En la localidad de Cádiz, España, vive una mujer de 53 años llamada Juana Muñoz cuya vida transcurre en una jaula de vidrio. Imposibilitada para salir de este lugar y tener contacto con sus seres queridos, esta prisión es lo único que le evita un doloroso encuentro con la muerte. Y es que Muñoz padece un extraño cuadro médico que vuelve su salud extremadamente frágil: enfermedad de intolerancia al esfuerzo físico (EIES), sensibilidad química múltiple (SQM) y electrosensibilidad. Por si fuera poco, la situación se agrava todavía más con una fibromialgia.
Aislada del mundo exterior.
Por eso, la supervivencia de esta mujer depende de mantenerse prisionera en su jaula de cristal. Son pocas las veces que Juana abandona el recinto, y cuando lo hace tiene que seguir un riguroso protocolo. Además, toda aquella persona que pretenda ingresar a la jaula debe vestir exclusivamente ropa de algodón y darse un baño libre de cualquier sustancia química. El más mínimo olor a jabón, desodorante, perfume, tejido sintético, etc. puede culminar con una grave crisis de dolor para la enferma.
Sin embargo, el aspecto más doloroso sobre la enfermedad de Juana Muñoz es su incapacidad para abrazar a su familia sin poner en riesgo su propia vida. La mujer tiene dos hijos, de 26 y 29 años, a los que sólo puede abrazar un par de veces al año y sólo si se someten a un riguroso proceso de descontaminación que puede extenderse por días.
Comienzo de un martirio.
Todo esto empezó cuando tenía 29 años, según Juana y su madre, a causa de unas papas que su esposo sembró en el patio de su residencia. Recuerda que en el preciso instante que tocó aquellos tubérculos recién cosechados, empezó a experimentar inflamación en ojos y boca, por lo que acudió a urgencias.
Cuando finalmente la ingresaron al hospital, prácticamente presentaba inflamación en todo el cuerpo. Tras una breve estancia y tratamiento con corticoesteroides, los médicos le dieron el alta diagnosticándole una reacción alérgica. Sin embargo, aquello era tan solo el inicio de un largo martirio que se desencadenaba cada vez que tenía contacto con algún producto químico. Además de fuertes dolores, las reacciones alérgicas a estas sustancias le producían irritación, fatiga, vómito y asfixia.
Recuerda que su esposo fumigó el cultivo de papas con un pesticida que había sido prohibido varios años antes, aunque no llegó a especificar el nombre del producto.
Convencida de que esto fue lo que provocó su cuadro médico, prefiere no revelar el nombre del pesticida pues dice no querer meterse en problemas legales por utilizar un producto prohibido. Lo único que quiere es poder volver a abrazar a su familia.
El cuadro de Juana Muñoz fue empeorando al paso del tiempo y sobre todo después que le diagnosticaran fibromialgia e intolerancia al esfuerzo físico. Es por eso que tomó la decisión de aislarse en una pequeña vitrina de vidrio con vista al jardín de su hogar. Aquí ha vivido desde hace 13 años.
El Abrazo.
El esposo de la mujer, que se dedica a la enfermería, ahora sólo planta productos orgánicos en el jardín. La familia entera consume estos alimentos en un régimen alimenticio diario, aunque Juana solo puede probarlos un par de veces al mes, y es que su alimentación básicamente consiste en carne orgánica de productores confiables. Toda su ropa es de algodón orgánico y cuenta con una careta de cerámica que le permite recibir oxigeno cuando siente que le falta el aire.
El Hospital de Puerto Real es el único sitio a donde puede salir Juana Muñoz una vez al año para someterse a un extenso chequeo médico, y un seguimiento rutinario con su oncólogo tras haber superado el cáncer de mama.
Se desplaza en un vehículo completamente esterilizado. Al llegar al hospital, la instalan en una habitación vacía y estéril, donde le practican los exámenes siguiendo un riguroso procedimiento que ella misma indica. Al final del día, regresa a su hogar y se mete en su jaula de cristal para continuar con su existencia.
El día a día de Juana Muñoz está plagado de contracciones musculares, asfixia y fatiga. Completamente consciente de su realidad, y siempre esperando por una mejoría, uno de sus principales objetivos en la vida es promover la concientización sobre sus enfermedades.
Es por eso que inició una campaña titulada “El Abrazo”, proyecto que busca la creación de una máscara con filtros químicos especiales para personas que padecen la misma enfermedad. Creen que la máscara le permitiría a Juana abrazar a sus seres queridos de forma más frecuente, sobre todo a su madre, que al ser un adulto mayor es incapaz de someterse al riguroso protocolo de descontaminación.