¿Conoces la historia de alguna persona que haya muerto de leer? Resulta difícil concebir que alguien pueda morir así, aunque existen obras literarias acusadas de inspirar suicidios; sin embargo, la lectura por si sola resulta insuficiente para quitar la vida a una persona, como mucho podría volverla loca, pero no matarla. El libro que conocerás hoy puede ser letal, pero no de la forma que estás imaginando, puesmueren aquellos que llegan a tener contacto directo con sus páginas.
Sombras del muro de la muerte.
¿Con qué intención una biblioteca almacenaría una obra tan peligrosa? ¿Por qué no lo destruyen? Bueno, la mayoría de los ejemplares ya fueron destruidos. Sin embargo, debido a su valor histórico aún se conservan cuatro libros debidamente protegidos para que nadie pueda tocarlos.
Además de esta copia propiedad de la Universidad de Michigan, la Universidad Estatal del mismo estado también posee otro ejemplar en una sección titulada “colecciones especiales”. Las otras dos copias se encuentran en la Biblioteca Nacional de Medicina y en Harvard, en los Estados Unidos. Cada uno de los libros está encapsulado y debidamente resguardado, y para leerlos se deben utilizar guantes de protección para evitar que tenga cualquier contacto con la piel.
El libro venenoso.
En 1847, el autor Robert C. Kedzie presentó un ensayo sobre los papeles venenosos. De hecho, una de las mayores preocupaciones de este investigador era el uso generalizado de papel tapiz decorado con pigmentos a base de arsénico en los hogares. Entre los casos que analizó se encontraba el de una niña de apenas nueve meses de edad. Según el informe de Kedzie, la niña empezó a sufrir una serie de síntomas que incluían heridas en el cuerpo, dolor de cabeza, fiebre y dolores punzantes, como si se tratara de un reumatismo severo. Todo esto empezó cuando fue colocada en una habitación decorada con papel tapiz.
Tras salir de casa durante varias semanas, la salud de la pequeña presentó una mejoría notable. Sin embargo, una vez que regresó su salud empezó a decaer nuevamente. Kedzie encontró que el papel tapiz que adornaba la habitación de la pequeña Emma tenía niveles altísimos de arsénico. Una vez que notificó el problema a sus padres, la familia se mudó y la salud de la pequeña volvió a la normalidad.
Casos como este terminaron inspirando a Kedzie a “escribir” el libro. Se trata de una colección con 86 muestras de papel tapiz impregnado con altos niveles de arsénico que el propio investigador obtuvo en centros comerciales de la época. Hasta entonces, muy pocas personas sabían del peligro que representaba vivir entre papel tapiz de esta clase.
Las muestras de papel tapiz con que se hizo el libro pueden liberar pequeñas partículas de polvo impregnadas con arsénico que, al ser inhaladas o ingeridas, terminan provocando envenenamiento. En el prefacio se explican los peligros del arsénico. Desafortunadamente, tras la muerte de una mujer que estaba leyendo el libro, casi todos los ejemplares fueron destruidos.