domingo, 22 de diciembre de 2019

la hija incómoda de los Kennedy

En 1958, John Fitzgerald Kennedy fungía como senador de los Estados Unidos y estaba en plena campaña para una reelección. A pesar de llevar una agenda apretada, su equipo de trabajo le abrió espacio para una visita secreta. Durante el recorrido que hacía el futuro presidente estadounidense por el territorio centro-oeste de los Estados Unidos, JFK hizo una visita extraoficial a una institución católica para niños excepcionales.
Eunice y Rosemary Kennedy 1938
Eunice y Rosemary Kennedy en 1938.

Buscaba a una mujer que rondaba los 40 años, la mayor de sus hermanas. Se trató de una ocasión especial pues el célebre político no veía a Rosemary desde hacía 17 años. El distanciamiento entre hermanos fue orquestado por los propios padres, que buscaron borrar a Rosie de la exitosa familia Kennedy, un clan que los estadounidenses solían ver con admiración y respeto. El millonario Joseph P. Kennedy, su esposa y nueve hijos eran los personajes predilectos y constantes en las columnas de sociales.

La exitosa familia Kennedy.

No sólo eran ricos, destacaban por su atractiva apariencia, inteligencia, glamour y excepcional vocación para el liderazgo y la política. Además del presidente JFK, los hermanos Bob y Ted Kennedy ocuparon escaños en el Senado. Aquella familia perfecta parecía un híbrido entre el sueño americano y la tradición monárquica de príncipes y princesas. Por otro lado, Rosemary Kennedy era la excepción. Su mera existencia incomodó a sus padres, que la ocultaron bajo el tapete en la medida de lo posible para una de las familias más importantes del país.
El problema con Rosemary era una deficiencia intelectual de un grado que resulta difícil determinar hoy, toda vez que los Kennedy primero la negaron y después intentaron ocultar. Temiendo que la vida adulta de su hija se transformara en una vergüenza ante la opinión pública, buscaron una solución radical y extremadamente arriesgada que tuvo un final triste, por decir lo menos.
retrato de la familia kennedy
La familia Kennedy.
Cuando JFK fue a encontrarse con su hermana que no había visto en tanto tiempo, lo que encontró le partió el corazón. Rosemary, antes una joven dulce y soñadora cuya única culpa fue comportarse como una adolescente a pesar de tener 20 años, no podía hablar y se desplazaba con ayuda de las monjas en aquel lugar de confinamiento.
De una joven con retraso intelectual, Rosie pasó a ser una mujer discapacitada con graves limitaciones, un ser humano que jamás recuperaría la autonomía de su vida y mucho menos los romances y aventuras que fascinaron su mente juvenil.
La culpa fue de una lobotomía, encomendada por su propio padre. En la época que el procedimiento le arruinó el cerebro, Rosemary Kennedy tenía 23 años de edad.

El patito feo de los Kennedy.

La deficiencia intelectual de Rosemary se hizo evidente cuando demoró más de lo normal en desarrollar actividades tempranas como gatear, sentarse sola, caminar y hablar. Pese a esto, las diferencias no preocuparon tanto a la familia pues los niños tienen ritmos distintos de desarrollo en la primera infancia y, muchas veces, no se reflejan a una edad superior.
Sin embargo, cuando Rosie ingresó a la educación preescolar los profesores rápidamente notaron que la pequeña estaba atrasada respecto a sus compañeros de 5 años. En un primer momento, Joseph y Rose Kennedy no aceptaron la advertencia. Por eso, sometieron a la pequeña Rosemary a una prueba para medir su coeficiente intelectual. La baja puntuación confirmó lo que tanto temían.
Rosemary Kennedy infancia
Rosemary Kennedy en la infancia.
Para ese entonces, los padres de Rosemary buscaban lo mejor para su hija y abordaron el problema desde diversos ángulos. Estaban convencidos de que, con los cuidados pertinentes, la pequeña terminaría superando sus diferencias y alcanzando el ritmo de los otros niños hasta superarlos, después de todo se trataba de una Kennedy.
Joseph contrató varios tutores para que su hija siguiera aprendiendo después del horario escolar, y los hermanos de Rosie recibieron estímulos para incluirla en todas sus actividades, aunque fuera incapaz de seguirlos en diversos aspectos.

