La historia de Boudica se desarrolla en el año 61, una década y media después que los romanos llegaran a Gran Bretaña para apoderarse del territorio ocupado por tribus celtas. El Imperio Romano ocupó las aldeas existentes y permitió a los líderes nativos mantenerse en el poder bajo un par de condiciones: reconocer a Nerón como su emperador y pagar impuestos. Entre las tribus conquistadas estaban los icenos.
La humillación de Boudica.
Los icenos habitaban al noroeste de la isla, en una región próxima a la ciudad de Norfolk. El rey de la tribu, Prasutago, estaba preocupado por el futuro de la familia tras su muerte, por lo que propuso una solución conciliatoria a manera de testamento: los romanos se quedarían con la mitad del reino y la otra parte sería gobernada por su esposa, Boudica, y sus dos hijas. Sin embargo, a los conquistadores romanos no les agradó la propuesta y terminaron apoderándose de todo. Como los icenos opusieron resistencia, invadieron la aldea, azotaron a Boudica y violaron a sus dos hijas, unas niñas.
Boudica se sobrepuso al trauma y la humillación para aliarse con tribus vecinas que también fueron perjudicadas por la invasión romana. Eventualmente, un ejército de 100 mil britones marchaba rumbo a Camulodunum (actual Colchester), la capital de Britania. “Los britanos eran considerados ciudadanos de segunda clase en su propio país. Roma controlaba sus tierras, riquezas, armas y libertad”, dice el historiador Dan Snow en el documental Battlefield Britain.
Boudica no era más que otra reina de una tribu celta en un rincón de Gran Bretaña. Sin embargo, tras la muerte de Prasutago, la invasión de su tribu, el robo de sus tierras y la violación de sus hijas decidió hacer historia. En los 400 años que los romanos dominaron Britania, ninguna otra revuelta fue tan poderosa como la liderada por Boudica.
La revuelta de los celtas.
La sed de venganza de esta reina arrebató a Roma tres de las ciudades más importantes en la isla, incluida Londres, y aniquiló a 70,000 romanos. El propio Nerón, uno de los emperadores más extravagantes, llegó a considerar la retirada en la región para frenar la pérdida de tropas.
“Boudica era una mujer alta, de mirada iracunda. Una cascada de cabello rojo bajaba hasta sus rodillas”, describió el historiador romano Dion Casio. “Portaba un collar dorado compuesto de ornamentos, una colorida túnica y un grueso abrigo asegurado con un broche. Cargaba una lanza enorme para asustar a todo aquel que la viera”.
Destrucción de Camulodunum.
La invasión de los britones revoltosos tomó a la ciudad completamente desprevenida. Sin murallas de protección o aparatos de defensa que los frenaran, incendiaron las casas y mataron a todo aquel que se atravesara en su camino a Camulodunum. Algunos pobladores corrieron a buscar refugio en la principal construcción de la ciudad, un imponente templo edificado en honor al antiguo emperador Claudio.
Los carros de guerra celtas, pequeñas carrozas ocupadas por un par de guerreros, compensaban la carencia de armas sofisticadas y proporcionaban cierta ventaja militar a los revoltosos. En esa época, los romanos no utilizaban carros en combate pues estaban destinados exclusivamente a eventos deportivos.
La única esperanza para los habitantes de la capital era una rápida intervención de las tropas romanas. Desafortunadamente, el gobernador de Britania Gayo Suetonio Paulino se encontraba al otro lado del país, en Anglesey, masacrando druidas con la mitad del ejército. Al mismo tiempo que Paulino derrumbaba una de las bases de la sociedad celta, los romanos sufrían la venganza de los britones.
Las tropas romanas disponibles estaban divididas en dos legiones, de cinco mil hombres cada una, pero sólo una estaba en disposición de acudir a rescatar la ciudad. Mientras ese pequeño ejército se dirigía a Camulodunum, Boudica lo interceptó y no dejó un solo soldado romano con vida. Sitiaron el templo durante 48 horas, hasta que la reina decidió incendiar la construcción y quemar con vida a todos allí dentro. Tras el ataque de los revoltosos, la grandiosa capital de Britania quedó reducida a escombros.
Londres en llamas.
A continuación, la revuelta se enfocó en el principal centro comercial de Britania: Londinium, actual Londres. A este mismo sitio se dirigía el gobernador Paulino escoltado por la caballería, mientras la infantería marchaba muy atrás. Al divisar el gigantesco ejército de celtas (todavía más grande, pues Boudica reclutó nuevos voluntarios de las tribus que encontró en el camino), Paulino decidió abandonar Londinium a su propia suerte y reunir a las tropas para organizar una estrategia que pusiera fin a la rebelión.
Boudica no encontró la más mínima resistencia cuando incendió Londres, donde también masacró a los habitantes para continuar al noroeste, a Verulamium (actualmente Saint Albans), donde continuó con el frenesí de destrucción.
En las ciudades incluidas en la ruta de Boudica, las excavaciones encontraron gruesas capas de ceniza que datan del año 60 o 61 de nuestra era. En Londres, esta capa alcanzó el medio metro de grosor.
Mientras tanto, no todas las tropas lograron reunirse con el gobernador Paulino, que sólo disponía de 10 mil hombres para enfrentar a 230 mil rebeldes. Boudica continuó su marcha mientras los romanos se posicionaban estratégicamente en la ruta de los celtas para librar la batalla final. Pese a la enorme desventaja numérica, los soldados romanos contaban con mejor armamento, además de disciplina y estrategia militar.
La Batalla de Watling Street.
El encuentro pasó a la historia como la Batalla de Watling Street. Hasta donde se sabe los romanos masacraron a los celtas. Tras aniquilar a los guerreros rebeldes, continuaron con sus familias, pues todos viajaban juntos. Se dice que Boudica y sus hijas se envenenaron, evitando que los romanos las tomaran prisioneras.
En las inmediaciones del Big Ben, en Londres, se puede encontrar una enorme estatua de Boudica. Sin embargo, pocos saben que aquella mujer montada en un carro llegó a quemar la ciudad y estuvo a punto de lograr que Nerón renunciara a Gran Bretaña. Aquella rebelión fue un momento crucial para el Imperio Romano, sobre todo porque otras regiones conquistadas podían seguir el ejemplo de Boudica.
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