Corría el año de 1995 en La Ronge, Saskatchewan, Canadá, cuando Sandy Charles, un joven de apenas 14 años de edad, se introdujo entre algunos arbustos acompañado por un conocido de 7 años con el pretexto de ir a jugar béisbol. En contubernio con otro cómplice anónimo de 7 años, golpearon y apuñalaron en múltiples ocasiones a Jonathan Thimpsen. Por si fuera poco, Sandy Charles retiró tiras de piel de su víctima y las almacenó en una lata cubierta con papel aluminio.
Tras la desaparición del pequeño, una intensa búsqueda de tres días encabezada por amigos y miembros de la familia Thimpsen condujo al sitio donde abandonaron el cuerpo de Jonathan. Tras la investigación policial, Sandy Charles fue arrestado.
El perturbado Sandy Charles.
Durante el interrogatorio, Charles relató a los detectives la forma en que hirvió la piel en la estufa para llevar la grasa a estado líquido, aunque se abstuvo de beber y dijo: “sólo quería quedarme como estoy”. De acuerdo con el testimonio que presentaron en la corte, Jonathan resultó seleccionado aleatoriamente para que su grasa fuera recolectada. Y todo a causa de una película titulada Warlock (1989).
La influencia de Warlock en el crimen.
La trama de este largometraje presenta a un brujo del siglo XVII que puede viajar al futuro. De hecho, la película contiene una escena fuera de cámara en la que un joven es asesinado para que el brujo pueda extraer la grasa. Este material es indispensable para fabricar una poción que le permite volar. La madre de Sandy Charles testificó que su hijo se había obsesionado tanto con la película que llegó a verla más de diez veces.
Aunque el joven admitió perpetrar el crimen por influencia de la película, insistió en que no pudo detenerse. “Dijo que era como vivir en un sueño. Mencionó que no quería hacerlo, pero era como si no fuera él”, señaló la madre. Más tarde, el joven mencionó “hay un poderoso espíritu en mi habitación que me dio estos pensamientos. Me iba a suicidar hasta que empezó a aparecer en mi mente. Empecé a pensar en matar a alguien más. Algo me incitaba a que lo hiciera”.
El trágico asesinato de Jonathan Thimpsen y la repercusión mediática que tuvo el juicio de Charles a nivel internacional colocó en el centro de la discusión la edad de la víctima y el autor, así como las extrañas circunstancias que propiciaron el crimen. De hecho, los investigadores de la Policía Montada de Canadá llegaron a ocultar varios detalles por temor a suscitar una histeria colectiva.
Violencia en los medios.
En un comunicado que dieron antes de que iniciara el juicio, el cabo Dave Hoefl se negó a proporcionar detalles amplios sobre el homicidio pues mencionó que podría generar un impacto en la decisión del jurado. “Cuando ves a un niño de 14 años haciendo esto a un niño de 7 años, debe haber una razón. Hay una razón. Y debemos determinar si en este momento dicha razón es de interés público”, señaló. “No estoy seguro de que la comunidad esté preparada para esto, ni siquiera creo que la provincia lo esté”. Basada en las circunstancias del crimen, la autoridad canadiense decidió juzgar a Sandy Charles en un tribunal para adultos.
Barry Singer, el abogado defensor, insistió en que Charles no podía ser culpado a causa de una enfermedad mental y que la película influyó poderosamente en su forma de pensar. “En la película, la premisa es extraer grasa a un niño virgen y no bautizado, hervirla y beberla. Eso te daría el poder de volar”, señaló Singer. “Sandy sufría una ilusión en la que, si hacía estas cosas, se le otorgaría el poder de volar. La película simplemente le proporcionó la forma de hacerlo”.
La condena.
Tras un testimonio espeluznante proporcionado durante el juicio, el 2 de agosto de 1996 el jurado declaró a Sandy Charles culpable por demencia. Se le transfirió al Regional Psychiatric Centre en Saskatoon, donde estuvo recluido hasta 2013, año en que solicitó una transferencia a una unidad psiquiátrica más próxima a su hogar.
El debate sobre la violencia en los medios.
Evidentemente, el juicio generó un amplio debate en torno a la relación de la violencia que se presenta en las películas y los crímenes de la vida real. En la cobertura que hizo The Globe and Mail del caso, algunos expertos se mostraron en contra de sacar conclusiones generales del asesinato, aunque advirtieron que las películas violentas podrían ser un detonante para niños que ya presentan problemas.
Estas preocupaciones sobre la violencia en el cine se sumaron a una petición de principios de la década de 1990 que solicitaba el fin de la violencia en la televisión. Así, el gobierno canadiense aprobó una ley que obliga a las compañías de cable a permitir que los padres bloqueen los programas con contenido violento o que se consideren inadecuados para el público infantil. Meses después, Estados Unidos siguió el ejemplo y aprobó una ley similar.
Sin embargo, el potencial impacto de la violencia presente en los medios sobre aquellos niños influenciables viene de mucho antes. En la década de 1950, la cruzada contra la violencia en los cómics liderada por Fredric Wertham llevo a la implementación del Comics Code Authority. Por otro lado, iniciativas similares en los videojuegos, letras de canciones y el Internet tuvieron alcance limitado.
Pánico moral.
La preocupación en torno al potencial impacto que genera el contenido inapropiado en programas de televisión y películas ha sido motivo de gran controversia durante todos estos años. Y es que existen serias preocupaciones de que los niños modelen su comportamiento a partir de la violencia gráfica en la pantalla.
El pánico moral por el contenido violento presente en películas y programas de televisión es un fenómeno vigente, sobre todo porque las nuevas e impactantes representaciones mediáticas de la violencia gráfica contribuyen a inspirar los reclamos de una censura mayor. Aunque la evolución de los estándares sociales y los desafíos legales generaron una reevaluación en muchos de los códigos de producción que han regido el contenido de las películas durante décadas, la batalla sobre aquello que puede mostrarse en pantalla está lejos de terminar.
Violencia ficticia vs realidad.
Pero, ¿la violencia en los medios puede incitar realmente a la violencia juvenil? Aunque los clásicos experimentos de Albert Bandura sugieren que los niños tienden a imitar los comportamientos agresivos que observan, la influencia de ese aprendizaje observado en la violencia del cine parece más silenciosa. En todas estas décadas de investigación, jamás se ha encontrado un vínculo causal claro entre la violencia en los medios y los crímenes de la vida real.
De hecho, el aumento de la violencia gráfica en cine y televisión durante las últimas décadas no ha generado un incremento similar en la violencia que experimentamos en el mundo real. Además, en países como Estados Unidos durante las últimas dos décadas se ha observado una disminución de la violencia, especialmente entre adolescentes. Pese a los tiroteos escolares y otros ejemplos de violencia extrema que parecen delitos de imitación, la gran mayoría de jóvenes son perfectamente capaces de distinguir entre la violencia ficticia y la real.
La teoría de la catarsis.
En este sentido, una teoría sugiere que la violencia presente en los medios es una especie de válvula de escape que purga a los espectadores de sus pensamientos y fantasías violentas. En resumen, una catarsis, pues se argumenta que ver programas de televisión o películas cargadas de violencia hace que las personas sean menos propensas a cometer actos violentos.
Aunque muchos de los pánicos morales que surgen en torno a la violencia en los medios suelen desaparecer con mucha rapidez, es común que aparezcan nuevos pánicos para ocupar estos lugares. Aunque Sandy Charles continúa siendo invocado como justificación para incrementar el control del contenido en los medios, frecuentemente la evidencia real no puede respaldar estos argumentos.