Resulta complicado definir la frontera entre la simple creencia y el fanatismo sobre lo divino. ¿En qué momento el fundamentalismo se convierte en algo peligroso y perjudicial para los individuos? En la época del Imperio Ruso, ese anhelo por alcanzar un nivel superior de iluminación y la creencia ciega, originaron una de las sectas más extrañas de la que se tenga noticia en la historia. Un grupo que promocionaba la automutilación como un medio para alcanzar un estado de pureza que diferenciaba a sus miembros de los demás hombres y mujeres sobre la Tierra.
“Yo no soy padre del pecado: acepta mis acciones y te reconoceré como mi hijo”.
Se dice que con esta oración el campesino Kondráti Selivanov, líder de la secta mística Skoptsy, se presentó al entonces Zar Pablo I. El encuentro se suscitó cuando el monarca, aquejado por los rumores sobre el surgimiento de una secta de fanáticos que se castraban a sí mismos, ordenó que capturaran al líder y lo llevaran ante su presencia.
Selivanov aseguraba ser la reencarnación de Jesucristo, y que a través de su instrucción todo el mundo sería salvado y todos sus seguidores heredarían la Tierra. Sin embargo, para esto primero debían aceptarlo como mesías y apegarse a una extraña doctrina religiosa.
El Zar no se vio impresionado por las enseñanzas de Selivanov, le pareció un simple loco y ordenó que lo enviaran a un monasterio que se encargaba de dar acogida a personas con problemas mentales. Sin embargo, el monarca subestimó el poder de aquel que se autoproclamaba hijo de Dios: en los años posteriores su secta lograría acumular más de 200 mil miembros a lo largo de toda Rusia.
El inicio de los Skoptsy.
Los Skoptsy se originaron en Oryol, una región ubicada a unos 300 kilómetros de Moscú, entre campesinos analfabetas que vivían en una condición de pobreza y desesperación inhumana. Un sujeto llamado Andrei Ivanov, considerado un curandero y hombre santo, fue responsable por la iniciación de este movimiento. En sus recorridos a través de las aldeas en la región expresaba elocuentes discursos donde condenaba la lujuria.
De acuerdo con Ivanov, el mundo estaba condenado a causa del deseo entre hombres y mujeres, responsables por toda clase de desgracia y sufrimiento. Ivanov convenció a una treintena de personas para que se auto mutilaran, cortándose los genitales en eventos públicos donde “renunciaban a la impureza y abrazaban la moralidad”.
Ivanov fue enviado a prisión por incentivar el comportamiento inadecuado, pero uno de sus asistentes llamado Kondráti Selivanov asumió la cabeza de la organización con un fervor renovado. Las reuniones eran eventos públicos y frecuentemente sucedían en plazas o mercados, Selivanov y sus fieles confesaban sus pecados condenando la lujuria en que vivían hasta adoptar la castración.
Cuando la reunión terminaba, Selivanov preguntaba si había alguien que deseara ser libre y siempre había alguien dispuesto a creer en sus promesas. Así, les entregaban un cuchillo o una navaja y los convencían de que se castraran allí mismo, sin ninguna clase de anestesia y frente a todos los testigos, muchos de los cuales quedaban impactados con aquel sangriento espectáculo.
Fanatismo religioso y misticismo.
El nombre de esta secta es una derivación del término “oskopit”, cuyo significado literal es “castrados”; sin embargo, los miembros de la secta preferían autodenominarse de formas más poéticas, tales como “Palomas blancas” o “Corderos de Dios”. Muchos llevaban delantales blancos como una forma de mostrar su devoción. Aquellos que adoptaban el Ritual de purificación, o la “Prueba de fuego”, como también le conocían, podían usar el delantal con las manchas de sangre que mostraban su opción por la castración.
La regla más importante para los Skoptsy supuestamente surgió de un pasaje en el Evangelio según Mateo que dice: “hay castrados que fueron castrados por otros, y castrados que se castran para alcanzar el reino de Dios”.
Los seguidores de esta ideología se habían convencido de que este pasaje invitaba a las personas a renunciar a su vida carnal para hacerse de un lugar en el paraíso. Después, los líderes de la secta empezaron a interpretar incluso pasajes menores de la Biblia a su favor. Por ejemplo, alegaban que después que Cristo lavó los pies a sus apóstoles, también los castró para hacerlos inmunes al pecado.
La fealdad y el sufrimiento como una forma de iluminación.
Pero los Skoptsy fueron mucho más allá. Sus miembros llegaron a condenar cualquier clase de belleza y vanidad con un símbolo inequívoco del pecado, al que se referían como “lepost”. De esta forma, empezaron a mutilarse a sí mismos, implorando golpizas con el objetivo de que los deformaran físicamente.
La fealdad pasó a ser algo deseable. Las mujeres usaban trozos de vidrio para deformarse el rostro, se arrancaban los cabellos, se cortaban la nariz, los labios y las orejas – sobre todo aquellas que algún día usaron aretes o accesorios. Algunos usaban hierro al rojo vivo para marcarse la piel produciendo horrorosas cicatrices.
Y los horrores no se detenían en los adultos: los niños no escapaban a la locura de los padres e incluso los bebés eran marcados de forma horrenda. La extrema devoción hizo que numerosas mujeres se removieran los senos, pues se consideraban una fuente peligrosa de lujuria.
