Tony Marino era el propietario de un bar clandestino en el Bronx, Nueva York, que ganaba dinero extra cometiendo actos ilícitos. En junio de 1932, Marino y un grupo de cómplices (Daniel Kriesberg, Francis Pasqua, Hershey Green, y Joseph “Red” Murphy) conocidos como The Murder Trust idearon un plan muy simple para estafar a una compañía de seguros de vida. La idea era aliarse con un agente de seguros corrupto y enganchar a uno de los muchos borrachos sin rumbo que frecuentaban el bar. Tras comprarle una póliza, lo matarían y Marino se haría pasar por un pariente cercano para cobrar el dinero.
Sólo necesitaban un don nadie sin familia o alguna otra persona que notara su ausencia, y Michael Malloy tenía todas estas características. Desafortunadamente para los malhechores, este borracho sin futuro resultó casi indestructible. Marino ya tenía experiencia con la estafa a seguros de vida: en 1931 recurrió a un truco similar matando a una vagabunda y haciéndose pasar por un pariente para cobrar la póliza.
Michael Malloy, ¿el objetivo perfecto?
El desafortunado Malloy era un inmigrante irlandés que alguna vez se ganó la vida como bombero, aunque en esa época se convirtió en un asiduo visitante al bar de Marino. Para cualquier efecto, se trataba de un borracho degenerado que todos los días se embriagaba en aquel lugar sin el menor remordimiento. Cuando recibía algo de dinero, buena parte se destinaba a la deuda que sostenía con el bar. Hasta donde se sabía, el hombre no tenía familia o amigos.
Se trataba del objetivo perfecto para estos criminales, un don nadie a quien fácilmente adjudicarían una nueva identidad. En primer lugar, el corrupto agente de seguros engañó a Malloy para que firmara varias pólizas de seguro: una con Metropolitan Life Insurance Company y dos con Prudential Life Insurance Company. A continuación, los delincuentes debían asegurarse que terminara tres metros bajo tierra, y posteriormente uno de los perpetradores se haría pasar por un pariente ficticio para cobrar los beneficios del seguro.
Según los cálculos del grupo, cada miembro recibiría aproximadamente US$65,000 al valor actual, una cantidad considerable incluso para esa época. Por supuesto todo dependía de que Malloy terminara muerto y, más importante aún, de que su muerte pareciera accidental. Desafortunadamente para los conspiradores, era mucho más fácil decirlo que hacerlo.
El hombre que no podía morir.
Originalmente, el plan consistía en emborrachar a Malloy hasta provocarle una congestión alcohólica que, con algo de suerte, lo mataría. Por eso, Marino le ofreció barra libre en su bar clandestino para que consumiera todo el whisky adulterado que deseara. Obviamente, Malloy aprovechó la oportunidad y bebió sin parar prácticamente todo el día.
Bebió mucho más de lo que un humano promedio puede soportar, y cada vez que los conspiradores creían haber logrado el objetivo, el hombre se reponía del sopor para seguir bebiendo. Marino se desesperó y empezó a mezclar las bebidas con anticongelante, pero esto tampoco acabó con Malloy. Irónicamente, pese a la presencia de esta sustancia tóxica el hombre siguió bebiendo al mismo ritmo, sin mostrar algún otro problema de salud más allá de la embriaguez.
Ya inspirado, cual científico nazi Marino empezó a mezclar los tragos con linimento de caballo, trementina e incluso veneno para ratas. Pero Malloy seguía vivo y bebiendo como si nada. Por momentos se desmayaba, o se golpeaba, pero siempre regresaba por más al otro día.
Hígado de acero.
Llegó el momento en que los desgraciados decidieron servirle alcohol puro de madera (metanol), pero Malloy se lo pasaba como si fuera agua y simplemente seguía emborrachándose. Algo con esta intensidad debió matarlo, pues se sabe que concentraciones al 4% de alcohol de madera son capaces de producir ceguera en los individuos que beben. Pero Malloy seguía pidiendo un trago tras otro, y la muerte simplemente no llegaba.
Los conspiradores intentaron enviárselo a San Pedro alimentándolo con ostras empapadas en alcohol desnaturalizado puro, después le ofrecieron un sándwich con sardinas podridas mezcladas con virutas de metal, tachuelas, vidrio y veneno para ratas. Pero nada de esto lo mató, incluso pidió más. Pese a todo el esfuerzo por asesinarlo, el indestructible Malloy seguía presentándose para reclamar las bebidas ilimitadas, situación que ya había tardado más de lo previsto y generaba una pérdida considerable al bar.
Cambio de planes.
La suma de toda esa comida y bebidas envenenadas no estaba dando resultados, por lo que The Murder Trust decidió cambiar de planes. Una fría noche de invierno, después que se emborrachara hasta perder el conocimiento, Malloy fue arrastrado a la nieve donde lo empaparon con agua y lo dejaron para que muriera de hipotermia. Sin embargo, al día siguiente se presentó como siempre con un poco de cansancio y quejándose de “escalofríos”.
Después, los frustrados criminales planearon un atropello “accidental” con un taxi, seguros de que esto lo mataría. Sin embargo, unas semanas después Malloy se presentó tambaleándose en el bar con múltiples fracturas y una conmoción cerebral. Para entonces ya empezaban a circular rumores de lo que pasaba en aquel bar, y las personas empezaban a susurrar apodos para Malloy: “Iron Mike”, “El Rasputín del Bronx”, “El Rasputín irlandés”, “The Juggernaut”, entre otros.
The Murder Trust debía asegurarse de matar a Malloy antes que su plan quedara al descubierto. Consideraron contratar a un asesino a sueldo para que le disparara, pero la base de la estafa era una “muerte accidental”. Finalmente, la noche del 21 de febrero de 1933, lo emborracharon hasta que perdió el conocimiento, le introdujeron unas mangueras por la nariz, sellaron su boca con cinta y liberaron un gas. Tras una hora de respirar monóxido de carbono, Michael Malloy finalmente murió envenenado. Sobornaron a un médico para que declarara que la causa de muerte fue una neumonía.
Fraude al descubierto.
The Murder Trust sólo debía asegurarse que la sepultura se hiciera rápido, después de lo cual reclamarían el dinero del seguro esperando que nadie los descubriera. Pero, en Prudential Life Insurance sospecharon de inmediato cuando no presentaron el cuerpo como prueba. Esto activó las alertas y la policía terminó exhumando el cuerpo de Malloy para analizarlo.
Tras la necropsia oficial, el forense concluyó que el hombre no murió por neumonía y que realmente lo habían asesinado. En The Murder Trust se delataron unos a otros, e incluso salió a flote el caso de la mujer que Marino mató para cobrar el seguro de vida. Al final, todos los cómplices del caso fueron ejecutados en la silla eléctrica o enviados a prisión, y puedes estar seguro que Malloy quedó muy satisfecho con la conclusión de su historia.
El caso de Michael Malloy es un completo enigma, pues resistió mucho más allá de lo que un humano promedio es capaz de soportar.