lunes, 31 de diciembre de 2018

Historia de la caballería: terror en cuatro patas

Uno de los pocos sectores cuyo desarrollo no quedó estancado durante el periodo medieval fue el de la industria militar. En los comienzos del feudalismo, entre el año 700 y 1000, los pueblos bárbaros que lograron derrocar al Imperio Romano heredaron una tradición bélica muy elemental. Básicamente, cada hombre adulto tenía la obligación de tomar un arma y servir a su señor cuando así se le solicitara. Más allá de los guerreros profesionales financiados por los señores feudales para mantener el orden, los ejércitos no pasaban de una milicia mal entrenada.
caballeria

Sin embargo, todo esto empezó a cambiar tras las constantes invasiones de los vikingos, húngaros y árabes a lo largo de los siglos VII, VIII y IX. Estos problemáticos pueblos eran adeptos al pillaje, apareciendo y retirándose de forma completamente sorpresiva. La única forma de hacerles frente era disponer de una fuerza entrenada que pudiera desplazarse rápidamente. Para resolver el problema de la movilidad se recurrió a los caballos.

El ascenso de los caballeros.

Una fuerza montada era difícil de mantener y es que, además del alto costo de los animales, los caballeros que montaran a los caballos debían pasar por un entrenamiento intensivo, es decir, un trabajo de tiempo completo. Gracias a la introducción del estribo en el siglo VIII, Carlomagno fue uno de los primeros en invertir en la ampliación de su caballería. Imaginate que si había algo más imponente que Carlomagno montado sobre un caballo levantando La Joyeuse.
estatua de carlomagno en notre dame
Estatua de Carlomagno en Notre Dame, París, Francia.
Alrededor del año 1000, en Francia, un caballero con armadura, caballo, equipamiento para un escudero, un paje y eventualmente otros dos auxiliares habrían requerido una inversión total de 180 mil ducados, más otros 15 mil cada año para el mantenimiento del equipo. Por aquella época, un ingreso anual de 2,500 ducados se consideraba ideal.
“Se propiciaban las condiciones para la existencia de una sociedad feudal, donde los miembros de la clase dominante, respaldados por sus tierras y riquezas, se mantenían preparados para intervenir como caballeros cuando se les convocara”, dice Michael Allen, profesor de historia de la Universidad de Chicago.
caballero negro
Pese a los altos costos, invertir en una casta de caballeros resultó un acierto desde una perspectiva militar. En aquellos tiempos no había arma más letal que una carga de caballería galopando a toda velocidad con las lanzas sobre el enemigo. La única forma de salir bien librado de un ataque de caballería era huir y esconderse. Preferentemente en fuertes o castillos, estructuras que desde la caída de Roma habían azuzado una larga tradición de proteger a las poblaciones locales de las invasiones enemigas.

La era de los castillos en Europa.

Quizá por eso en todo el continente europeo se construyeron numerosas fortalezas entre los años 1000 y 1300. Durante el siglo XIV, en la región boscosa de Fontainebleau, en Francia, se edificaron 12 fuertes, 5 torres, 4 mansiones con protección, 28 templos fortificados y 6 castillos. Prácticamente contaban con una fortificación por cada 20 kilómetros cuadrados.
Los caballeros mantuvieron su hegemonía en el campo de batalla hasta buena parte del siglo XIII. Pese a que las invenciones de Oriente disminuyeron la invulnerabilidad de la caballería, aún figuraba como el instrumento principal en los campos de batalla de la Edad Media, hasta que se fueron implementando nuevas armas y tácticas.
jardines de Fontainebleau,
Jardines en el Palacio de Fontainebleau.

Picas y arcos contra la caballería.

Una de estas armas fue la pica, un cilindro de madera de 3 metros de largo afilado en la punta que se apoyaba sobre el suelo. Cuando los soldados posicionaban las picas a 45 grados, eran capaces de frenar a las más potentes cargas de caballería. Cuando los plebeyos suizos hicieron uso de esta arma defensiva derrotaron una y otra vez a los caballeros de la Casa de Habsburgo.
guerreros levantando las picas

En territorio inglés, con la venia del rey Eduardo I, miembros de clases inferiores participaban de un arduo entrenamiento en la utilización de una novedosa y letal arma: el arco largo inglés, oriundo del país de Gales que recién había conquistado Inglaterra. Era una herramienta de guerra que exigía mucha dedicación, pero completamente justificada: la potencia con que lanzaba las flechas era suficiente para perforar las cotas de malla y placas de los caballeros. Por si fuera poco, su portabilidad y el alcance de los proyectiles hacían del arco largo un arma inigualable en el campo de batalla.
arquero arco largo ingles
La Guerra de los Cien Años fue uno de los conflictos donde esta supremacía se hizo evidente, en batallas como la de Crécy (1346) y Azincourt (1415). Los ingleses ya habían optado por una táctica defensiva con arqueros que trabajaban cómodamente a la distancia, a diferencia de los franceses que seguían utilizando el combate a caballo con soldados fuertemente protegidos que se imponían por fuerza bruta. En ambas batallas el resultado fue una masacre de los ejércitos franceses, por lo que no había duda de la superioridad entre los dos sistemas de combate.

