Florence Nightingale nació en Gran Bretaña hace dos siglos y su aportación al mundo de la enfermería es invaluable. En el siglo XIX, esta mujer revolucionó el cuidado de soldados heridos entrenando a numerosas enfermeras y salvando muchas vidas. Los métodos que desarrolló para mantener la higiene hacen eco hasta nuestros días, sobre todo en esta época que los gobiernos del mundo orientan a la sociedad en el combate a enfermedades infecciosas.
En aquella época, Nightingale hacía énfasis en la importancia de lavarse las manos, a pesar de que la idea de los gérmenes (como microorganismos que causaban muchas enfermedades) surgió 60 años después, en la década de 1880. En Notas sobre enfermería (1860), advirtió que “toda enfermera debía tener cuidado con lavarse las manos frecuentemente a lo largo del día. Y si lavaba su rostro, mejor aún”.
Pionera de la salud pública.
La política del lavado de manos y otras medidas de higiene implementadas por Nightingale resultaron particularmente provechosas para los hospitales del ejército británico durante la Guerra de Crimea (1853-1856). Era un enfoque relativamente nuevo, divulgado por el médico húngaro Ignaz Semmelweis en la década de 1840. Semmelweis observó una diferencia dramática en el número de muertes que presentaban las salas de maternidad cuando implementaban el lavado de manos para el personal médico.
Aunque Nightingale procuraba estar al tanto de las investigaciones médicas internacionales, esto fue uno de múltiples factores que contribuyó con sus acertadas intervenciones en materia de salud pública. Al igual que muchos especialistas en salud pública de la época, Nightingale consideraba que el hogar era un sitio crucial para realizar intervenciones de prevención contra enfermedades. Después de todo, en estos puntos era donde la mayoría de las personas contraía y sufría enfermedades infecciosas.
En 1860 publicó Notas sobre enfermería, un libro que más allá de servir como manual para los enfermeros contenía instrucciones de salud pública. Destacaban varias recomendaciones para que las personas mantuvieran su hogar saludable, sobre todo dirigidas a las mujeres dada la perspectiva de género que se tenía en esa época.
Higiene en el hogar.
Los consejos eran muy directos y abordaron prácticamente todas las situaciones típicas en una vivienda: desde cómo evitar el exceso de humo en las chimeneas (no exagerar con el carbón y mantener siempre un fuego alto), hasta la elección de los mejores materiales para cubrir las paredes (preferiblemente con pintura a base de aceite, en lugar del tradicional papel tapiz).
Nightingale también recomendó a sus contemporáneos abrir las ventanas para maximizar la ventilación y el ingreso de luz, de forma que el “aire estancado, mohoso e impuro” saliera. Se mostró a favor de mejorar los sistemas de alcantarillado para combatir las enfermedades provenientes del agua, como la fiebre tifoidea y cólera.
Desde su perspectiva, el interior de todas las casas debía mantenerse limpio. “Contaminan el aire tanto como si hubieran amontonado estiércol en el sótano”, dijo sobre los tapetes y muebles sucios.
En Notas sobre enfermería también sugirió a las “patronas” limpiar “cada agujero y rincón” de sus hogares regularmente, por el bien de su salud y la de su familia. Además, Nightingale abordó el tema de la salud desde una perspectiva holística. Por ejemplo, mientras los soldados convalecían los alentaba a leer, escribir y socializar para evitar que cayeran en el aburrimiento y las adicciones.
Florence Nightingale y la estadística.
Cuando era joven, el padre de Nightingale la presentó con un experto en estadística. En aquella época, la disciplina apenas surgía como nueva área académica, y pagó para que fungiera como su tutor de matemáticas. Durante la Guerra de Crimea, Nightingale empleó sus conocimientos en estadística para demostrar la eficacia de diversas intervenciones.
Creó el famoso diagrama de Área Polar para revelar la proporción de soldados muertos a causa de enfermedades, distinguiéndolas de las muertes por heridas en batalla. Por su trabajo, en 1858 la Sociedad de Estadística de Londres la aceptó como miembro. Después, Nightingale elaboró cuestionarios para recabar datos sobre diversos aspectos como las condiciones sanitarias de las estaciones que el ejército mantenía en la India, o el índice de mortalidad de las poblaciones aborígenes en Australia.
Esta mujer se convenció de que un problema de salud sólo podía enfrentarse efectivamente si se dimensionaba de forma confiable.
Aislamiento social.
En 1857, tras regresar de la Guerra de Crimea, Nightingale enfermó severamente, probablemente de brucelosis. También conocida como Fiebre de Malta, esta enfermedad la causa una bacteria que se transmite de animales a humanos, sobre todo al ingerir productos lácteos no pasteurizados. Entre los síntomas que produce se encuentra la fiebre, dolores articulares, dolores musculares, fatiga y pérdida de peso. Tras esta enfermedad su vida no volvió a ser la misma, pues sufría de dolores crónicos que le impedían caminar o salir de cama.
Productividad.
Declarándose inválida, Nightingale se recluyo más por dolor y cansancio que por miedo a un contagio. En esos primeros años que trabajó desde casa, la productividad de esta mujer fue extraordinaria. Además de redactar Notas sobre enfermería, elaboró un importante ensayo de 900 páginas sobre los errores médicos cometidos durante la Guerra de Crimea, así como un libro sobre diseño hospitalario.
Por si fuera poco, en 1860 organizó la creación de la Escuela de Entrenamiento Nightingale para enfermeras en el hospital St Thomas, en Londres, y un programa para entrenar a las parteras del hospital King’s College. También participó como consejera en el diseño de varios hospitales nuevos. A finales de la década de 1860, Nightingale propuso reformar las enfermerías para transformarlas en hospitales de alta calidad financiados por impuestos. También impulsó diversas reformas sanitarias y sociales en la India. Y todo esto sin salir de casa, aunque algunos ministros la visitaban ocasionalmente.
Es importante señalar que la reclusión de Nightingale fue privilegiada. La fortuna de su padre, generada por los intereses que producían las minas en Derbyshire, fue suficiente como para no preocuparse por dinero.
Habitaba una bella propiedad en Londres con varios asistentes y sirvientes a su disposición, personal que hacía las compras y le cocinaba, además que no tenía hijos de los que hacerse cargo. Así, podía dedicar cada minuto de su tiempo a leer y escribir. Aunque la época que vivimos es apropiada para celebrar las enormes contribuciones que hizo Nightingale a la enfermería moderna y salud pública, no hay que sentirnos mal si no igualamos sus niveles de productividad durante este aislamiento social.