico 20 de noviembre, el Essex ya transportaba una carga equivalente a casi mil barriles de aceite, un poco por arriba de su capacidad máxima. Con un cielo despejado y vientos calmos no podían conseguir mejores condiciones para continuar con la empresa. En determinado momento, avistaron un grupo de cetáceos a la distancia y lanzaron sus botes al mar.
El Primer oficial del Essex, un hombre llamado Owen Chase, pronto tuvo que regresar al ballenero pues la cola de una ballena había dañado su bote (cabe aclarar que era una situación muy rutinaria durante la cacería de ballenas).

Hombre al agua.

Este fue el inicio de la tragedia. Mientras el grumete Thomas Nickerson ayudaba a Chase con la reparación del bote, observó algo inusual: un cachalote macho con la cabeza repleta de cicatrices, aproximadamente 28 metros de largo y unas 8 toneladas de peso. Era un animal intimidante para cualquier efecto. Pero el tamaño no era lo único preocupante, también su ubicación, pues estaba a unos 40 metros del barco y se dirigía a toda prisa contra el Essex mientras azotaba ferozmente su enorme cola de seis metros en la superficie del agua.
Ballenero Essex golpeado por un cachalote
Nos quedamos viendo unos a otros totalmente aterrados, casi mudos”, escribió Chase en un relato titulado “Narración del más extraordinario y desastroso naufragio del ballenero Essex”, donde detalló lo sucedido aquel día. La verdad es que todo transcurrió extremadamente rápido. Con un golpe contundente, el cachalote embistió la proa del Essex. Después, pasó por debajo de la embarcación, arrancó la quilla y salió por el otro lado. Se alejó un poco y volvió a embestir la embarcación. Esta vez impactó el barco a gran velocidad justo por debajo del ancla.
El ballenero estaba condenado. El gigantesco cachalote se alejó del caos y jamás volvió a ser visto.

Una historia de terror en el Pacífico.

Owen Chase se había integrado a la tripulación del Essex con apenas 17 años, en 1815. Aquella era la primera ocasión en que se desempeñaba como Primer oficial, el último rango antes de convertirse en capitán. Nickerson era el más joven de los marineros y un completo neófito en la cacería de ballenas. Aunque tenía 14 años, desde mucho antes había tomado la decisión de pertenecer a un ballenero. Nadie sospechaba que el Essex, una embarcación con más de 20 años en el mar, llevaba a cabo su última cacería.
naufragos frente a la cola de una ballena
La tripulación se había preparado para navegar hasta tres años antes de tomar un descanso largo. Durante el ataque todo se volvió desesperación, aunque el instinto llevó a Nickerson, Owen y otros hombres a recolectar la mayor cantidad de suministros posibles entre los destrozos de la embarcación. A la distancia, los otros tripulantes del ballenero que habían salido a dar caza a las ballenas desde el comienzo observaban incrédulos.
Nadie exclamó palabra alguna durante varios minutos”, relató Chase. Al final, los náufragos lograron rescatar varios cientos de kilogramos de galletas, instrumentos de navegación, algunas tortugas que habían capturado en las Islas Galápagos y un poco de agua potable.

Los náufragos del Essex.

Ya cuando el sol brillaba en lo más alto, los hombres se habían dividido en los tres botes y analizaban sus dos opciones: intentar alcanzar la muy distante costa de Sudamérica o procurar llegar a las Islas Marquesas, a 2,000 kilómetros de distancia en la Polinesia Francesa. Se decantaron por la primera opción, y no porque fuera más fácil, sino por los rumores de que en las Islas Marquesas habitaba una tribu de caníbales. Aquella decisión sería tan trágica como el propio hundimiento del Essex.
islas marquesas en la polinesia francesa
Islas Marquesas
Las inclementes aguas del Pacífico enseñarían a estos náufragos el significado de supervivencia extrema. Además del trauma psicológico que les produjo el hundimiento del ballenero, la naturaleza no parecía favorecerles. Los fuertes vientos alejaban los botes del destino propuesto y el agua salada solía empaparlos agravando todavía más las bajas temperaturas de la región. El Sol les quemaba la piel dejando dolorosas llagas y empezaron a perder el cabello.
El contratiempo más grande al que se enfrentaron fue la falta de alimento. Aunque lograron rescatar suministros del Essex, el aporte calórico representaba apenas una tercera parte de lo que debían consumir a diario. Peor aún: a los pocos días de viaje una potente ola alcanzó el bote donde viajaba Chase y perdieron parte de las galletas. Después, las galletas que transportaba el bote del capitán George Pollard Jr. terminaron mojándose y echándose a perder por completo.

hombres naufragos
Después vino la falta de agua. “La sed delirante genera una violencia que no tiene paralelo en la colección de calamidades públicas”, confesó Chase en el relato. La saliva se volvió espesa, sus gargantas rojas y la lengua inflamada. A casi un mes del recorrido optaron por beber su propia orina para mantenerse hidratados.

La isla Henderson.

Pocos días después apareció un diminuto rayo de esperanza en el horizonte: tierra firme. Llegar hasta esa isla desconocida no resultó complicado, pero se quedaron tan solo una semana pues no ofrecía mucho para la subsistencia del grupo. Sin embargo, tres de los náufragos optaron por quedarse. Los hombres dispuestos a continuar aquel viaje con rumbo desconocido lleno de privaciones y peligros se dividieron en los botes.

Muerte y desesperación en alta mar.

