En los albores del siglo XIX, Inglaterra era tierra fértil para la proliferación de la religión. Joanna Southcott, liderando una cruzada religiosa respaldada por miles de seguidores quienes la llamaban “El cordero”, se autodenominó profetisa y ofrecía salvación eterna a quienes siguieran sus enseñanzas. Richard Brothers era otro profeta que lideraba su propio movimiento religioso bajo el supuesto de una inminente llegada del reino de Dios a la Tierra. Como los ingleses se consideraban el pueblo elegido de Dios, toda clase de señales y milagros se proclamaban como muestra de la Segunda Venida de Jesús.
Hierba mala.
En esta atmósfera religiosa tan expectante se desarrolla la historia de Mary Bateman, una mujer que pasaría a la historia con el apodo de la “Bruja de Yorkshire”. Mary Harker nació en una pequeña comunidad rural de Yorkshire del Norte en 1768, y como no le tocó cuna de oro, desde muy temprana edad tuvo que trabajar. Sin embargo, Mary jamás fue buena con los trabajos regulares y se hizo de mala reputación como ladrona, siendo despedida constantemente. Como mentirosa compulsiva, ladrona y traidora, la mujer jamás logró establecerse en un empleo digno.
Sin embargo, sus dotes de actriz le permitieron engatusar a los incrédulos haciéndoles creer que poseía poderes sobrenaturales. Para 1788, se estableció en Leeds y empezó a ganarse la vida como modista y adivina ocasional. Se casó con John Bateman, pero éste casi la abandona cuando descubrió su turbio pasado criminal. Cierta ocasión, le dijo a John que su padre había enfermado y debía ir a visitarlo a su ciudad natal. Sin embargo, todo fue una artimaña para vender la ropa del esposo y pagar una deuda, evitando así ir a prisión.
Jonh Bateman decidió integrarse a la milicia para tomar distancia con la traicionera Mary, aunque algún tiempo después regresaría a sus brazos. Ambos decidieron ganarse la vida cometiendo fraudes, aunque Mary siempre fue la responsable por sacar adelante a sus cuatro hijos.
La Bruja de Yorkshire.
El negocio de modista no redituaba lo suficiente para sacar a toda la familia adelante, por lo que Mary decidió desempeñarse como adivina y estafadora a tiempo completo. Se cambió el nombre por “Sra. Moore” y afirmaba ser la séptima hija de un séptimo hijo, suposiciones y creencias tan arraigadas en la población que le permitieron embaucar numerosos incautos dejándolos en la ruina. Encontró la forma de promocionarse en la localidad como una excelente promotora de milagros, todo gracias a los supuestos poderes sobrenaturales que poseía.
En 1802, la famosa Joanna Southcott empezó a “marcar” a sus seguidores proporcionando un detalle simbólico que supuestamente les aseguraba un lugar entre los 144 mil elegidos para la salvación, según lo descrito en el Libro de las Revelaciones. Y Mary Bateman se las arregló para conseguir uno de estos detalles. Convertirse en “elegida” le permitió poner en marcha el esquema más notorio y rentable que desarrolló en toda su vida.
Como su reputación de adivina empezaba a menguar, por las numerosas quejas de sus clientes, Mary, en su condición de “elegida” por la mismísima Southcott, hizo un anuncio espectacular: como lo hacían muchas otras mujeres del campo en aquellos tiempos, Mary se dedicaba a la crianza de gallinas, actividad que le proporcionaba huevos frescos gran parte del año. Aseguró, con total determinación, queuna de sus gallinas había puesto un huevo con la inscripción “Cristo viene”. Además, juró que había tenido una visión donde le hicieron saber que sus gallinas pondrían un total de catorce huevos especiales, y el último marcaría el inicio del Apocalipsis.
Mary Bateman y el fraude de los huevos.
Mientras la noticia se diseminaba en las localidades próximas, más huevos con inscripciones fueron apareciendo y con ellos multitudes ansiosas de atestiguar aquella maravilla. Cada persona debía pagar un centavo por echar un vistazo a las gallinas mensajeras. Los huevos no sólo proclamaban una Segunda Venida, también aseguraban que sucedería muy pronto y esto terminó alentando aún más la histeria colectiva.