Adolescencia complicada.

El atraso de Rosemary también se reflejaba en su desempeño físico, de forma que no poseía las habilidades necesarias para jugar tenis o tripular una embarcación. La joven apenas podía equilibrarse en una bicicleta y tenía problemas al diferenciar entre izquierda y derecha.
También manifestaba dislexia, padecimiento no diagnosticado en la época, que le dificultaba las actividades de lectura y escritura. Pero sabía leer y escribir, una actividad que disfrutaba tanto que llegó a escribir multitud de cartas. Probablemente, las limitaciones de Rosemary Kennedy no le acarrearon infelicidad durante su tierna infancia.
La aceptación de sus hermanos y el apoyo de sus padres superaban cualquier otra frustración. Sin embargo, la adolescencia fue una etapa particularmente terrible para la joven.
Querido padre, tuve un sábado encantador. Muchas gracias por venir a verme. Hago cualquier cosa para verte feliz. Detesto decepcionarte. Vuelve pronto. Me siento muy sola todos los días. Hasta pronto (te espero)”. Este encantador mensaje que comunica nostalgia y soledad fue escrito por Rosemary a los 16 años en uno de los muchos períodos que pasó internada en colegios particulares, donde la joven se hacía profundamente infeliz lejos de sus hermanos y amados padres.
los hijos de los Kennedy

La rebelde Rosemary Kennedy.

Por otro lado, los Kennedy enviaban a Rosie a un nuevo internado apenas notaban que los profesores no podían alcanzar la evolución deseada. Debido a su poca madurez emocional, el sentimiento de abandono resultó todavía mayor. Fue en esa época que la joven empezó a manifestar un comportamiento agresivo. Escapaba de los internados y manifestaba ataques de ira, algo que preocupaba profundamente a sus padres por las consecuencias que podrían tener esas salidas.
Estados Unidos pasaba por la Gran Depresión, y la familia Kennedy temía que alguien la secuestrara para pedir rescate. Sin embargo, el mayor temor de los padres era que la inocencia y belleza de Rosemary Kennedy fueran corrompidas por un hombre aprovechado. Probablemente, Joseph y Rose Kennedy tuvieron pesadillas soñando con los terribles titulares en los periódicos y el escándalo posterior.

Víctima de tratamientos médicos experimentales.

En esa época, un endocrinólogo prometió a Joseph, sin ningún tipo de sustento científico, la cura definitiva para su problemática hija a base de inyecciones de hormonas. El desesperado Sr. Kennedy accedió y Rosemary empezó a recibir dosis semanales de hormonas, tratamiento que no produjo mejora alguna en su condición, aunque probablemente terminó afectando su salud física y mental.
Desde aquí podemos darnos cuenta que el patriarca de la familia era susceptible de aceptar que su propia hija fuera un conejillo de indias en procedimientos médicos experimentales. Rosemary, que padecía un simple retraso intelectual, fue tratada como un ratón de laboratorio desde la adolescencia.

La época feliz de Rosemary Kennedy en Inglaterra.

El tormento de la joven tuvo un breve periodo de paz y tranquilidad en 1938, año en que Joseph Kennedy recibió el nombramiento como embajador de los Estados Unidos en Inglaterra, y toda la familia tuvo que mudarse a Londres. Rosemary se encontraba en la plenitud de los 20 años, y quedó fascinada por las recepciones diplomáticas y la etiqueta europea. En un evento formal llegó a conocer a la reina de Inglaterra, ocasión en la que fue arduamente preparada por toda la familia ante el temor de que arruinara el encuentro.
Rosemary Kennedy

