La máquina de movimiento perpetuo desarrollada por Charles Redheffer supuso un parteaguas en el tema. En el lejano 1812, el “inventor” estadounidense afirmó desarrollar una máquina de funcionamiento imposible. Muchos creían ciegamente en Redheffer y lo consideraban un genio visionario. Sin embargo, para sus detractores no era más que un vil charlatán.
El origen de Charles Redheffer.
Dada la antigüedad del caso, quedan muy pocos registros históricos sobre la vida personal de Charles Redheffer. De hecho, parece surgir súbitamente en 1812. Adquirió una propiedad en las inmediaciones del río Schuylkill, en Filadelfia, desde donde mostraba a los locales su milagrosa máquina. También se sabe que cuando su fraude quedó expuesto, desapareció sin dejar rastro. Qué sucedió o dónde terminó, sigue siendo un misterio.
Fama y fortuna en Filadelfia.
Durante su estancia en Filadelfia, Charles Redheffer aseguró desarrollar una máquina de movimiento perpetuo que prescindía de una fuente de energía para funcionar. La exhibición del dispositivo le hizo ganar mucha fama y dinero. Todos aquellos interesados en observar la máquina de movimiento perpetuo debían pagar una tarifa de admisión.
Algunas fuentes dicen que Redheffer cobraba US$ 5 por persona, otros refieren que sólo era un dólar. Y están quienes aseguran que las mujeres entraban gratis. El gobierno de la ciudad mostró interés por tan maravilloso invento. El 21 de enero de 1813, un grupo de inspectores arribó a la residencia de Redheffer para analizar la máquina de movimiento perpetuo.
El objetivo principal de esta comisión era verificar la autenticidad de la máquina, y proponer financiamiento estatal. La astucia de Charles Redheffer logró impedir que los inspectores se aproximaran a la máquina. Sin embargo, uno de ellos se percató de que algo no andaba bien con el dispositivo.
Fraude al descubierto.
Mediante un intrincado sistema de engranajes, Redheffer aseguraba que su máquina de movimiento perpetuo entregaba energía para alimentar otro sistema. Pero, el inspector observó que los engranajes funcionaban al revés. De hecho, la máquina de movimiento perpetuo recibía energía del otro sistema. La comisión supo la verdad, pero dejaron pasar la oportunidad de enfrentar a Redheffer directamente. Optaron por revelar el fraude de forma sutil y elegante.
Contrataron a Isaiah Lukens, un ingeniero de Filadelfia, para construir una máquina que empleara el mismo principio que el dispositivo de Redheffer. También le pidieron que ocultara la fuente de alimentación. Tras terminar el dispositivo, la presentó ante Redheffer. Aquello tomó por sorpresa al charlatán, pues no sabía a ciencia cierta cómo funcionaba la máquina falsa.
Intentó sobornar a Lukens para que revelara su funcionamiento. Y no pasó mucho antes de que Redheffer asimilara que su secreto estaba expuesto. A las prisas abandonó Filadelfia y se estableció en la ciudad de Nueva York. Las noticias locales generalmente no terminaban repercutiendo en otros lugares. Por eso, ninguna persona en Nueva York supo sobre la estafa de Charles Redheffer.
Charles Redheffer y la máquina de movimiento perpetuo en Nueva York.
Empezó a mostrar su máquina a los neoyorquinos y ganó mucha atención. Pero, todo terminó el día en que el mismísimo Robert Fulton, inventor del barco a vapor, echó un ojo a la máquina de movimiento perpetuo de Redheffer. La vasta experiencia del ingeniero mecánico le permitió identificar un sonido irregular en el funcionamiento de la máquina.
Partiendo de aquella observación, sugirió que una manivela oculta proporcionaba energía al sistema. Cuando Fulton lo acusó, Redheffer intentó mantener su mentira asegurando que la máquina podía moverse a perpetuidad. Fulton se mostró seguro de su deducción y desafío a Redheffer, diciéndole que expondría la fuente de energía oculta en la máquina de movimiento perpetuo.
Si no lo lograba, el ingeniero estaba dispuesto a asumir todos los costos de los daños provocados a la máquina durante la revisión. Como el reto se hizo ante una multitud de curiosos, Redheffer terminó cediendo por la presión del público. Inmediatamente, Fulton procedió a retirar una serie de tablas en la pared adyacente a la máquina de movimiento perpetuo.
Robert Fulton desenmascara al charlatán.
Allí localizó un cordón largo y oculto hecho de cátgut. Una línea que se dirigía al piso superior. Al subir por las escaleras, Fulton encontró a un anciano sentado que comía pan con una mano y giraba una manivela con la otra. Redheffer solía proporcionar un poco de pan y agua al anciano a cambio de que girara la manivela durante todo el día.
Los presentes se pusieron furiosos al darse cuenta que Charles Redheffer les tomaba el pelo. En el zafarrancho, la máquina de movimiento perpetuo quedó reducida a escombros. Redheffer se las arregló para escapar de la multitud y huyó a toda prisa de Nueva York.
El último fraude de Charles Redheffer.
En 1816, Charles Redheffer regresa a escena asegurando que inventó otra máquina de movimiento perpetuo. Buscaba reivindicarse con un grupo específico de personas, incluyendo al presidente del Tribunal Supremo y al alcalde de Filadelfia. Tras varias reuniones, Redheffer se echó para atrás y decidió no revelar su invento al grupo de inspectores.
Pero, el 11 de julio de 1820 la Oficina de Patentes de Estados Unidos emitió una patente a nombre de Charles Redheffer. Se trataba de un dispositivo al que tituló “maquinaria con el propósito de obtener poder”.
Si nos ceñimos a las leyes de la física, la sola idea de una máquina de movimiento perpetuo es ridícula. Y a lo largo de la historia varios intentaron desarrollarlas. Cada inventor con un objetivo o motivo en particular. Sin embargo, hasta la fecha nadie ha demostrado de manera concluyente que la máquina de movimiento perpetuo sea posible.
Cortesia del Ojos de Sapo braguetero
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