Además de cobrar a las personas por ver a las gallinas, Mary Bateman empezó a repartir “marcas” especiales (un simple trozo de papel con la inscripción “JC”) que supuestamente garantizaban la entrada al reino de los cielos una vez que llegara el Juicio Final. Miles de personas ansiosas por alcanzar la salvación acudieron a visitarla.
No queda claro el tiempo que duró la treta, pero eventualmente alguien logró analizar un huevo lo suficientemente cerca como para descubrir que las inscripciones habían sido plasmadas con tinta. Cuando la policía supo de esto, allanaron la morada de Mary y la encontraron “con las manos en la gallina”, insertando un huevo en la cloaca del animal para que “lo pusiera” más tarde. Mary Bateman fue a prisión y Joanna Southcott, gracias al estigma, tuvo que dejar de marcar a sus fieles seguidores.
De bruja a asesina.
Sin embargo, el escarnio público no fue suficiente para poner fin a las fechorías de Mary. Simplemente cambió de giro y empezó a recetar remedios populares, además de practicar abortos. La demanda por sus servicios era lo suficientemente buena como para que los inevitables rumores no terminaran disuadiendo a las personas de adquirir sus “remedios”. Un par de hermanas de apellido Kitchen, pertenecientes a la Sociedad Religiosa de los Amigos, buscó los servicios de Mary hasta que una terminó enfermando y muriendo tras ingerir el “remedio” recetado por Bateman.
Las hermanas Kitchen y Rebecca Perigo.
Cuando la madre de estas hermanas llegó para afrontar la muerte de su hija, ella también enfermó y murió junto con la hija que le sobrevivía. Las tres fueron sepultadas en el mismo sitio. Mary fue muy insistente al asegurar que las Kitchen habían sido víctimas de la plaga, pero las autoridades empezaron a sospechar. Cuando los acreedores intentaron embargar la propiedad de las hermanas muertas, encontraron que ya las habían saqueado.
Por increíble que parezca, Mary siguió embaucando desgraciados pese a la sospecha de que había pasado del robo al homicidio. La muerte de una mujer llamada Rebecca Perigo, suscitada antes que las hermanas Kitchen, también estaba bajo investigación después que su cónyuge levantara una denuncia en 1808. Este mismo hombre, que seguía siendo estafado por Mary dos años después de la muerte de su mujer, organizó la reunión en que Bateman fue arrestada.
Cuando la policía registró la casa de Mary Bateman, encontró diversos artículos que habían pertenecido a las hermanas Kitchen y a Rebecca Perigo. También se localizó una serie de ingredientes para preparar los “remedios”, incluidas sustancias venenosas. En 1809, durante un juicio celebrado en York, la declararon culpable de homicidio pese a sus incesantes argumentos de inocencia. Desesperada, Mary fingió estar embarazada, aunque un examen médico reveló el engaño.
La popular ejecución de Mary Bateman en la horca.
Finalmente, al agotar todas las instancias legales, Mary Bateman cumplió su condena siendo ejecutada en la horca el 20 de marzo de 1809. Más de cinco mil almas se dieron cita para atestiguar el grotesco espectáculo, y muchos convencidos de que “la bruja de Yorkshire” emplearía sus poderes sobrenaturales para burlar a la muerte. Como consta en los Annals of Yorkshire, Mary Bateman “se lanzó a la eternidad con una mentira entre los labios afirmando su inocencia hasta el final”. Su cadáver fue entregado a la escuela de medicina para una oportuna disección, como se acostumbraba en ese entonces.
El interés público por admirar los restos de Mary fue tal que casi tres mil personas se dieron cita (y pagaron tres peniques) en el hospital local. Peor aún, su piel fue curtida y segmentada para venderse como un suvenir. Los que creían en los poderes de Mary Bateman utilizaron estos pedazos de piel como talismanes.
Hoy, los huesos de la Bruja de Yorkshire todavía pueden apreciarse en el Museo Médico Thackray, en Leeds, Inglaterra. Es un recordatorio constante sobre el poder de la credulidad humana y lo fácil que es de explotar.