domingo, 29 de marzo de 2020

chino mató a 108 por que odiaba a su ex esposa

El 16 de marzo de 2001, un residente de la provincia de Hubei, en China, instaló una serie de explosivos en la ciudad capital de Shijiazhuang matando a 108 personas e hiriendo a 38 más. Jin Ruchao demostró que un humano trastornado sólo necesita determinación para provocar un gran daño a la sociedad. Lo más ridículo del caso es el motivo que lo llevó a cometer la masacre: el odio desmedido hacia su ex esposa y suegra.
Shijiazhuang
Casa en Shijiazhuang.

Infancia complicada.

Como sucede con algunos criminales que perpetran asesinatos en masa, Jin alguna vez amenazó con explotar el edificio en que habitaba su ex esposa y suegra. Nació el 7 de diciembre de 1960, y pronto quedó claro que era un desastre a punto de suceder. La infancia del homicida fue complicada: tras una severa infección en el oído quedó sordo, condición que promovió el acoso escolar de sus compañeros. Jin se volvió una persona solitaria.
Su diario describe a una persona profundamente amargada y supersticiosa, mostraba poco optimismo por la vida y no parecía que buscara el éxito. Abandonó la escuela cuando todavía era adolescente y se dedicó a trabajar en las fábricas. En 1988, el problemático sujeto fue condenado por violación.

Odio por la ex esposa.

El odio irracional hacia su ex esposa hizo que Ruchao la culpara por la condena de violación a la que lo sentenciaron. Además, también la responsabilizaba por un grave accidente de tráfico en el que su madre terminó muerta y su padre herido de gravedad, aunque la mujer no tuvo nada que ver.
Jin Ruchao foto
Jin Ruchao.
Cuando Jin decidió hacer realidad sus ideas asesinas, empezó por adquirir explosivos ilícitos a base de nitrato de amonio por poco más de US$ 115. Pero antes del “gran día”, apuñaló a su novia antes de viajar a Shijiazhuang para colocar las bombas. El trastornado sujeto también se hizo de algunas reservas de dinamita, fusibles y detonadores que complementaban su arsenal para fabricar explosivos.
Las compras ilícitas de todos estos artículos demuestran que planeó el crimen con mucha anticipación. Aparentemente, los vendedores de explosivos en el mercado negro jamás consideraron que su mercancía en manos de una persona trastornada terminaría volviéndolos cómplices de una masacre.

El “gran día”.

Jin empacó los explosivos en un saco de “alimento para pollos” y contrató un camión para hacer las “entregas”, aunque sus planes se vieron frustrados cuando el operador de la unidad se negó a iniciar la ruta. Tal vez el camionero se percató de algún problema con Jin y su carga, pero no tuvo la precaución de notificar a la policía.
Al final, Jin logró entregar sus bombas en cinco ubicaciones de la ciudad incluyendo dormitorios, condominios y complejos industriales. Realizó las primeras entregas en un vehículo alquilado y las últimas dos bombas las trasladó en un taxi.
Con los explosivos en su sitio, Jin viajó en taxi para activar cada una de las bombas, cambiando de vehículo en la ruta. La primera bomba estalló a las 4:16 de la madrugada, y la última fue activada a las 5:01 de la mañana, una serie de explosiones que se extendió durante casi una hora. Por fortuna, varios explosivos no se instalaron correctamente y terminaron provocando más daño a la propiedad que a los habitantes.
bombas en Shijiazhuang
Bombas en Shijiazhuang.
Las autoridades chinas rápidamente identificaron a Jin como principal sospechoso y desataron una cacería humana. Tras 11 días siguiéndole el rastro, finalmente lo aprendieron. El criminal era tan peligroso que los chinos ofrecían una recompensa de US$ 12 mil por su captura y divulgaron amplios detalles sobre los bombardeos, situación completamente inusual en un gobierno que suele minimizar los incidentes negativos.

Condena.

Jin se declaró culpable de los cargos de asesinato y otros delitos relacionados. Lo ejecutaron el 29 de abril de 2001. La pena de muerte en China no contempla años de apelación. Otros tres hombres también fueron procesados por los bombardeos, se les acusó de vender ilegalmente aproximadamente 600 kilogramos de explosivos y equipo a Jin. Los condenaron a la pena capital y fueron ejecutados.
Jin Ruchao detenido
Casos como el de Jin Ruchao demuestran que cuando los asesinos en masa están determinados a realizar una masacre no requieren armas de fuego para lograr su objetivo. A lo largo de la historia, estos criminales han recurrido a explosivos, fuego, veneno e incluso vehículos motorizados para matar a una gran cantidad de personas. Incluso se ha sabido de individuos amargados por padecer herpes o VIH / SIDA que contagian deliberadamente la enfermedad.
Una y otra vez, las comunidades se muestran capaces de identificar a las amenazas obvias, pero no se actúa debido a la falta de educación pública o procedimiento oficial que mitigue el peligro que representan. ¿Veremos a alguien infectado con coronavirus desarrollar la misma conducta en 2020?