Nicholas Senn fue un cirujano estadounidense fundador de la Association of Military Surgeons of the United States. También fungió como presidente de la American Medical Association y cirujano en jefe del Sexto Cuerpo del ejército durante la guerra hispano-estadounidense en 1898. Con todas esas credenciales, es extraño imaginar que lo primero que hacía Senn cuando recibía a un herido de bala en el estómago era bombearle hidrógeno por el recto. A continuación, se dirigía a la herida de entrada y encendía un fósforo. Pero así era la medicina, extraña.
Detectando perforaciones intestinales.
Sin embargo, había una explicación práctica para el escatológico procedimiento. En su época de militar, era común que Nicholas Senn recibiera pacientes con heridas de bala en el abdomen. En esos tiempos la medicina empezaba a comprender la utilidad de los rayos-x y no existían herramientas para diagnosticar adecuadamente.
Por eso, Senn y compañía hacían malabares para identificar si la herida penetrante era “simple” o implicaba alguna lesión en el tracto gastrointestinal. Una lesión en el intestino no muestra síntomas confiables en los que un cirujano puede basarse para un diagnóstico positivo. Además, esta clase de heridas tampoco resultan evidentes en el tradicional examen físico.
Nicholas Senn se percató de que una herida en el intestino era detectable si aplicaba la misma técnica con la que un fontanero localizaba fugas de gas. Pero, diagnosticar de esta forma implicaba inflar los intestinos con un gas inocuo a través del recto. De existir la fuga, el gas saldría del intestino hacia la cavidad peritoneal y de allí a la herida externa, donde sería detectable con algún método que corroborara la presencia del gas inoculado.
Inflando pacientes con hidrógeno.
El médico recomendó emplear hidrógeno pues no presenta propiedades tóxicas, no es un agente irritante y se absorbe rápidamente al entrar en contacto con tejido vivo. Por si fuera poco, el hidrógeno que escapara era fácilmente detectable colocando un fósforo junto a la herida. Nicholas agregó que prender fuego al estómago de un soldado herido también era una forma eficaz de esterilizar la herida.
Antes de llevar su propuesta a humanos, Nicholas Senn experimentó con perros. Se trató de un procedimiento cruel: primero ataron los animales a las mesas de operación, los anestesiaron y dispararon a corta distancia en el abdomen. Inmediatamente después, un globo de caucho lleno de hidrógeno se anexaba al recto del animal para bombear el gas lentamente hacia el intestino. Cuando trasladaba una llama sobre la herida, el gas que escapaba se consumía en forma de una llama azul constante, señal inequívoca de que la bala perforó el intestino.
Nicholas Senn y su comprobación de la técnica.
Después, Senn experimentó con varios pacientes humanos para determinar los efectos negativos de introducir gas en el tracto gastrointestinal por esta vía. Y ante la curiosidad por experimentar la sensación, el propio Nicholas Senn instruyó a un asistente para que le bombeara hidrógeno por el ano. El médico detalló su experiencia en el siguiente relato:
“Bajo una presión de 0.4 kg (1/2 libra), aproximadamente 6 litros de gas fueron insuflados por el recto. La distensión del colón no provocó más que una simple sensación de distensión en el curso del procedimiento, pero, una vez que el gas escapó al íleon, apareció un cólico fuerte, que aumentaba a medida que se insuflaba el gas y sólo se detuvo después que todo el gas escapó, cosa que sucedió hora y media más tarde.Cuando los intestinos y el estómago quedaron completamente distendidos, la sensación de distensión fue tan angustiante que se acompañó por una sensación de desmayo y una fuerte transpiración. Buena parte del gas escapó a través de eructos, seguidos de un gran alivio. Los cólicos que acompañaron la distensión del intestino delgado por aire o gas, evidentemente son causados por el aumento de la acción peristáltica del intestino en su intento por expulsar el contenido, pues siempre se manifestó de forma intermitente y disminuyó rápidamente tras la fuga del gas”.
Un pionero en la perforación gastrointestinal.
El primer paciente humano que trató Senn fue un afroamericano de 27 años con un impacto de bala .38 en el estómago. Desafortunadamente, el paciente no sobrevivió, pero el procedimiento resultó un éxito y siguió utilizándose en cirugías militares para la detección de heridas intestinales. La técnica desarrollada por el doctor Senn quedó obsoleta cuando los rayos-x se adoptaron como herramienta de diagnóstico estándar.
Pese a lo curioso de su técnica, es innegable que Nicholas Senn fue pionero en medicina quirúrgica. Además de su trabajo en perforación gastrointestinal, participó en algunas investigaciones experimentales sobre pancreatitis aguda, cirugía plástica y tratamiento de leucemia con rayos x. Este médico respaldó fuertemente la intervención quirúrgica en casos de apendicitis, una práctica inusual en la época.
También divulgó la importancia de los primeros auxilios, introducidos por primera vez a las fuerzas armadas por el cirujano alemán Friedrich von Esmarch en 1870. Una de las frases favoritas de Senn era una cita de Esmarch: “El destino de los heridos recae sobre los que aplican el primer curativo”.