Las reuniones de la secta se convirtieron en espectáculos grotescos de seres humanos auto mutilándose, azotándose la espalda con látigos de cuero, cortándose la carne y despreciándose deforma histérica. Cuando los miembros llegaban a una aldea, los campesinos corrían para tomar a sus niños y encerrarse en sus casas hasta que los gritos cesaban.
Los testigos de la época ofrecieron numerosos relatos de lo aterrorizante y traumático que podían resultar estos eventos para los espectadores. La catarsis emocional era tan grande que cada miembro intentaba imponerse el mayor sufrimiento posible como una prueba de su devoción.
La popularidad de las sectas en el Imperio Ruso.
Pese a su excentricidad, sectas como la Skoptsy fueron ganando terreno entre los rusos gracias a una época de degradación en la Iglesia Ortodoxa, vista por los campesinos como una organización burocrática y elitista.
En el año de 1772, el zar ordenó la desarticulación de esta secta y los miembros fueron enviados a Siberia. La persecución fue grande, pero a final de cuentas terminó beneficiando al autoproclamado mártir Selivanov. Habían pasado dos décadas y los miembros seguían multiplicándose, actuando en la clandestinidad. En aquella misma época, Selivanov logró regresar de su exilio y se instaló en San Petersburgo como una autoridad mística disfrazada de monje. Allí convirtió a decenas de personas a su fe.
Para la década de 1790, la secta empezó a adherir miembros de la clase media como soldados y comerciantes que adoptaron las prácticas. En 1802, el grupo aceptó a su primer aristócrata, un hombre llamado Aleksei Lelenski, que había asimilado sus principios durante su exilio en Siberia. Dos años después, Lelenski envió una propuesta para que se entregara Rusia a los Skoptsy, lo que le valió un segundo exilio.
A Selivanov no le interesaba meterse en asuntos de política, en lugar de eso, empezó a ganar terreno entre los decadentes y bohemios de la capital – en aquella época el misticismo estaba de moda como una práctica exótica. Las sectas se multiplicaban a una velocidad estremecedora, cada una con su salvador y doctrina particularmente extraña.
El profeta Kondráti Selivanov.
Un oficial militar de nombre Lubianovski llegó a relatar que el zar Alejandro I consultó a Kondráti Selivanov previo a la batalla de Austerlitz, en 1805. El mesías de los Skoptsy era visto como un profeta que tenía la capacidad de ver el futuro. En cierta ocasión habría implorado al Zar “no entrar en guerra con los maldecidos franceses”, además de predecir la derrota de Rusia frente a Napoleón – algo que realmente sucedió.
En el año de 1817 se declaró ilegal a las sectas, esto después que surgieran rumores de que habían secuestrado personas para castrar. Algunos creen que estos rumores simplemente fueron divulgados por la policía imperial que recibió la orden de poner fin al movimiento después que miembros de la Guardia Blanca se unieran a él. Selivanov fue a prisión nuevamente y lo enviaron a Siberia, donde finalmente murió. Pero la secta había logrado esparcirse por varias ciudades y volvió a la clandestinidad.
En la segunda mitad del siglo XIX, los Skoptsy todavía eran un fenómeno cotidiano en Rusia: “los Skoptsy que poseen tiendas generalmente se albergan en el piso superior o en los áticos donde bailan y cantan sus himnos”, escribió Dostoievski en su novela “El idiota”.
La evolución de los Skoptsy.
Los seguidores paulatinamente adoptaron una postura mucho más discreta, dejando de lado las espectaculares reuniones de castración pública. Contrario a lo que muchos suponen, los miembros de la secta no se oponían al matrimonio. La intimidad entre pareja con propósitos meramente reproductivos era incentivada aunque la castración se proponía hasta el cuarto hijo. Sus celebraciones involucraban danzas frenéticas que evocaban a los rituales sufíes, con hombres y mujeres que usaban faldas cortas.
La introducción de ciertos elementos del folclore y el carácter “popular” de la secta lograron más conversiones de campesinos y algunos individuos de mayor poder adquisitivo. La secta fue acumulando riquezas, que se empleaban para convertir a los locales, ya fuera comprando obsequios a los campesinos, instituyendo orfanatos o asistiendo a los más necesitados. Algunos afirman que en su auge cientos de miles, o incluso un millón de personas, seguían a la secta a mediados de 1900.
La Revolución Rusa y la represión de los Skoptsy.
Previo a la instauración del gobierno comunista, el Imperio no luchaba de forma activa contra las sectas y prefería hacerse de la vista gorda, limitando de forma superficial algunas manifestaciones. Los movimientos de índole religioso eran sumamente populares en todos los estratos sociales. Incluso la esposa del zar Nicolás II era vista como una persona mesiánica, o el mismo Rasputín, el monje loco que tenía una enorme influencia en la familia real.
Todo cambió cuando los bolcheviques llegaron al poder: Stalin asumió una postura de total represión contra los Skoptsy, jurando desmantelar por completo la secta que él veía como decadente, subversiva y peligrosa. Agentes de la policía secreta se infiltraron y llevaron a cabo incontables arrestos. Los miembros eran puestos en trenes y llevados a Siberia por montones.
En los gulags, aquellos que todavía profesaban la fe eran fusilados o muertos a bayonetazos. Algunas de aquellas granjas colectivas fueron utilizadas como prototipos de los campos de exterminio.
Los Skoptsy desaparecieron en poco tiempo, ahogados en la brutalidad del Estado.