La ayudaron a memorizar el discurso y le enseñaron a sostener el ramo. Las hermanas se encargaron del maquillaje, pues ella solía difuminarse con el lápiz labial. En los bailes, su padre y hermanos se turnaban para bailar todas las piezas con ella, evitando a toda costa que conversara con otros hombres y su deficiencia intelectual fuera revelada. Sin mencionar una sola palabra, Rosie figuraba como cualquier otra Kennedy, y aún destacaba por su belleza.
Esta situación resultaba particularmente incómoda para la familia, pues la joven se volvió la favorita de los fotógrafos. Los Kennedy permitieron que la retrataran, pero nunca que concediera una entrevista. Por si fuera poco, sus padres hablaban por ella ante la prensa. Llegaron a mentir en una revista diciendo que Rosie se preparaba para ser profesora de educación preescolar. En otra ocasión, mencionaron que tenía interés por el trabajo social, aunque no descartaba incursionar en la actuación.

El método Montessori.

En la mente de Rosie todo se veía como un cuento de hadas. Su vida mejoró todavía más cuando, aún en Inglaterra, la enviaron a una institución educativa diferente, un sitio donde recibió atención especial de la monja Isabel Eugene. La religiosa había aprendido directamente de Maria Montessori, la educadora y médica que desarrolló un método con su nombre famoso por propiciar equilibrio entre libertad y disciplina, permitiendo que florezca la naturaleza de cada alumno, dentro de su individualidad.
El método produjo excelentes resultados en Rosemary. Su comportamiento mejoró notablemente, se convirtió en una persona tranquila y, por primera vez en la vida, se percibía como un ser humano exitoso. En la escuela recibía tareas que realmente era capaz de cumplir, y le reconocían cada avance.
Rosemary Kennedy foto de estudio
Se trataba de actividades simples, como preparar correctamente la mesa antes de una comida. Rosie experimentaba un auténtico sentimiento de felicidad en ese lugar donde, dentro de sus posibilidades, la consideraban una campeona. Lejos había quedado esa competencia injusta con sus hermanos y la presión de los padres por la perfección.
Aunque el sueño de la joven terminó muy pronto por culpa de Hitler. Ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial en Europa, los Kennedy enviaron a todos sus hijos de regreso a los Estados Unidos. Fue el comienzo del fin para Rosemary.

La hija incómoda.

Con el padre todavía en territorio británico, la madre no pudo enfrentar sola el comportamiento errático de Rosie. Por eso, intentó deshacerse de ella: a base de mentiras convenció a unas conocidas, dueñas de un campamento para niños, de que su hija sería una excelente instructora. Como la recomendación venía de una dama de la alta sociedad, las mujeres no dudaron ni un momento e incluyeron a Rosie en su lista de instructoras.
Por supuesto, inmediatamente se dieron cuenta que la joven no tenía capacidad para desarrollar esa función. Por si fuera poco, las salidas nocturnas de Rosemary terminaban generando más trabajo al campamento que los propios niños. Cuando las administradoras reclamaron a Rose Kennedy, la respuesta de la mujer fue un desinteresado «qué pena«.
Rose Kennedy en 1967
Rose Kennedy en 1967.
Tras el lamentable episodio, Rosemary fue recluida en otro internado religioso de élite, un sitio sin condiciones para atender a alguien con sus necesidades específicas. En este lugar el buen comportamiento mostrado en Inglaterra sufrió un revés: la joven perjudicaba la rutina de las monjas desobedeciendo y fugándose por las noches para divertirse en la ciudad.
La señora Kennedy se molestó tanto por los informes de las monjas que intentó ingresarla a un hospital psiquiátrico, pero no tuvo éxito. Era lo que muchas familias pudientes hacían con los hijos rebeldes e «incómodos». Sin embargo, los paseos por internados estadounidenses no continuaron pues Joseph Kennedy tenía otros planes para su hija.

La lobotomía de Rosemary Kennedy.