A partir de aquí fueron acompañados por la muerte: uno de los botes se perdió y sus tripulantes jamás volvieron a ser vistos. En enero de 1821, un hombre llamado Lawson Thomas sucumbió ante las condiciones extremas. Desde que el Essex se había hundido, era la tercera muerte que lamentaban los marineros y, hasta entonces, arrojaban los cadáveres al océano. Sin embargo, en esa ocasión la necesidad por sobrevivir se impuso sobre la razón y terminaron comiendo a su compañero.
ballena hunde unos botes
Por mucho que el canibalismo se considerara un acto profundamente barbárico, en los mares del mundo la práctica se veía como una opción legítima de supervivencia. Parecía que el destino les jugaba una broma, pues meses antes desestimaron dirigirse a las Islas Marquesas por temor a ser canibalizados.
Las cosas habían cambiado tanto desde entonces que, removiendo todas aquellas partes que “hacían humano” a Thomas (como las manos, pies y cabeza), aceptaron alimentarse de un colega. En relatos posteriores del capitán Pollard Jr. se supo que no comieron la carne cruda, tuvieron la precaución de asarla gracias a un pequeño mechero que encendían sobre una roca plana en el fondo del bote.
Pero la desesperación no dio tregua. Quince días después del banquete ofrecido por Thomas, los náufragos hicieron una especie de votación para elegir al próximo en ser sacrificado que serviría de comida para los sobrevivientes. El pobre desgraciado se llamaba Owen Coffin, un joven (primo del capitán) de apenas 18 años que fue asesinado el 6 de febrero.

Los náufragos del Essex son rescatados en Chile.

Finalmente, el 18 de febrero de 1821 el primer bote que había salido del Essex hacia casi tres meses era rescatado mientras navegaba sin rumbo frente a las costas de Valparaíso, en Chile. Owen Chase, Thomas Nickerson y un arponero llamado Benjamin Lawrence fueron, literalmente, arrastrados a un barco mercante británico apodado Indian. El 23 de febrero, el bote que transportaba al capitán Pollard arribó a las costas de la Isla Santa María, también en territorio chileno, donde fueron descubiertos por el ballenero Dauphin, que también había zarpado de Nantucket.
valparaiso al aterdecer
Cuando la tripulación del Dauphin echó un vistazo al bote, encontraron a Pollard y Charles Ramsdell completamente disociados junto a un montón de huesos. Los hombres se negaban a abandonar aquellos restos que lamian con desesperación, pues era lo único que los había mantenido con vida desde hacía semanas. Todos terminaron reuniéndose en Valparaíso, donde contaron sobre los tres marineros que se habían quedado en la isla Henderson. Estos últimos fueron finalmente rescatados el 9 de abril del mismo año.
Aunque no lo creas, los ocho sobrevivientes terminaron regresando a los mares. Pollard volvió a desempeñarse como capitán el invierno siguiente y llevó consigo a Nickerson, que había ascendido a arponero. Tras un rotundo fracaso en el emprendimiento, Pollard consiguió un trabajo como celador en Nantucket y Nickerson se hizo dueño de una pensión en la isla.
a la deriva en el oceano
El buen Owen Chase se convirtió en capitán y siguió surcando los mares durante varios años. Sin embargo, jamás olvidaría los eventos de aquella mañana del 20 de noviembre de 1820, tragedia que siguió relatando hasta su muerte en 1869, a los 71 años. En la última etapa de su vida lo consideraron un loco, y es que además de quejarse de fuertes dolores de cabeza (de los que culpaba al naufragio) solía esconder comida en el sótano de su vivienda.

La cacería de ballenas.

De acuerdo con los registros históricos, las ballenas ya eran cazadas por los fenicios al menos mil años antes de nuestra era. Sin embargo, los grandes balleneros como el Essex empezaron a depredar los mares a partir del siglo VIII, con los vascos. Para la época en que el Essex fue atacado por el gran cachalote la técnica consistía en que, una vez avistada la presa, pequeñas embarcaciones a remo abandonaban el ballenero y arponeaban a la ballena, a la que después mataban con una lanza.
Physeter macrocephalus
Physeter Macrocephalus, probablemente la especie que atacó al Essex.
En el siglo XX la técnica evolucionó y empezaron a utilizar embarcaciones a motor y arpones impulsados por pólvora. En nuestros días, los balleneros se han convertido en embarcaciones especializadas con diversas instalaciones y equipo que transforman a las ballenas en productos debidamente empaquetados listos para comerciar. La implementación de dicha tecnología y la caza desmedida ha diezmado la población de ballenas de todas las especies, provocando que cinco ingresaran a la lista de especies peligro de extinción: la ballena azul, gris, de Groelandia, jorobada y la franca austral.
Algunas estimaciones apuntan que, durante el siglo XX, más de 2 millones de ballenas murieron cazadas por el hombre.

La inspiración para Moby-Dick.

La tragedia del ballenero Essex fue uno de los eventos más difundidos durante el siglo XIX. Y, eventualmente, serviría de inspiración para MobyDick, un clásico de la literatura escrito por el estadounidense Herman Melville. Se sabe que el relato publicado por Owen Chase sirvió de inspiración a Melville. En el libro, el ataque de la ballena figura como el clímax de la historia, mientras que en los hechos reales aquello solo fue el comienzo.
Curiosamente, cuando se publicó la novela en 1851 resultó un auténtico fracaso comercial. Melville sólo recibió reconocimiento póstumo por Moby-Dick.