Cuando los españoles llegaron a nuestra tierra y vieron al Xoloitzcuintle, lo confundieron con una especie de caballo pequeño.
Xoloitzcuintle se origina del nahuatl; xólotl que significa extraño, deforme. Y itzcuintli que significa perro.
La leyenda habla sobre Xólotl hermano gemelo de Quetzalcóatl y su existencia se asocia al origen de los seres humanos. Se dice que los dioses tenían que descender a Mictlán y obtener un hueso que haría posible la formación de la humanidad. Xólotl se ofreció para efectuar tal hazaña, aunque eso implicará transformarse en un perro; el Xoloitzcuintle. Xólotl fue representado como hombre con cabeza de perro, representando la cara de venus nocturna acompañando al sol en su trayecto al inframundo. Tras el ocaso, el astro rey moría y luchaba con su ayuda para renacer al alba.
Desde entonces este animal se convirtió en el favorito de los dioses. Cuando se cumplió el objetivo, se presentó ante el pavoroso Mictlantecuhtli, el señor de la Muerte, y le entregó el apreciado hueso. Entonces, el Xoloitzcuintle regresó al mundo de los vivos y los dioses pudieron crear al primer hombre y a la primera mujer.
El Xoloitzcuintle ha sido el compañero de vida y muerte de la población mesoamericana. Siendo el único que viajó a Mictlán por aquel hueso y regresó vivo, quedó establecido que este animal era el único que podía guiar a las almas a través del prolongado y dificultoso camino.
Por esto era necesario que los perros acompañaran a los muertos en su tumba para cruzar la peligrosa travesía hacia Mictlán, eran sacrificados y enterrados junto a los humanos. Se escogía a perros completamente de color negro, porque si presentaban alguna mancha esto significaba que ya habían guiado a otra alma difunta.