martes, 31 de diciembre de 2019

El brindis del Bohemio



En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno.
Regocijadamente departían
seis alegres bohemios.
Los ecos de sus risas se escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el impotente
y profundo silencio.
El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.
Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.
Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.
A cada nueva libación, las penas
hallábanse mas lejos
del grupo, y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.
Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos lo pechos.
Y la llegada, consecuencia lógica,
del "feliz año nuevo"...
una voz varonil dijo de pronto:
—Las doce, compañeros;
Digamos el "requiescat" por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos...
—Brindo —dijo otra voz—, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente la venganza;
si en mi cielo de tul, limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.
—¡Bravo! dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste breve, bueno y substancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
y brinde por... Europa,
ya que su extranjerismo es delicioso...
—Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría
en el que hubo mujeres tentadoras
y frentes soñadoras
que se juntaron a la frente mía...
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparza sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de amores, de delicias, de desvelos,
—Yo brindo —dijo Juan—, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.
Brindo porque mis versos cual saetas
lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito,
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata...
¡Pero que tiene un cuerpo muy bonito!
Porque a su corazón llegue mi canto,
porque sequen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.
Siguió la tempestad de frases vanas,
toscas y tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones, y reír, y todo.
Se brindó por la Patria, por las flores
por los castos amores
que hacen de un valladar una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llenan de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.
Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro
de noble corazón y gran cabeza;
de aquél que sin ambages declaraba
que sólo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza,
Por todos estrechado, alzó su copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento;
los envolvió en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:
—Brindo por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificisosamente perfumados.
Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros,
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me meció en la cuna.
Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en su brazos
y que me dio en pedazos
uno por uno, el corazón entero.
¡Por mi Madre! bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré muy pronto a su lado.
Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio la vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.
Por ella brindo yo, dejad que llore,
y en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que sufre y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.
Por la anciana infeliz que sufre y llora;
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en la amargura
y de mis negras noches es mi estrella...
El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquél ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.



Felices Fiestas!