La paranoia de que terminara embarazada de un desconocido lo llevó a comprar la idea de una práctica excéntrica muy en boga en la época, pese a que la Asociación Médica Estadounidense declaró a la lobotomía un procedimiento excesivamente experimental como para aplicarse en humanos.
Walter Freeman
Walter Freeman.
A escondidas de su esposa, Joseph Kennedy entregó a su hija de 23 años a Walter Freeman, el principal divulgador y practicante de la lobotomía en los Estados Unidos. Joseph había leído un extenso artículo publicado en el periódico Saturday Evening Post donde Freeman y su colega, James W. Watts, hablaban de la forma en que su revolucionaria técnica era capaz de recuperar pacientes con las más diversas patologías mentales y psicológicas, proporcionándoles una vida plena e independiente.
Aunque en nuestros días la lobotomía es algo absurdo para este caso en particular, en aquella época era diferente. La polémica cirugía cerebral tuvo su auge de popularidad precisamente entre la década de 1930 y 1950, un lapso en que la psiquiatría ofrecía pocas soluciones más allá de la psicoterapia, poco efectiva para quienes requerían soluciones radicales como los electrochoques.

El trágico destino de una rebelde.

Rosemary Kennedy fue sometida a una lobotomía en noviembre de 1941. Años después, Watts llegó a describir el terrible procedimiento: “perforamos la parte superior de la cabeza, Rosemary se mantuvo despierta durante toda la cirugía bajo el efecto de un tranquilizante. Empecé haciendo una incisión en el cerebro a través del cráneo. Fue pequeña, de no más de una pulgada”.
Watts cortaba tejido cerebral en Rosie con movimientos arriba y abajo. Mientras tanto, el doctor Freeman solicitaba a la joven que cantara o hiciera una cuenta regresiva para determinar hasta donde debían perforar. Cuando dejó de responder a las peticiones y empezó a decir cosas sin sentido, los médicos dejaron de cortar su cerebro.
Rosemary Kennedy tercera edad
Rosemary Kennedy en los últimos años de su vida.
El resultado fue criminal. Rosemary Kennedy salió del consultorio con una pérdida cognitiva total, sin poder hablar ni moverse. Ya no era capaz siquiera de controlar esfínteres. Se convirtió en una especie de zombi y nunca se recuperó.

Todo queda en familia.

Aunque la lobotomía era un procedimiento experimental relativamente popular en la época, resulta perverso que una familia tan poderosa como los Kennedy solucionaran de forma tan drástica el comportamiento de una joven rebelde e inmadura. Aparentemente, no consideraron la posibilidad de mantenerla en casa bajo constante supervisión.
En el libro Rosemary: The Hidden Kennedy Daughter, Kate Larson dice que “Tenían más dinero que Dios. Pudieron usar todo ese dinero de tantas otras formas para cuidar de ella, ¿por qué someterla a una lobotomía? Por ejemplo, pudieron contratar damas para entretenerla, para que sus días fueran felices, pero prefirieron desaparecerla”.
Si para Joseph y Rose Kennedy el comportamiento errático de Rosemary era una maldición, ni siquiera consideraron la posibilidad de cuidarla, en familia, tras la atroz lobotomía. Rápidamente la llevaron a un hospital psiquiátrico donde se quedaría por 7 años, y después la trasladaron a una institución católica en Wisconsin, donde Rosie pasó el resto de su vida entre las sombras, hasta que murió de causas naturales a los 86 años.
lapida rosematy kennedy

La caída de los Kennedy.

Literalmente, la familia la abandonó un buen tiempo. Su madre pasó dos décadas sin visitarla. El padre jamás volvió a verla, tal vez porque un reencuentro reviviría el sentimiento de culpa. Sus cariñosos hermanos fueron sorprendidos por la extraña desaparición de su hermana.
En sus memorias, el senador Ted Kennedy mencionó que tenía 9 años cuando dejó de ver a Rosie. Como los padres advirtieron que jamás volviera a preguntar por ella, entendió que debía comportarse de forma ejemplar o también «desaparecería».
La lobotomía practicada a Rosemary Kennedy fue un parteaguas emocional en la historia del clan. A diferencia de todas las muertes trágicas que protagonizaron los Kennedy [los asesinatos de JFK y Bob, la muerte de Joseph Jr. en acción durante la Segunda Guerra Mundial y la pérdida de Kathleen a los 28 años en un accidente de avión], ningún tipo de patriotismo o heroísmo puede vincularse a tan abominable acto.