Bertrand du Guesclin.

Sin embargo, los franceses no respondieron a esta amenaza en el campo de batalla, prefirieron hacerlo fuera de él. Resignados a que en el combate directo los ingleses resultaban invencibles, el condestable de Francia, Bertrand du Guesclin, diseñó una estrategia de acción indirecta. En lugar de desplegar un combate directo, orquestó una guerra asimétrica que consistía en ataques nocturnos, acciones de guerrilla, emboscadas, retiradas estratégicas, marchas y contramarchas, etc. El único fin era que los ingleses no tuvieran oportunidad de emplear el arco largo.
Bertrand du Guesclin escultura condestable de Francia
Bertrand du Gesclin en la Basílica de Saint-Denis, Francia.
La estrategia funcionó bastante bien y los franceses lograron lo que parecía imposible. En 1380, cuando Bertrand du Guesclin murió de disentería durante una campaña, sus ejércitos ya habían expulsado a los ingleses de prácticamente todo el territorio francés. Los principales detractores de Guesclin se encontraban entre sus propias filas: los nobles franceses ataviados al código medieval de caballería que consideraban indignas y cobardes las acciones del condestable de Francia.

Cañones y pólvora.

El periodo que siguió a la muerte del condestable estuvo marcado por el ascenso de otra arma poderosa: el cañón. Por aquellos tiempos el cañón figuraba como un instrumento de guerra pesadísimo y con escasa movilidad. Además de la falta de puntería, su cadencia de tiro no superaba unas cuantas balas por día. Para fines prácticos, hablamos de un arma de sitio, cuya principal función era destruir murallas. Una de las primeras batallas en la que el cañón hizo su aparición fue en la Batalla de Castagnaro (1387).
el sitio de orleans juana de arco
Durante el cerco inglés a la ciudad de Orleans (1428 – 1429), otro de los episodios decisivos en la Guerra de los Cien Años, el cañón hizo una de sus primeras apariciones efectivas. Los franceses, defendidos de forma admirable, habían reunido 70 cañones al interior de la ciudad. El poder de fuego resultó suficiente para resistir hasta la llegada de Juana de Arco con sus tropas, y finalmente poder liberar a la ciudad.

Cañones en batalla.

A partir de entonces, los cañones se convirtieron en armas protagónicas. Carlos VII, el monarca que tenía las riendas de Francia durante las últimas etapas de la Guerra de los Cien Años, impulsó ampliamente la artillería. Invirtió muchos recursos en modernizar y proporcionar esta nueva arma a los ejércitos de Francia. Los cañones fueron montados sobre carruajes y los proyectiles se estandarizaron. Las balas de roca terminaron sustituidas por balas de hierro, con la única intención de provocar más daño en el enemigo.
pequeños jugando sobre un cañon
Incluso la pólvora que utilizaba la artillería empezó a ser mezclada con porciones específicas de salitre, azufre y carbón. Los campos de batalla se convirtieron en auténticas carnicerías. Cuando Francia e Inglaterra reanudaron las hostilidades, soldados y arqueros ingleses quedaron ampliamente superados.
La superioridad de los franceses con las armas de fuego, aunado al florecimiento de un sentimiento nacionalista de defensa a la patria, resultó fundamental para expulsar a los ingleses de Francia. Definitivamente, los tiempos habían cambiado en Europa. Gran parte de esta transformación se debió a la evolución de las tácticas militares y el armamento.

El fin de la caballería en los campos de guerra.

Pero la caballería se negaba a morir. Aunque ya no la utilizaban como una fuerza de choque decisiva y frontal. Los caballeros empezaron a atacar por su cuenta objetivos más fáciles, como la artillería, y a ejecutar maniobras de flanqueado cuando los adversarios estaban en plena batalla con el enemigo. Así, la caballería jugó un papel significativo durante las Guerras Napoleónicas.
imperial camel corps
Brigada del Cuerpo de Camellos Imperiales

La Gran Guerra fue ese choque frontal y desastroso entre la tecnología moderna y la mentalidad napoleónica. Rápidamente se hizo evidente que la caballería ya no tenía oportunidad frente a las ametralladoras. Avanzar frente a estas máquinas de matar era un auténtico suicidio, peor aún sobre el caballo que no hacía más que aumentar el tamaño del objetivo. Aún así, en un sitio donde la guerra fue menos cruenta la caballería tuvo su última oportunidad.
El 31 de octubre de 1917, en la Batalla de Beerseba tuvo lugar la última carga de caballería exitosa. Fuerzas de caballería británicas avanzaron con sus bayonetas contra la infantería del Imperio Otomano, invadiendo las trincheras antes que pudieran reaccionar con las ametralladoras. A esas alturas nadie se lo esperaba. Ese era el fin de una forma de combate que logró resistir durante siglos a la decadencia.