lunes, 16 de agosto de 2021

"LA NIÑA QUE REZABA POR EL DIABLO"


   Hace ya mucho tiempo que Alondra, una pequeña niña inocente y sin malicia alguna era observada con sorpresa y creciente preocupación por sus padres, quienes estaban asombrados y escandalizados por las oraciones nocturnas de la pequeña, al grado de llamar al sacerdote del pueblo, quien pensaba que los padres exageraban su protección y preocupación por la pequeña.

Le invitaron pues a cenar y a observar detenidamente el comportamiento de la chiquilla, la cual no era sino un verdadero ángel a los ojos del clérigo, después de la cena la dulce Alondra se despidió y dirigió a su habitación, así pues los preocupados padres pidieron al clérigo acompañarlos, la oración comenzó normal como algo así: .... 

"Y cuida a mi mami, a mi papi, a mi abuela y mis hermanos, ah y por favor cuida mucho de Lucifer, pues nadie pide por el, yo lo hago en su lugar, amén": 

   El padre se horrorizó ante semejantes palabras, pero a pesar de todo, la conducta de la niña era intachable así que el clérigo solo ordeno el vigilar de cerca a la pequeña, el tiempo paso pero lamentablemente las condiciones en las que la pequeña y su familia vivían no eran del todo "Optimas" con frecuencia caían en enfermedades y hambrunas, sin embargo, esto no era motivo para que la pequeña Alondra dejase de rezar por el diablo, 

   "Y cuida de mi mami, mi papi, mi abuela y mis hermanos, ah, y por favor también cuida mucho de Lucifer, pues nadie pide por el y yo lo haré en su lugar, amén" 

    Así lo decía cada noche y un fatídico día de invierno, mientras los padres de la pequeña salieron en busca de alimento para ella y sus hermanos la bebé sufrió un lamentable accidente y murió. 

   La familia era tan humilde que no podían dar sepultura a su bebita y lloraban su miseria, cuando de la nada arribó a la humilde vivienda el más majestuoso cortejo fúnebre que nunca se había visto en ese lugar u otra parte del mundo, rosas, coronas, una carroza elegantísima jalada por seis percherones negros y al frente del cortejo, un hermoso joven de piel blanca como la nieve, cabello negro y sedoso, ataviado finamente en un traje de gran gala negro, tanta belleza cautivaba, pero lo que más impactaba eran sus ojos rojos, como la sangre, como carbón encendido, pero hermosos y cautivadores, bañados en lágrimas que ocultaban la verdadera fiereza de su dueño. 

   Inició la misa de cuerpo presente, la iglesia estaba a tope y el joven en primera fila seguía llorando sin mirar a nadie sino la pequeña cajita blanca de finísimo alabastro que contenía aquel angelical cuerpo, los padres de la niña no se animaban a agradecer o cuestionar a su distinguido benefactor, quien cabizbajo seguía ahí en un solemne y silencioso llanto que desgarraba el alma del más valiente. 

   Finalmente el cortejo partió al cementerio en donde los padres, hermanos y familiares de la pequeña tan solo pudieron contemplar el sepulcro más majestuoso jamás visto, al ingresar el pequeño féretro a su nido de descanso eterno aquél joven estalló en un llanto que dobló a más de uno, los padres no sabían que hacer, ¿cómo aquella persona desconocida podía haber amado y sentido tanto la muerte de la niña? y como si hubiera leído sus mentes, volvió su fiera pero enternecedora mirada y con pena y dulzura infinita dijo: 

   "Por miles de años, el mundo ha buscado la manera de tacharme de lo peor, desde tentador, ladrón, traidor, enemigo, hasta lo más ofensivo y blasfemo, pero ella, ella con su dulzura, su inocencia, su amor infinito, todas las noches sin falta y a pesar de que era castigada por hacerlo nunca dejó de orar y pedir por mi, ni una sola noche". 

   Los padres pensaron que se trataba de un maestro de la niña y le preguntaron pues por su nombre, el joven se alejó y dio la vuelta diciendo: 

   "Debes recordar el final de las oraciones de tu propia hija:"

Y bendice a Lucifer porque nadie pide por el así que yo pido por todos." 

   Dicho ésto el joven desapareció y cada 24 de enero la majestuosa tumba es adornada de rosas rojas de exquisita belleza y se ve al joven llorar al pie de la cripta. 


Cortesía Don Lalo



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