Kim Jong Il fungió como líder supremo de Corea del Norte desde 1994 hasta el 17 de diciembre de 2011, el día en que murió. Durante los años que se mantuvo en el poder manifestó inclinaciones extrañas y cumplió sus caprichos más salvajes a costa de un pueblo que se moría de hambre, personas obligadas a trabajar hasta el cansancio. Durante 17 años controló uno de los gobiernos más herméticos y represores del planeta. Simultáneamente, Kim Jong Il se promocionaba como un personaje con características divinas. A continuación, te presentamos algunos hechos cuasi mitológicos que rodean la historia del polémico dictador.
La mitología del comunismo predijo su nacimiento.
En la biografía oficial de Kim Jong Il se especifica que nació el 16 de febrero de 1942 en el monte Paekdu. Un día glorioso en el que un doble arcoíris se levantó sobre la montaña para marcar el momento en que el invierno daba paso a la primavera. También se dice que una estrella brillante se elevó en el cielo y un cisne desplegó sus alas para anunciar la llegada del “general que gobernaría al mundo”.
El bebé que llegó a este mundo con tremenda pompa resultó un genio que dio sus primeros pasos a las tres semanas y pronunció sus primeras palabras con mes y medio de edad. Por supuesto, toda la información es falsa incluida la fecha y lugar de nacimiento. De hecho, Kim Jong Il nació un año antes en la Unión Soviética y, hasta donde se sabe, los cisnes no anunciaron su llegada. Por supuesto, esta historia no resulta tan llamativa como la predicción sobre el ascenso de un líder al más puro estilo de los dioses nórdicos.
El hombre más interesante del mundo.
El biógrafo oficial de Kim asegura que fue más que un prodigio. Llegó a describirlo como un ser con poderes sobrenaturales cuyas habilidades fueron insinuadas apenas llegó al mundo. Se decía que podía cambiar las estaciones del año a voluntad, derritiendo la nieve si deseaba que empezara el verano o floreciendo las plantas si anhelaba la primavera.
Supuestamente, Kim era un genio con «10,000 talentos» con una habilidad literaria que fácilmente superaba a la de Stephen King, pues se supone que escribió 1,500 obras en los cuatro años que cursó la universidad. Dominaba múltiples artes y era un atleta talentoso. Según la leyenda, la única vez que se atrevió a jugar golf anotó 11 hoyos en uno, algo completamente normal para él.
La pasión por el cine.
Cuando no cambiaba las estaciones del año o se dedicaba a escribir libros, Kim Jong Il disfrutaba su tiempo libre viendo películas. Muchos cinéfilos se ven fascinados por las películas protagonizadas por Elizabeth Taylor; sin embargo, Kim tenía gustos un tanto extraños pues desarrolló un amor particular por Rambo y Viernes 13.
En determinado momento se decidió a transformar Corea del Norte en el nuevo Hollywood, pero en lugar de abrir escuelas de actuación o financiar la industria cinematográfica secuestró a la afamada pareja surcoreana conformada por Shin Sang-ok y Choi Eun-hee para obligarlos a dirigir películas en Corea del Norte. Tras realizar algunas películas para Kim Jong Il, la pareja logró escapar del país en 1986. Love, Love, My Love fue una de las películas producidas en Corea del Norte.
Encarceló a todo el que no le agradaba.
Si hubieras tenido la mala fortuna de caerle mal a Kim no sólo te rechazaría, hubieras terminado en un campo kwanliso, las colonias laborales donde terminaban los individuos que se consideraban enemigos del estado. En 2011, al menos 200 mil personas vivían en esta clase de campamentos, donde debían soportar hambre y el abuso de los guardias.
Para terminar en este lugar, la persona sólo debía relacionarse con alguien que hubiera hecho enojar al gobierno de Corea del Norte. Kim Jong Il tenía tanto amor por este sistema que obligó a los niños que nacieron al interior de los campos a trabajar con sus padres.
Kim disfrutaba banquetes mientras el pueblo moría de hambre.
Una de las obsesiones más conocidas de Kim Jong Il fue su amor por la comida. Empleó su enorme fortuna para comprar alimentos de toda clase alrededor del mundo. Por si fuera poco, contrató a los mejores chefs del planeta para que fueran hasta Corea del Norte a preparar los platillos. Esto no tendría nada de malo si no fuera porque el pueblo al que gobernaba pasaba por una terrible hambruna que costaba la vida a millones de norcoreanos.
Mientras Kim organizaba banquetes dignos de un rey, el sistema público de distribución del gobierno se «esforzaba» por entregar alimento a los norcoreanos. Se les instruyó para alimentarse exclusivamente con lo que se proveía, y se les dijo que se consideraba un acto “anti-socialista” participar en cualquier venta de arroz, maíz y otro tipo de alimentos básicos. El gobierno sólo autorizaba pequeños huertos caseros donde, si tenían suerte, podían cultivar algunos vegetales para consumo personal.
Desnutrición en Corea del Norte.
Durante su mandato, funcionarios del gobierno confiscaban alimentos en los mercados privando a las personas de bienes totalmente necesarios. Eventualmente se produjo una desastrosa escasez de alimentos en todo el país. Los ciudadanos más necesitados tuvieron que alimentarse con sopa a base de hojas y ortigas o ingerir alimentos no aptos para el consumo humano. En un informe de Andrew S. Natsios, ex administrador de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, se puede leer lo siguiente.
Hojas de roble, hojas de maíz y pasto son molidos y se pasan a través de una máquina de fideos. Los fideos resultantes poseen escaso valor nutritivo, los humanos son incapaces de digerirlos y, de hecho, provocan graves problemas gastrointestinales a quienes tienen suficiente hambre como para comerlos. En la década que participé en los esfuerzos para mitigar la hambruna, jamás observé un mecanismo tan extremo para hacer frente al hambre.
La desnutrición en Corea del Norte fue tan severa en la década de 1990, que los desertores que se dirigieron a China en esa época presentaban una estatura de hasta 13 centímetros más baja que personas de la misma edad en Corea del Sur. De esta forma, el brutal régimen de Kim Jong Il dejó una marca física permanente en los norcoreanos sin siquiera tocarlos.